Jue 24.11.2011

EL MUNDO  › OPINIóN

El nuevo mapa vasco

› Por Oscar Guisoni

Las elecciones del pasado domingo cambiaron radicalmente el mapa político en el País Vasco. Los primeros comicios que se realizan sin la amenaza del terrorismo etarra desde el regreso de la democracia, en 1977, dejaron al descubierto la fuerza del sentimiento nacionalista en la región y el gran peso que tiene la izquierda en este entramado. Amaiur, la coalición que representó en esta ocasión el llamado “nacionalismo radical”, con posiciones políticas cercanas a la ETA, se ha transformado en el principal referente nacionalista con siete diputados, mientras el conservador Partido Nacionalista Vasco (PNV) logró por los pelos ser el más votado, aunque sólo cosechó cinco bancas. Ambos partidos serán protagonistas, durante los próximos meses, de las cruciales conversaciones para acabar definitivamente con el terrorismo que deberá enfrentar el nuevo gobierno del Partido Popular.

Desde su nacimiento como grupo armado pro independentista, en 1959, la ETA contó siempre con un sólido respaldo popular en el País Vasco que se expresó históricamente a través de la coalición Herri Batasuna (Unidad Popular, en idioma vasco). En sus mejores momentos, Batasuna llegó a congregar en torno de sí cerca del 20 por ciento del electorado, siendo su feudo tradicional la provincia de Guipúzcoa, en la frontera con el denominado País Vasco francés. La reforma de la ley electoral durante el gobierno del conservador José María Aznar cambió para siempre esta situación. A partir de ese momento a los partidos políticos se les exigió condenar abiertamente la lucha armada si querían gozar de la legalidad democrática, y como la coalición nacionalista se negó, quedó excluida de las elecciones.

Durante la primera década del siglo XXI los nacionalistas de izquierda pagaron un alto precio por estar ausentes de las elecciones. Poco a poco, de la mano de su principal referente, Arnaldo Otegi, fueron llegando a la conclusión de que el terrorismo etarra había dejado de ser una opción política válida para obtener la independencia y que se debía fortalecer la opción política si no querían correr el riesgo de desaparecer como actores importantes en el País Vasco. En 2010 las condiciones para forzar un pronunciamiento de la izquierda nacionalista quedaron plasmadas, luego del fracaso de la última tregua etarra durante el segundo gobierno del socialista José Luis Rodríguez Zapatero.

Fue así como bajo el nombre de Bildu, el nacionalismo radical vasco se presentó a las elecciones municipales el pasado 22 de mayo, obteniendo algunos triunfos importantes, como la Diputación de Guipúzcoa, la alcaldía de San Sebastián y un importante número de concejales en distintos municipios del interior del País. El éxito los llevó a ampliar la coalición independentista, que se presentó el domingo bajo la denominación de Amaiur, logrando seis diputados en el País Vasco y uno en la vecina Navarra, región que el nacionalismo vasco reivindica como propia históricamente. Con esta fuerza electoral (14,8 por ciento de los votos en Navarra, y 24,12 por ciento en el País Vasco), Amaiur formará grupo parlamentario propio en Madrid y se transformará en un interlocutor de primer nivel en las futuras conversaciones que, casi con total seguridad, tendrá que afrontar Mariano Rajoy con lo que queda del aparato militar de la ETA, para cumplir con el desarme total de la organización y llegar a un acuerdo político sobre el futuro de los presos que se encuentran en Francia y España.

El otro actor importante en la culminación del proceso de paz será el Partido Nacionalista Vasco. El PNV fue desalojado del poder en la región en las últimas regionales por una coalición contra natura del PSOE y el PP, y en estas elecciones se jugaba a terminar como fuerza más votada para no perder sus esperanzas de retomar el control del País. Con el 27,42 por ciento de los votos logró el domingo su objetivo de ser la primera fuerza regional, aunque en la distribución de escaños Amaiur tuvo más fortuna. De corte nacionalista conservador, el PNV tiene excelentes vínculos con el Partido Popular y cree poder seducir a las huestes de Rajoy para que lo apoyen en una hipotética coalición regional en la próxima Legislatura. Pero su conservadurismo y sus amigables relaciones con España le ponen muy difícil el objetivo de seducir nuevamente a un electorado cada vez más inclinado por la independencia, más ahora que el militarismo de la ETA no se interpone en su camino.

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