Desde Jerusalén

El aislado régimen de Assad en Siria desafió el ultimátum de la Liga Arabe para que permita una misión de observadores en el país, lo que abrió el camino para que el organismo panárabe imponga duras sanciones. El plazo expiró mientras el aliado Turquía decía que no podía tolerar más el baño de sangre en Siria, advirtiendo que se uniría a las sanciones junto a las potencias árabes si el presidente Bashar al Assad no ponía fin a la ofensiva contra opositores a su gobierno.

La agencia de noticias oficial siria SANA rechazó ayer el ultimátum y acusó a la Liga Arabe de convertirse en una “herramienta de la intervención extranjera” y de seguir una agenda dictada por Occidente para causar caos en Medio Oriente, la región más rica en petróleo del mundo y una de las más convulsas.

“Hay pasos que podemos tomar en consulta con la Liga Arabe”, les dijo a los periodistas el ministro del Exterior de Turquía, Ahmet Davutoglu. “Quiero decir claramente que no toleraremos más el baño de sangre en Siria. La actitud sobre este tema de los países amigos y fraternales es clara.” Siria es uno de los miembros fundadores de la Liga Arabe y un país que se considera un abanderado del nacionalismo árabe. Desde que comenzaron las manifestaciones pro democracia, en marzo, el número de muertos por la ofensiva del gobierno supera los 3500, la mayoría civiles. Esa violencia continuó ayer, con por lo menos cuatro manifestantes muertos por las fuerzas de seguridad.

Mientras prometía aplastar las protestas, Assad pintó el levantamiento como una insurgencia apoyada por el extranjero, y no una revuelta pacífica del tipo que derrocó a los líderes en Egipto y Túnez. Pero su respuesta ha convertido un levantamiento mayormente pacífico en una creciente amenaza a su régimen, mientras soldados desertores junto a civiles armados se volvían contra las fuerzas de seguridad.

En una admisión poco común, el régimen confirmó ayer que los rebeldes habían matado a diez de sus soldados, incluyendo seis pilotos militares de elite. El ejército inmediatamente culpó a “los elementos extranjeros”, reforzando su afirmación acerca de que Siria está enfrentando una insurrección armada.

La Liga Arabe, que recientemente suspendió a Siria, considerada una afrenta humillante para Assad, pidió que el gobierno permita que entre al país una misión de observadores internacionales para monitorear la implementación del plan de paz del dos de noviembre, que pedía el fin del derramamiento de sangre. Aunque Damasco aceptó el trato, no lo ha cumplido y cientos de civiles murieron en el último mes.

La Liga tomó una posición inu-sualmente dura con Siria y le dio plazo hasta las once de la mañana, hora de Greenwich, de ayer para permitir que entren al país 500 observadores. De lo contrario se enfrentaría a un voto de sanciones, que podrían incluir la suspensión de los vuelos comerciales, el congelamiento de cuentas bancarias del gobierno y tratos con el banco central. Siria aceptó permitir sólo 40 observadores. Pero fuentes en el bloque de 22 miembros confirmaron que el plazo había sido extendido hasta el final del día y que en la práctica Siria todavía podía evitar las sanciones si responde antes de la reunión de la Liga Arabe programada para más tarde hoy.

Con Siria ya herida por las sanciones de Estados Unidos y Europa a las exportaciones de petróleo y algunos negocios estatales, la Liga Arabe querrá asegurarse de que sus medidas hagan blanco en el régimen, y no en la población, lo que hace que sea más complicado imponer sanciones como un freno al comercio. El Grupo de Crisis Internacional (GCI) advirtió que el levantamiento sirio estaba entrando en su fase más mortífera. “La crisis puede o no haber entrado en su fase final, pero sin duda entró en la más peligrosa hasta la fecha”, dijo el GCI en un informe.

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.

Traducción: Celita Doyhambéhère.