Sáb 01.10.2011

EL MUNDO  › EL MOVIMIENTO FUNDAMENTALISTA EGIPCIO, FAVORITO PARA LAS ELECCIONES DEL 28 DE NOVIEMBRE

Los Hermanos Musulmanes manejan los tiempos

Con el calendario electoral ya fijado, la Hermandad, creada en 1928 y prohibida desde 1954, no quiere apresurarse ni pesar demasiado, ni ser muy visible, ni tampoco conquistar el poder con un solo movimiento. Espera las urnas.

› Por Eduardo Febbro

Desde El Cairo

Hay victorias silenciosas, mesuradas, manejadas con el arte de un relojero que controla a su antojo la mecánica de un reloj: los Hermanos Musulmanes, el movimiento fundamentalista egipcio creado en 1928 y prohibido desde 1954, regula los tiempos políticos, seguro de su victoria pasada y de la que le espera en las urnas el próximo 28 de noviembre, cuando se elija a los representantes de la Asamblea del Pueblo, la Cámara baja. Los Hermanos Musulmanes han sido actores ineludibles de la revolución egipcia de la plaza Tahrir. Sin embargo, con el calendario electoral ya fijado, no quieren apresurarse ni pesar demasiado, ni ser muy visibles, ni tampoco conquistar el poder con un solo movimiento. La divisa de sus creadores dice: “Dios es nuestra meta, el profeta nuestro jefe, el Corán nuestra Constitución, la Jihad nuestro camino, el martirio nuestra esperanza”. El camino de las urnas es un sendero despejado para este grupo arraigado a la raíz del Egipto profundo, presente en los suburbios más pobres con una red de asistencia social de una eficacia que envidiaría hasta el Estado más socialdemócrata del mundo. Pero son discretos, casi impalpables. Apenas triunfó la revolución se aunaron a la coalición democrática formada por algo más de 30 partidos políticos de todas las etiquetas: desde los laicos hasta ellos, presentes con su brazo político, el recién creado Partido por la Libertad y la Justicia.

Azab Mostafa, un miembro de Libertad y Justicia, explicó al diario egipcio Egyptien Al Masry que los Hermanos “redujeron las candidaturas del 50 por ciento al 40 por ciento una vez que ingresaron a la coalición democrática”. La discreción es su identidad. En los años de Mubarak, los Hermanos Musulmanes carecían de existencia oficial y sólo llegaron al Parlamento gracias a pactos con el poder que les permitieron, en 2005, ganar una quinta parte de los escaños con la pantalla de candidaturas independientes.

Los Hermanos son el movimiento político religioso más antiguo del mundo árabe. Su estrategia actual consiste en no infundir miedo, en demostrar que son frecuentables, que la democracia puede contar con ellos, que no son los barbudos agresivos que Occidente pintó en su imaginario. A través de las alianzas con los demás partidos, los Hermanos cuentan con peso en la elaboración de la futura Constitución. Esa es la pesadilla de los partidos laicos de Egipto, tanto los históricos como Wafd, Ghad o el Frente Democrático, o los creados con el terremoto de la revolución de Tahrir, el Partido de los Egipcios Libres o el Partido Social Demócrata. Estos movimientos temen que los Hermanos, a través de su brazo político, el PLJ (Partido de la Libertad y la Justicia), decidan el carácter de la futura Carta Magna y que, con ello, el equilibrio de la igualdad entre los ciudadanos se vea trastornado.

El Islam político y social de la cofradía se buscó una identidad de partido sin las referencias que tanto asustan. En mayo pasado, Mohamed Saad el Katatni, una de las figuras más eminentes de la cofradía, oficializó la rama política de los Hermanos Musulmanes mediante la creación del PLJ, Partido de la Libertad y la Justicia. Según lo definió el responsable del PLJ, Mohamed Morsy, este grupo es un partido “civil con fundamentos musulmanes”. Morsy agregó en conferencia de prensa que “los partidos religiosos pertenecen a la Edad Media”. Prueba de ello, el vicepresidente del PLJ no es otro que Rafik Habib, un prestigioso intelectual cristiano cuya presencia en un partido oriundo de un movimiento islamista suscitó la ira de la comunidad cristiana de Egipto (10 millones de personas). Habib defiende su puesto en una esfera donde nadie oculta que la cofradía busca formar un Estado islámico: “Los Hermanos –dice– quieren un Estado basado en la Charia, pero, al mismo tiempo, un Estado moderno, civil y democrático, con leyes e instituciones que instauren la igualdad de los derechos y los deberes para todos los ciudadanos”.

La historia ha demostrado que la discreción puede ser signo de éxito. A fuerza de sutileza, de segundos planos y de trabajo social disciplinado, los Hermanos sobrevivieron a más de 80 años de represión. Un sondeo reciente muestra que el 75 por ciento de los egipcios tienen confianza en la cofradía. Esta, sin embargo, perdió parte de su consistencia con los efectos de la revolución. Los jóvenes se rebelaron contra el carácter monolítico y rígido de la cofradía y entraron en disidencia. Así crearon el Partido de la Corriente Egipcia. Mohamed Qassas, una de las figuras más visibles de la rama disidente, no cree en una victoria aplastante de los Hermanos: “El mapa de Egipto se modificó, hay nuevos partidos, nuevos sentimientos. Por consiguiente, las elecciones no se pueden analizar con una lupa tradicional”.

El Partido de la Libertad y la Justicia tiene las puertas abiertas. Su programa ha sido lavado de toda referencia islamista. El PLJ aboga por la independencia de la Justicia, la protección del sistema democrático y la instauración de un Estado de Derecho. Uno de los puntos más controvertidos como la creación de un Consejo religioso encargado de dar su acuerdo a las decisiones del Parlamento desapareció de los textos. “Todo cambia en Egipto, incluso los Hermanos Musulmanes”, dice Mohamed Qassas. Los partidos laicos, sin embargo, descreen de ese cambio y acusan incluso a los Hermanos Musulmanes de haber pactado acuerdos secretos con los militares que dirigen el país. Imad Gad, uno de los fundadores del Partido Social Demócrata egipcio, alega que “para los Hermanos los valores no cuentan, lo único que vale es llegar al poder”. La izquierda egipcia y los partidos laicos acusan a los Hermanos de impedir que sus militantes se sumen a las manifestaciones –lo que es cierto, no van– para restarles fuerza a los movimientos sociales que pululan en el país y acorralan al Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas. A cambio de ello, el PLJ habría negociado un peso más consistente en el Egipto democrático en gestación. “Falso”, dicen los Hermanos.

La autonomía del PLJ respecto de los Hermanos Musulmanes es más que discutible. Como lo señala Abdelmoneim Aboulfoutouh, una de las figuras más influyentes de la corriente reformista de los Hermanos Musulmanes, “la cofradía se encuentra bajo presión: por un lado están los jóvenes, que cuestionan la verticalidad, por el otro los reformistas del ala izquierda, más allá están los salafistas –interpretación rigurosa del Islam– y, entre todo esto, el pueblo y sus nuevos interlocutores sociales, esos jóvenes revolucionarios de los Comités populares y los Comités Revolucionarios surgidos con la revuelta de la plaza Tahrir que les disputan a los Hermanos su base social histórica. Muchas cosas al mismo tiempo”. Habrá que ver cómo el gran relojero disciplina una mecánica cuyas piezas ya no domina como antaño.

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