EL MUNDO
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Identidades y lealtades
Por Norberto Méndez *
La estrategia norteamericana no sólo parece estar fallando en su faz militar en la campaña de Irak, sino también en los pronósticos políticos que auguraban un levantamiento popular contra el régimen de Saddam, por lo menos entre los grupos étnicos y religiosos más opuestos al régimen gobernante. Los norteamericanos no han tenido en cuenta las experiencias anteriores. Ya en la guerra Irak-Irán de 1980-1988 se demostró que las lealtades étnico-nacionales y las religiosas no lograron superar a la lealtad mayor, al Estado-nación que las contenía.
En aquella circunstancia, tanto el presidente iraquí Saddam Hussein como el ayatola Jomeini apostaron a supuestas lealtades automáticas que generaría la misma guerra. La constatación del error de la supuesta solidaridad árabe automática la sufrieron las tropas iraquíes cuando entraron en la provincia iraní de Khuzistán, de mayoritaria población árabe, donde no fueron recibidos como libertadores por la población árabe. Al contrario, prevaleció la lealtad al Estado que los contenía desde hacía siglos por sobre la supuesta solidaridad panárabe. En igual sentido, las fuerzas iraníes no lograron levantar a la población árabe chiíta del sur iraquí contra el apóstata sunnita Saddam Hussein. Aquí predominó también la lealtad al Estado-nación, en este caso iraquí.
Más tarde, durante la Guerra del Golfo de 1990-1991, la rebelión de los chiítas y kurdos iraquíes contra el régimen de Saddam Hussein, alentada por los Estados Unidos, fue reprimida fácilmente por los restos del ejército iraquí derrotado por la coalición aliada de entonces. Poco después se formaría el Consejo Supremo de la Revolución Islámica de Irak, organización que coaligaba a los diferentes grupos militantes de chiítas iraquíes influidos por Irán, el cual formó parte, junto con los partidos kurdos y opositores iraquíes sunnitas, del Congreso Nacional Iraquí, financiado por la administración Bush para derrocar a Saddam. Pero el presidente norteamericano decidió cambiar de planes y, en vez de apoyar la conformación de un Irak democrático gobernado por la oposición, hoy se inclina por un gobierno directo de ocupación al mejor estilo colonial. Otra vez los grupos chiítas del sur, los kurdos del norte y la oposición sunnita quedarían marginados.
En la presente campaña estamos contemplando que en las batallas que se desarrollan en el sur iraquí, de predominio chiíta, incluso en las ciudades santas de Najaf y Karbala, la población no se ha sublevado en favor de los “libertadores” norteamericanos. Ocurre que la lealtad ciudadana al Estado iraquí se está imponiendo por sobre las solidaridades particulares.
* Profesor de Universidad CAECE y de la UBA. Investigador visitante de la American University en El Cairo.