EL MUNDO › OPINIóN
› Por Gabriel Puricelli *
“Milán y Nápoles a la izquierda: disfruten del comunismo.” El titular de Libero, un diario de derecha más berlusconista que el de la propia familia Berlusconi, retrata acabadamente la mezcla de rabia e incredulidad con que el gobierno de Il Cavaliere recibió la paliza electoral que sufrió en las segundas vueltas electorales de las elecciones municipales y provinciales. Por cierto, no son los consejos obreros quienes descienden sobre Piazza del Duomo o Piazza del Plebiscito, sino los militantes de un centroizquierda que recuperó la energía y encontró nuevas caras para plantarse frente al descaro de un primer ministro que parecía de teflón ignífugo y blindado.
Más que la oportunidad de redimirse de una primera vuelta decepcionante, los ballottages prolongaron y agudizaron la humillación del partido del Pueblo de la Libertad (PDL) y empezaron a preparar para la fuga del gobierno de Roma a sus socios xenófobos de la Liga Norte. En efecto, mientras el PDL reaccionaba furioso, los liguistas se permitían subrayar que el viento ha cambiado y que ellos se disponen a hacerlo con él, haciendo sonar la canción partisana “Bandiera Rossa” desde las antenas de la (hasta ayer) muy anticomunista Radio Padania, la misma que proclama todos los días el advenimiento de la independencia del norte de la península.
Tantas veces se había escurrido Berlusconi de entre la espada y la pared, que hasta que se abrieron las urnas nadie se atrevía a empezar a garabatear obituarios. Había sido el propio premier quien empezó a escribirlo sin saberlo, al plantear las elecciones como un plebiscito sobre su liderazgo: pues bien, fueron dos plebiscitos, uno en cada vuelta, y perdió el segundo de manera aún más sonora que el primero. Hay que decir, sin embargo, que el sistema político italiano está tan descompuesto en algunas áreas, que nada impide imaginar que Berlusconi pueda salir de compras una vez más y reemplazar a parlamentarios que huyan con la esperanza de poder ser elegidos en las próximas elecciones con una camiseta distinta de la del PDL, por otros que saben que ésta es la última sesión parlamentaria de sus vidas y que las semanas o meses que les queden pueden ser tan lujuriosos como si precedieran al apocalipsis.
El problema es que, si el senatùr Umberto Bossi decidiera curarse en salud y abandonara la mayoría con todos los legisladores que le dio a la Liga Norte su 10 por ciento de los votos, el poder de compra del premier no alcanzaría ya para reemplazarlos. Berlusconi ha quedado en una situación límite, pero no hay que olvidar que vivir al borde es el modo existencial de Il Cavaliere.
Una oposición acostumbrada a hacerle las cosas fáciles al berlusconismo, más allá de las mejores intenciones de los mejores de sus líderes, sale muy fortalecida por el voto de confianza de sus electores. Aunque es temprano para asegurarlo, las cifras de participación de estos dos días parecen indicar que el centroizquierda ganó los ballottages porque sostuvo la movilización de su propio electorado, mientras que los que votaron por partidos centristas minoritarios y por los partidos que sostienen a Berlusconi se quedaron en gran parte en su casa.
Si así fuera, es una inversión de tendencia que puede cambiar drásticamente las cosas y es mérito de los líderes de las fuerzas más pequeñas que se articulan en torno del progresista Partido Democrático (PD). Izquierda, Ecología y Libertad (SEL, por su sigla en italiano) de Nichi Vendola e Italia de los Valores de Antonio Di Pietro batallaron por un acompañamiento total a las protestas sindicales y por la realización de primarias abiertas para definir candidatos. Dos de los ganadores de ayer, Giuliano Pisapia en Milán y Massimo Zedda en Cagliari (Cerdeña), vencieron a los candidatos del PD en las primarias respectivas con el apoyo de SEL. Un tercero, Luigi De Magistris, en Nápoles, de IDV, derrotó en primera vuelta al candidato del PD surgido de unas primarias suspendidas con escándalo y en segunda vuelta arrasó con la derecha, duplicándola en votos y logrando que su contrincante sacara menos votos que los que había obtenido en la primera. El nuevo alcalde napolitano es para Berlusconi una espina más lacerante que haber perdido de local en Milán: se trata de un ex fiscal, una “toga roja” de las que el premier dice que ejercen, persiguiéndolo, una “dictadura” en Italia.
Si la evidencia parece apuntar a que la energía y la renovación provienen de su izquierda, el PD persiste en buscar una alianza electoral y de gobierno que abarque hasta los partidos conservadores ex berlusconistas. El aire de cambio que se respira en el centroizquierda no está exento del riesgo de envenenarse cuando los tiempos electorales apremien. Para una alianza hacia su derecha, el PD tal vez tenga que prescindir de las primarias, que tanto impulso han provisto. Para mantener a su lado a Vendola y Di Pietro, es impensable abandonar ese mecanismo, al que el propio PD teme, porque en las condiciones creadas en estas semanas, no debería sorprender que una elección popular catapulte a Vendola a la candidatura a presidente del Consejo de Ministros.
El fin no será televisado por los medios que controla, pero todo apunta a que esta vez el simulacro no logrará ocultar la realidad de un Cavaliere que (todo llega) se desmorona.
* Coordinador del Programa de Política Internacional, Laboratorio de Políticas Públicas (http://www.politicainternacional.net)
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