EL MUNDO › EL PREMIER ACUSó A LA REPUBBLICA DE DIFAMARLO, PERO LA CAUSA NO AVANZó
El Tribunal de Roma fue claro en la sentencia de absolución y negó que las preguntas que publica el diario ofendieran el honor del jefe de Estado. Por el contrario, las preguntas forman parte de la libertad de expresión.
› Por Elena Llorente
“Silvio Berlusconi perdió.” Con estas palabras comienza el editorial que el director de La Repubblica, Ezio Mauro, publicó ayer en la primera plana del diario romano. Pero no se refiere a las elecciones, ni a alguna acción de gobierno, ni a un voto en el Parlamento donde, mal que les pese a muchos, Berlusconi casi siempre gana. La columna se refiere a un millón de euros que el multimillonario jefe del gobierno italiano no se llevará nunca a casa porque perdió la causa que había iniciado contra La Repubblica por esa suma de dinero, acusándola de difamación.
Pero vamos por partes. Hace casi dos años, cuando en Italia estalló el primer escándalo de tipo sexual relacionado con Silvio Berlusconi, el caso de la muchacha de 19 años Noemi Letizia –que salió a relucir poco después de que la esposa de Berlusconi pidiera el divorcio y dijera que su marido necesitaba tratamiento médico–, La Repubblica comenzó con su primera tanda de preguntas.
Las preguntas al principio estuvieron centradas en el caso de Noemi Letizia, pero también en otro caso no menos llamativo, el de una prostituta de lujo, Patrizia D’Adario, que contó a los jueces que investigan el caso cómo un empresario que quería conseguir los favores de Berlusconi le proporcionaba encuentros con prostitutas de lujo. Las preguntas eran incisivas y pretendían poner en evidencia las contradicciones en las que caía Berlusconi o las mentiras que al parecer decía para tapar una cosa o la otra. Pero el contenido de las preguntas, que adquirieron un lugar fijo dentro del diario –y todavía lo tienen– como si fueran una columna o una sección, fueron cambiando según la cara de la situación política o de los escándalos.
“Usted estuvo con una prostituta el 4 de noviembre de 2008 y son decenas, según las investigaciones, las prostitutas que fueron conducidas a su residencia. ¿Sabía que eran prostitutas?” “¿Nos puede decir con certeza si sus amistades no han comprometido los asuntos de Estado? ¿Puede asegurar al país que ninguna mujer con la que ha estado tiene en sus manos elementos como para extorsionarlo?” “A la luz de cuanto ha salido a relucir en estos meses, ¿cuál es, señor presidente del Consejo de Ministros, su estado de salud?”
El Tribunal de Roma fue claro en la sentencia de absolución y negó que las preguntas ofendieran el honor o la reputación de Berlusconi, sino que eran el legítimo ejercicio de la libertad de pensamiento y de opinión garantizadas por el artículo 21 de la Constitución italiana. Berlusconi, además, no sólo no se llevó el millón, sino que deberá pagar de su bolsillo los gastos del proceso.
Detrás de todo esto se esconde además la rabia de un propietario de medios de comunicación, Berlusconi que, pese a sus tres canales de televisión principales, y sus diarios y revistas y dos de los tres canales de la estatal RAI, que de alguna manera le hacen la corte, no pudo doblegar a otro propietario de medios de comunicación, Carlo De Benedetti, propietario de La Repubblica. Por lo demás, con De Benedetti tenía Il Cavaliere hasta no hace mucho una causa que duró casi 20 años por la editorial Mondadori, actualmente propiedad del grupo Fininvest, de la familia Berlusconi. Il Cavaliere también perdió esa causa y deberá pagar a De Benedetti más de 400 millones de euros por los tejes y manejes que hizo para quedarse con la Mondadori.
Con todas las historias de Berlusconi que han dado la vuelta al mundo, las preguntas de La Repubblica pasaron a la fama, al menos en Europa. Varios diarios europeos –especialmente ingleses como The Times y The Guardian– han comentado durante estos meses el malestar que esas preguntas llenas de noticias picantes y alarmantes provocaban en el primer ministro. Pero al mismo tiempo se preguntaban cómo era posible que un personaje como Berlusconi, con todas las historias de sexo que salían a relucir, se mantuviera como primer ministro. Algo prácticamente imposible en la mayor parte de los países desarrollados.
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