EL MUNDO
› HABLA SHLOMO BEN AMI, EX CANCILLER ISRAELI Y NEGOCIADOR DE PAZ
“No se puede imponer democracia”
Shlomo Ben Ami fue el último canciller israelí que negoció la paz con los palestinos. En diálogo exclusivo con Página/12, atacó a Saddam Hussein y negó que EE.UU. pudiera prescindir del sistema internacional.
› Por Claudio Uriarte
–Antes del inicio de este conflicto, se decía que sería favorable para Israel, o al menos para el actual gobierno de Ariel Sharon. ¿Usted qué piensa?
–La eliminación de armas de destrucción masiva que pueda utilizar un gobierno del tipo de Saddam Hussein es muy importante, y es el sueño de todos los países de Medio Oriente. En este sentido, el mundo árabe está teniendo un discurso doble, en que a escondidas dicen que su sueño dorado es que desaparezca el régimen de Saddam pero por arriba dicen otra cosa.
–También se especuló con la posibilidad de que Saddam Hussein buscara una suerte de escalada horizontal del conflicto, en que atacara a Israel, de modo de convertir el conflicto en una guerra panárabe-israelí.
–No creo que tenga interés. Saddam Hussein, hasta cierto límite, está ganando la guerra de la opinión pública. No es su intención estropear ese logro atacando a Israel o usando armas de destrucción masiva. Una segunda razón es que no hay coalición. En la Guerra del Golfo de 1991 había una coalición internacional, y el ataque contra Israel la destruía. Hoy no existe coalición que disolver.
–A los ojos de mucha gente, el ataque parece estar saliendo bastante mal para EE.UU. Parecen haber previsto una masa de deserciones y un colapso del régimen que no se están verificando...
–Por ahora han pasado sólo dos semanas; usted sabe que la Guerra del Golfo tardó 43 días, y eso sin invasión terrestre. Hay que tener un poco de paciencia. Creo que hay un momento en que eso puede producirse, y es muy difícil de detectar: cuándo empieza la quiebra. No sé qué harán los norteamericanos cuando lleguen a Bagdad; cuál será el siguiente paso. Mi impresión es que no harán un cerco de la ciudad, sino que tratarán de consumar una acción decisiva. Pueden tratar de hacer una carrera entre estas dos líneas: la de la campaña militar y la de la opinión pública. Esta última es más difícil. Estoy de acuerdo con que la población no salió a la calle. Pero es que las dictaduras suelen ser regímenes que no reprimen. No necesitan hacerlo: el miedo reprime. La democracia es la que necesita disolver manifestaciones, dar palos... ¿Ha visto usted alguna vez a un policía pegándole a un manifestante en Bagdad?
–Algunos comparan la invasión angloestadounidense de Irak a la israelí del Líbano.
–Cierta analogía existe. Pero eso de que esperas entrar en un país, y que te aplaudan, y que efectivamente te aplaudan, pero después te rechazan, es un modelo bastante recurrente en la historia. No rechazo la analogía, pero, mutatis mutandis, estamos en lo que decía Oscar Wilde: que la diferencia entre la civilización y la barbarie es el matiz.
–Toda esta operación se planeó en base a un proyecto de rediseño global centrado en la democratización de Irak. Toda esta serie de bajas civiles, ¿no están conspirando contra este propósito?
–Personalmente no acepto la premisa de la acción norteamericana; creo que se han equivocado en la cuestión cultural. No creo que pueda surgir una democracia a través de una guerra en Irak. Dicho sea de paso, Irak es una de las sociedades más sofisticadas en Medio Oriente: tiene una clase media, tiene una cierta tradición. Claro, padece del impacto de los años de dictadura, por lo cual, si se le dejara desarrollar los ingredientes internos de un saneamiento, la democratización sería posible. Pero veo difícilmente aplicable una guerra que venga a implantar desde afuera una democracia. Las democracias no se crean por decretos presidenciales. Son un proceso, toman su tiempo, y el mundo árabe es el único espacio que no ha entrado aún en la democracia, ni en la globalización. Las alternativas ahí suelen ser entre dictaduras laicas y democracias islámicas. El mejor ejemplo es el de Argelia a principios de los años ‘90, cuando por primera vez se hicieron elecciones absolutamente libres y el resultado fue que el Frente Islámico las ganó. A consecuencia, el ejército intervino y estableció un régimen militar. Si hoy (el presidente egipcio Hosni) Mubarak desaparece, que no lo deseo, las alternativas serían o los Hermanos Musulmanes o una dictadura más férrea. Y ése es un concepto que los norteamericanos deberían entender.
–Pero ellos contestarían que el establecimiento de democracias en Alemania y Japón, después de la Segunda Guerra Mundial, tuvo su origen en campañas militares...
–Eso es verdad. Pero hay aquí una diferencia muy importante. Es la cultura económica industrial de Alemania y de Japón. La democracia es algo que acompaña al surgimiento de la clase media y la industrialización. Eso existía en Alemania y Japón, y no existe en el mundo árabe. Cuando se implantó la democracia en Japón, se lo hizo sobre la base de una estructura socioeconómica moderna. También es el caso de España: la democracia se hace posible porque la base socioeconómica ya existe. E incluso en estos casos, fue necesario el Plan Marshall.
