EL MUNDO › OPINIóN
› Por Pete Di Lambrate *
Era hora, después de casi 20 años de Silvio Berlusconi, el pueblo de Italia expresó en modo claro su decisión de un cambio.
Todo se inició hace dos semanas con la primera vuelta de la elección de intendentes en un grupo importante de ciudades. En un par de ellas, Turín y Bolonia, los candidatos de centroizquierda se impusieron ya ese día; se trataba de bastiones de la izquierda ligada a los aparatos burocráticos del ex PCI y sus aliados en el Partido Democrático. En muchas otras ciudades, como Milán, Nápoles y Cagliari, los candidatos no provenían de la burocracia de esos viejos aparatos, capitanes de decenas de derrotas que llevaron a la ruina a la más poderosa izquierda del mundo occidental. Esas ciudades debían decidir en un segundo turno entre el domingo y ayer. En Milán vencieron por 55 puntos contra 45. Giuliano Pisapia, un abogado que no es miembro de los aparatos de los partidos tradicionales, pero que está al frente de una gran alianza, ya que esos partidos tuvieron la decencia e iluminación de apoyarlo en la segunda vuelta.
Apenas conocido el resultado, Pisapia se dirigió a la multitud que desde hacía horas lo aguardaba llenando la Plaza del Duomo, toda cubierta de anaranjado, el color de su coalición –ni rojo ni verde, que fueron componentes fuertes en el logro de esta victoria–. Así terminan 20 años de hegemonía de la coalición berlusconiana de centroderecha, que castigó duramente a esta ciudad “capital moral de Italia”. Pero no es sólo Milán. Italia está bajo un tsunami político. Los datos de Milán se replican en Nápoles (65 contra 35), Trieste, Novara, Cagliari y muchas otras.
Pisapia agradeció en su discurso a toda esa multitud entusiasta y feliz allí congregada, que “hizo posible el cambio”, y pidió que no lo dejen solo en sus próximas tareas, señalando que si bien los resultados habían liberado Milán, como después de la Resistencia, ahora se plantea el desafío de la reconstrucción.
Lo siguieron en el palco sus colaboradores más cercanos. Uno destacó que esta vez no había “vencido el menos malo”, sino “que se había elegido el mejor”. También hablaron el secretario nacional de la mayor organización de trabajadores de Italia, la Confederazione Generale del Lavoro (¡una mujer finalmente en esa posición!), y el gobernador de la región Puglia, Nichi Vendola, que supo enmarcar los hechos dentro un escenario correcto: “Estas elecciones son el fin de la vulgaridad como sistema de gobierno y la afirmación del respeto por la diversidad”. Italia cambia, retoma las líneas fijadas por los padres fundadores para terminar con el fascismo y realizar la reconstrucción democrática.
Cierto, el escenario internacional hoy es otro, y también es cierto que en ese espacio Italia tendrá ahora otra autoridad moral para frenar los delirantes diseños de David Cameron y Angela Merkel, que buscan imponer hambre a los pueblos (Grecia, Irlanda, Portugal, España).
Un viento nuevo corre por Italia. Esperemos que alcance no sólo para desplazar a Berlusconi como primer ministro, sino también el modelo cultural que predominó los últimos 20 años.
* Politólogo.
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