Dom 18.12.2011

EL MUNDO  › ESCENARIO

Lecciones

› Por Santiago O’Donnell

Estados Unidos dio por terminada la guerra y se despidió de Irak con una ceremonia. Se hizo en el aeropuerto de Bagdad, rápido y a los gritos, en un patio vallado con bloques de cemento fortificado, bajo el tableteo constante de los helicópteros y la amenaza latente de un ataque insurgente. A Obama ni se le ocurrió asistir. Hubiera sido demasiada tentación. Entonces Leon Panetta, secretario de Defensa, se hizo cargo del asunto, que no pasó de la hora. Habló delante de unos 200 soldados, de los 4000 que quedan hasta el 31 de diciembre, de los más de 170 mil que ocupaban Irak en el 2007, el pico de la guerra. “Quedan desafíos pero Estados Unidos estará cerca del pueblo iraquí mientras navegan esos desafíos para construir una nación más fuerte y más próspera.” Agradecieron los militares iraquíes, se firmaron documentos. Los abanderados de ambos países desfilaron a la par y en uniforme de gala. Después de los soldados se sacaron fotos abrazados en alegre montón, tipo viaje de egresados.

No fue la despedida más cómoda pero la caretearon bien. Sirvió para decir misión cumplida. No pueden decir que ganaron porque se quedaron con el petróleo, aunque sea la mejor forma de decir que ganaron. No alcanza para justificar los 4487 muchachos que no volvieron a casa, ni siquiera ante una sociedad tan materialista como la estadounidense, mucho menos en medio de una recesión. Tampoco se puede decir que se recuperaron las inexistentes armas de destrucción masiva invocadas por el gobierno de Bush para lanzarse a la invasión en el 2003. Ni que Obama siempre estuvo en contra de la guerra, que dijo que era estúpida.

Entonces hay que decir algo. Hay que decirlo aunque la realidad, el escenario mismo donde se pronuncian las palabras, demuestre otra cosa. Hay que decir ganamos, ganaron los buenos, ganó la democracia entre bloques de concreto vigilados por helicópteros artillados. Según el New York Times, hace unos meses los militares estadounidenses debieron cancelar las ceremonias abiertas de entrega de mando a los militares iraquíes de las más de 500 bases que llegaron a tener en ese país. Resulta que los insurgentes aprovechaban esas ceremonias para atacar a las bases. A partir de entonces los traspasos empezaron a hacerse en pequeños actos a puertas cerradas en los que las partes firman documentos, se dan la mano y se les entregan las llaves de la base a los militares iraquíes, informa el diario.

“Según fuentes militares, las tropas que permanecen todavía son atacadas a diario, principalmente por ataques de fuego indirecto sobre estas bases y por bombas a la vera del camino, contra convoyes que se dirigen al sur a través de Irak bases en Kuwait”, agrega el principal matutino estadounidense.

El propio Panetta reconoció en su discurso que el futuro de Irak no será sencillo. “Déjenme ser claro: Irak será desafiado en los próximos días. Por el terrorismo, por aquellos que buscan dividir, por temas sociales y económicos y por las demandas de la democracia misma”, advirtió el funcionario. Pero no se privó de agradecerles a los soldados por el “increíble progreso” que habían logrado en ese país.

Porque podrían haberse ido en silencio, pero tenían que decir algo. Se vienen las elecciones y había que mostrar que Obama había cumplido su promesa de la campaña anterior de terminar la guerra. Especialmente ahora, había que decirlo porque una guerra más o menos, con el petróleo manoteado pero no asegurado, es mejor una guerra así que una gran recesión.

Para la campaña, mejor la despedida de Irak que la crisis en la economía. Y Obama está en campaña. Entonces sale de gira por los cuarteles y los pueblos homenajeando a los soldados, proclamando que el esfuerzo no ha sido en vano. El jueves pasado cerró con un discurso en Fort Bragg, la base más grande del país, en el sur profundo, ante un auditorio de soldados que volvían de la guerra. “Hace mucho que espero pronunciar estas tres palabras: ¡Bienvenidos a casa!”, exclamó el comandante en jefe.

Obama dijo que había que aprender de la experiencia. “Funcionarios e historiadores continuarán analizando las lecciones estratégicas de Irak y nuestros comandantes incorporarán las duras lecciones en campañas militares futuras”, auguró. “Pero la lección más importante que podemos tomar de ustedes no es la de estrategia militar, es la lección sobre nuestro carácter nacional.”

Linda lección. Un país los manda a la guerra y ellos pelean. No importan el enemigo ni tampoco la excusa. Cuando llega la orden, hay que pelear. El tiempo pasa, los países cambian, las generaciones se suceden, pero lo que nunca cambia es el sentido del deber, el “carácter nacional”, explicó Obama en Fort Bragg.

Lo hizo con estas palabras: “Nunca se olviden de que ustedes son parte de una línea inquebrantable que se extiende a lo largo de dos siglos, desde los colonos que derrocaron al imperio, hasta sus abuelos y padres que enfrentaron al fascismo y al comunismo, hasta ustedes que lucharon por los mismos principios en Fallujah (Irak) y Kandahar (Afganistán), e hicieron justicia con aquellos que nos atacaron el 11-S”.

Lecciones de estrategia para los comandantes y los manuales que dirigirán la próxima guerra, lecciones de la fortaleza espiritual para inspirar a las víctimas de la recesión doméstica. Democracia en Irak, nación próspera, refundada y pacificada. Misión cumplida.

Suena a tomada de pelo pero algo había que decir. Arrancan las primarias republicanas y faltan once meses para las elecciones presidenciales. No se les puede dejar la cancha mediática a Newt Gengrich, Mitt Romney y compañía, por más que insistan en autodestruirse.

La guerra dejó de ser noticia pero está metida en la piel de los estadounidenses, en películas, en noticieros y series de televisión, en el folklore country, en los homenajes antes de cada partido de béisbol y fútbol americano, en los monumentos, en los cementerios de pueblos perdidos y grandes ciudades.

Se van de Irak y atrás queda un país en ruinas. En los nueve años que estuvieron ahí la guerra mató a un millón y medio de civiles. ¿Para qué? Algo había que decir para tapar el ruido de los helicópteros, el ruido de Vietnam. Tuvieron que proclamar el triunfo de la libertad desde un bunker fortificado. Decir que ganaron por todo lo que perdieron. Hablar de lecciones en heroicos discursos para la campaña, como si no hubieran aprendido nada.

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