EL MUNDO › TRAS EL TRIUNFO DE LA IZQUIERDA NACIONALISTA VASCA EN LAS MUNICIPALES DE ESPAñA
La coalición independentista vasca se convirtió en la segunda fuerza política del País Vasco y resultó ser el fenómeno de las pasadas municipales. Hay dirigentes políticos que desconfían de las intenciones de esa formación.
› Por Oscar Guisoni
Desde Madrid
Una semana después de las elecciones y al compás de las negociaciones abiertas en gobiernos regionales y municipales, donde no hubo una clara mayoría para determinar la conformación de las coaliciones que finalmente ejercerán el poder, todo el mundillo político vasco se pregunta qué hacer con el fenómeno Bildu, la formación de izquierda nacionalista que irrumpió con fuerza en diputaciones y ayuntamientos gracias a su claro rechazo al uso de la violencia como instrumento político.
Bildu obtuvo el 22 de mayo algunos triunfos resonantes. En la ciudad de San Sebastián fue la primera fuerza política, aunque no tiene mayoría suficiente para asumir el gobierno municipal, y ganó también las elecciones en la provincia de Guipúzcoa, con el 34,64 por ciento de los votos, insuficiente para controlar la Diputación. También en la provincia de Vizcaya irrumpieron con fuerza, transformándose en la segunda fuerza, con poder suficiente como para ejercer de llave ante eventuales acuerdos políticos, ya que el Partido Nacionalista Vasco (PNV), que ganó en esa zona, tampoco cuenta con la mayoría suficiente para gobernar.
Bildu, además, ganó en 96 localidades vascas, en 88 de las cuales lo hizo por mayoría absoluta, obtuvo 1138 concejales y con sus 313.231 votos se transformó en el sexto partido político en España. Por sí sola, la coalición nacionalista que agrupa a la antigua Herri Batasuna, brazo político de ETA, estará en condiciones de gestionar municipios cuyo presupuesto anual asciende a 350 millones de euros.
Tanto poder no puede más que generar inquietud en las demás fuerzas políticas, que ven con recelo el retorno de los “abertzales”, como se denominan los nacionalistas de izquierda, a las instituciones locales. “Esto es algo que se piensa y se habla pero no se dice en público” alertaba ayer el columnista del diario El País José Luis Barbería, poniendo en evidencia los dilemas que con su sola presencia despierta Bildu en el ambiente político vasco.
Los independentistas tuvieron una serie de gestos el día después de las elecciones que se encargaron de poner en evidencia estas tensiones ante la opinión pública. El primero de ellos fue ofrecer sin contrapartidas políticas al PNV su apoyo para gobernar en las provincias y municipios donde no obtuvo la mayoría pero sí más votos que Bildu. La oferta, que suena a música celestial en los oídos de algunos dirigentes del PNV, desplazado desde hace tres años del poder regional por un pacto entre el Partido Popular y el PSOE, después de una larga hegemonía que duró tres décadas, es también un regalo envenenado. ¿Cómo podría justificar luego el PNV un pacto con el PSOE en San Sebastián para permitirles a los socialistas conservar la alcaldía a pesar de que han sido la segunda fuerza? ¿De qué manera explicar un voto negativo del partido a Bildu en la provincia de Guipúzcoa, donde con los diputados del PNV los abertzales podrían garantizarse el control de la Diputación?
Si Bildu consiguiera alzarse con el gobierno de San Sebastián y Guipúzcoa, advierte Barbería, tendría “en sus manos un presupuesto de gestión de 840 millones de euros, de un total de ingresos que ascenderá este año a 4200 millones, y sobre todo, toda la documentación fiscal de las empresas y de los ciudadanos que guarda la Hacienda pública de Guipúzcoa”. ¿Qué garantiza que la izquierda nacionalista no se aproveche luego de estos datos para aumentar la capacidad de operatividad de una ETA que se mantiene en tregua pero todavía no ha desaparecido definitivamente?, es la pregunta que se hacen hoy muchos dirigentes políticos en el País Vasco y también en Madrid.
Desde Bildu, el mensaje que llega es el de la confianza. La coalición evalúa que su victoria electoral se debe a que ha dado un paso en firme para condenar la violencia, votos que se irían si se produjera algún retroceso en ese sentido. Y aunque sospechan que los demás partidos intentarán formar una especie de “cordón sanitario” para evitar que gobierne donde no sacó la mayoría absoluta, siguen apostando por la paz y creen que le corresponde al Estado español hacer un gesto para allanar el camino hacia la desaparición definitiva de la banda armada y la solución del conflicto.
“¿No ha llegado la hora de situar a Batasuna y a sus electores ante su responsabilidad en el campo de pruebas de la gestión institucional?”, se pregunta Barbería en su columna titulada “¿Y si gobierna Bildu?”. “Es el dilema al que se enfrenta la política vasca”, concluye. Mientras tanto, el PNV se ha ido acercando a los socialistas para concertar coaliciones en ciudades como San Sebastián, lo que coloca al PSOE también ante un dilema, ya que comparte el gobierno regional con el PP, que a su vez necesita de sus votos para controlar la Diputación de Alava, donde no tiene mayoría suficiente a pesar de ser la fuerza más votada. De la resolución de este complicado tablero de alianzas y estrategias depende el futuro de la región.
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