EL MUNDO › LOS DOS PARTIDOS DE EE.UU. PODRíAN REEDITAR EL CHOQUE QUE TUVIERON PARA NO CAER EN DEFAULT
El 23 de noviembre vence el plazo para que una comisión bipartidaria apruebe una reducción del gasto público por un monto de entre 1,2 y 1,5 billón de dólares para los próximos diez años. Se avecina una nueva batalla.
A dos semanas de que el Congreso aceptara la elevación del techo de la deuda, la tarea del comité –que estará formado por doce legisladores y se encargará de debatir sobre la implementación de los recortes– todavía está en pañales. Sin embargo, los republicanos alcanzaron a nombrar ayer a sus seis representantes, mientras los demócratas eligieron tres candidatos. Congresistas de fuste como Jeb Hensarling, presidente de la Conferencia Republicana de la Cámara de Representantes, y Patty Murray, presidenta del Comité de Campaña Demócrata en el Senado, estarán al frente del “supercomité” bipartidista. Los analistas políticos auguran la reedición de otro choque entre ambos sectores, el que puso a Estados Unidos sobre las cuerdas y al borde de la cesación de pagos. Para completar el comité resta que Nancy Pelosi, líder de la minoría demócrata en la Cámara de Representantes, decida quiénes serán sus tres candidatos.
El 23 de noviembre vence el plazo para que esta comisión apruebe una reducción del gasto público por un monto de entre 1,2 y 1,5 billón de dólares para los próximos diez años. El agónico acuerdo logrado el 2 de agosto, en el último minuto, entre el Congreso y la Casa Blanca, obliga a estos legisladores a trabajar en la construcción de acuerdos para encontrar puntos en común, ya que en caso de no aprobar un plan en ese término se activará un mecanismo que aplicará inmediatamente recortes en sectores sensibles como lo son defensa y programas sociales como Medicare. Aunque ambos partidos señalaron la necesidad de reducir al máximo el abultado déficit norteamericano, durante la discusión sobre el techo de la deuda, los republicanos consiguieron eliminar de la mesa de negociaciones la suba de impuestos con el argumento de que esa medida dañaría la recuperación económica y la generación de nuevos empleos. Los demócratas, por su parte, hicieron un llamado al compromiso, tal y como ha venido destacando el presidente Barack Obama, pero reconocieron el peso y la dificultad de la labor que tienen por delante y afirmaron que el verdadero peligro se encuentra en la inacción de esa comisión.
“No va a ser fácil. Nuestro de-safío es encontrar un terreno común sin dañar los principios de ninguno de los dos bandos. Los estadounidenses quieren que el gobierno federal se sacrifique sin la agitación partidista de los últimos meses”, coincidieron los senadores John Kerry, presidente del Comité de Asuntos Exteriores; Max Baucus, presidente del Comité de Finanzas del Senado, y Murray en un comunicado. Las diferencias no tardaron en aparecer, cuando el presidente del Comité Nacional Republicano, Reince Priebus, opinó que el nombramiento de Murray era una prueba de que los demócratas no son serios acerca de la reducción del déficit (ver página 9), ya que su prioridad es la recaudación de fondos y la política.
Figuras de peso como los republicanos Dave Camp, presidente del Comité de Medios y Arbitrios de la Cámara, y Fred Upton, presidente del Comité de Comercio y Energía, conviven con legisladores de menos experiencia, como el senador Rob Portman, que estrena su banca, pero que cuenta con experiencia como director de la Oficina de Presupuestos de George W. Bush. La lista republicana se completa con el senador Pat Toomey, miembro del Tea Party, que en su debut en el Senado ya votó en contra de elevar el techo de la deuda.
Kerry y Baucus son los hombres fuertes de un Partido Demócrata del que se espera defienda con uñas y dientes los recortes en los programas sociales, lo que plantea un escenario de fuerte confrontación al interior de la supercomisión.
Las arduas negociaciones que se llevaron adelante para elevar el tope de la deuda, y que se prolongó durante semanas, evitaron finalmente que Estados Unidos cayera en default, pero no lograron aplacar las dudas sobre la capacidad de la Casa Blanca para sanear su economía y poner sus cuentas en orden.
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