–¿Cuál sería el escenario más probable para el Irak de posguerra?
–Estados Unidos, después de esta guerra, y si quiere tener verdadero éxito, tiene que seguir los consejos de Tony Blair, que tiene una visión más correcta. Hay que diluir el elemento norteamericano, internacionalizar la reconstrucción de Medio Oriente a través de las instituciones y la legalidad internacionales, de la ONU. Si EE.UU. no hace eso, se convertirá inmediatamente en un poder imperial. De un salvador, se convertirá en un ocupante. Esa es la clave. Bush no tuvo éxito en la construcción de una coalición bélica. Tiene que ser capaz de crear una alianza posterior. Porque el desbarajuste y el descalabro de la posguerra serán enormes.
–¿Cuál es el nivel de la colaboración con Irak de Irán y Siria?
–No creo que sea mucha. Ellos temen el efecto dominó: por eso quieren ver a EE.UU. complicándose la vida más y más, con nuevos vientos de protesta regional surgiendo, para descarrilar todo el proyecto neoconservador estadounidense. Desde el punto de vista de los que no quieren cambiar, su postura es lógica, pero no los lleva a ningún lado, porque al final tienen que resolver los problemas de sus países, de sus propios pueblos, y eso es lo que no están haciendo.
–Esta situación en que el nuevo gobierno islamista de Turquía bloqueó la entrada de tropas norteamericanas, ¿significa la ruptura de la alianza informal tripartita entre Turquía, EE.UU. e Israel?
–Las relaciones estratégicas entre Israel y Turquía no pasan por EE.UU. Son bilaterales, no tripartitas. Tampoco hay que exagerar la importancia de estas relaciones: son relaciones importantes para Turquía e Israel, y yo espero que se mantengan. La singularidad de Turquía en el mundo musulmán es que se trata de un país con raíces más diversas, con proyecciones hacia Europa e Israel. El hecho de que no hayan dejado a los norteamericanos abrir un frente norte responde a sus problemas internos. José María Aznar tiene el mismo nivel de oposición interna a una acción contra Irak que Recep Tayyip Erdogan, pero Aznar pudo tomar una decisión en ese sentido porque la democracia española está mucho más sólida. En Turquía, con un gobierno islámico, con el ejército detrás, sintieron que no podían arriesgarse.
–Mubarak dijo el otro día que esta guerra producirá un centenar de Osama bin Laden. ¿Usted qué piensa?
–Es posible. Creo que hay una sensación de gran humillación en el mundo árabe. Nadie pensó que esta guerra, con sus imágenes en las televisoras árabes, iba a producir un gran júbilo entre ellos. Hay una gran frustración entre los jóvenes árabes en relación a sus líderes, y ellos critican a EE.UU. por apoyar a sus líderes. Y ésa es la razón de que sus líderes hagan declaraciones contra EE.UU. Por eso, Mubarak tal vez esté en lo cierto, pero él piensa que la solución la tiene EE.UU.; yo creo que la solución la tiene él: que democratice, que desarrolle, que cree transparencia, que elimine los gérmenes del binladenismo en la sociedadárabe. A veces Mubarak habla como si fuera un comentarista de televisión. Pero, señor –uno se siente tentado a decirle–, usted no es un comentarista de televisión; usted es un líder.
–Usted negoció personalmente con Yasser Arafat hasta el “casi éxito” de las negociaciones de 2000. ¿Qué pasó?
–Arafat no negocia. Arafat dice cosas. Negocia su equipo; él es una especie de “padre espiritual” de la causa. Pero, ¿qué pasó? Cuando yo le decía que hacía falta negociar, él me contestaba: “Yo no negocio, yo soy un hombre que toma decisiones”. Pero resultó que no sólo no negociaba, sino que tampoco tomaba decisiones.
–Israel construyó la posición de Arafat como negatoria de su derecho a la existencia, por reivindicar un retorno de los refugiados palestinos que lo hubiera liquidado demográficamente.
–Yo creo que es verdad.
–¿Piensa en negociar con Arafat?
–No; con él, no. Yo ya no creo en negociaciones, sino en la posibilidad de un acuerdo que venga desde afuera, casi impuesto sobre las partes.
–¿A través del llamado “Cuarteto”? Esa es una construcción bastante anómala, en que está la ONU, pero también la Unión Europea, pero también Rusia, pero también EE.UU., todos los cuales son a su vez miembros de la ONU...
–No, el Cuarteto es EE.UU. Israel no dará credibilidad a una Europa que no tiene una política común, y en que Francia tiene una voz privilegiada. Creo que el concepto general de esta guerra está equivocado, pero yo prefiero equivocarme con EE.UU. a tener razón con algunos otros. Sin embargo, tampoco quiero un mundo unilateral, y creo que ésta es la buena noticia de que la guerra esté yendo mal: que enseñará a EE.UU. que no puede prescindir de un sistema internacional.