Jue 03.04.2003

EL MUNDO

Abriendo el frente oeste para lanzarse hacia Bagdad

En teoría, hay sólo 4000 tropas norteamericanas en Jordania, destinadas a operativos de seguridad. En la práctica, habría 10.000 soldados que se unirán más tarde al cerco sobre la capital iraquí.

› Por Eduardo Febbro

Una manada de ovejas se confunde en el horizonte con la interminable extensión de piedras negras del desierto. No hay arena sino una inabarcable marea de piedras oscuras que acarician los bordes de la frontera entre Irak y Jordania. Ahí está la línea, el misterio, el punto de ruptura entre el mundo autorizado, el de los campos de refugiados vacíos, y el de las bases norteamericanas situadas a caballo entre Irak y Jordania. El rugido de los aviones es esporádico pero presente. “Acá, uno tiene la impresión que la nada lo va a tragar en cualquier momento”, dice el traductor. Uno de los pastores cuenta después: “Por la noche, a veces es difícil dormir. Los aviones y los helicópteros parten a intervalos regulares hasta el amanecer”.
Oficialmente, las tropas norteamericanas desplegadas en Jordania están ahí únicamente para supervisar el dispositivo de los misiles anti-misiles Patriott y garantizar un mínimo de seguridad en caso de problemas. Oficialmente, esas tropas no son más de 4000. Fuentes autorizadas pero anónimas hablan de más de 10.000. No hay ninguna información sobre las operaciones que se llevan a cabo en el oeste de Irak, la gran zona desértica atravesada por la ruta entre Ammán y Bagdad. Pero la ausencia de información no significa que los movimientos no existen. El eco de los aviones y de los helicópteros prueba, al contrario, que los desplazamientos son constantes. Los testimonios de quienes van y vienen de Bagdad a Ammán son irrefutables, así como las imágenes obtenidas por el canal francés TF1 cuyos periodistas, “armados” con la imposible visa, lograron pasar del otro lado. La ruta está en parte destruida, salpicada de autos y camiones calcinados y de algunos pueblos ínfimos donde los aviones norteamericanos destruyeron los edificios oficiales y, por “error”, dos hospitales. A menos de 100 kilómetros del puesto fronterizo de Karama hay un check point compuesto por fuerzas especiales norteamericanas y australianas.
Esa es la denominada zona “H”, lugar estratégico y vital entre tantos cuyo control pasó a manos de la coalición anglonorteamericana durante el segundo día de la guerra. El sector fue objeto de cuidados especiales e inmediatos por parte de los estrategas de la Casa Blanca. Aunque muy alejado del teatro de operaciones real, es decir el sur de Irak y las rutas que conducen a Bagdad, la zona “H” no deja de ser menos estratégica. Geográficamente, el sector “H” es el único desde donde Irak podía lanzar sus misiles Scud contra Israel. En la fase actual del operativo, la zona “H” presenta atributos estratégicos vitales que exceden en mucho la protección del Estado del Israel. En ese sector hay dos aeropuertos, H2 y H3, que servirán de base para la próxima etapa militar. En setiembre del año pasado, los aeropuertos, uno situado a 350 kilómetros de Bagdad y el otro a 380, fueron bombardeados con saña por unos 100 aviones norteamericanos y británicos. Ese operativo de “preparación anticipada” revela la importancia del lugar y el secreto que rodean las actividades que las fuerzas armadas norteamericanas realizan desde territorio jordano. H3 es un extenso complejo que reagrupa varias bases que constan de seis pistas de aterrizaje indispensables para organizar el cerco de Bagdad. Dos de las seis pistas tienen cuatro kilómetros de largo, una distancia suficiente como para que puedan aterrizar aviones de transporte pesado. Según varios analistas locales, H2 y H3 constituyen un eje primordial del dispositivo cuya utilidad se asemeja en mucho a lo que ocurrió durante la guerra en Afganistán con una zona estratégica de Kandahar, la sede delpoder talibán de entonces. En el curso de setiembre del año 2001, las fuerzas especiales norteamericanas se apoderaron de una base interior controlada por los talibanes. Ello permitió más tarde utilizar esa base como “resorte” local para ampliar al radio de acción de las tropas que se desplegaron en territorio afgano sin tener que correr riesgos excesivos con un masivo despliegue terrestre.
H2 y H3 son capaces de recibir divisiones enteras transportadas por avión, especialmente la 82 División Aerotransportada, la cual luego puede ser llevada a los puntos candentes mediante los C17 Globemaster. El contexto actual parece darle la razón a los análisis escuchados en Ammán desde hace una semana. Sin la posibilidad de abrir un frente por el norte debido al rechazo turco de permitir el despliegue de 60 mil soldados norteamericanos en su territorio, el frente oeste se convierte en una de las alternativas más seguras. Si hace falta ahogar la capital iraquí, aportar más hombres y material a partir de una ruta nueva, sólo el oeste de Irak ofrece esa alternativa.
El misterio que rodea las operaciones efectuadas a partir de Jordania y el hostigamiento constante soportado por los vehículos que atraviesan la ruta se explican en parte por la existencia de esos dos sectores, H2 y H3, controlados por una fuerza tripartita: norteamericanos, británicos y australianos. Hace dos días, un bus lleno de escudos humanos que regresaban de Bagdad fue bombardeado por baterías de la coalición entre los dos sectores. En Rueished, los periodistas hacen apuestas, cuentan los aviones y los helicópteros, tratan de adivinar el modelo según el rugido de los motores y esperan que, tal vez mañana, la frontera se abra de una vez y así ver de cerca los estratégicos sectores H2 y H3. Por ahora, lo único real es la piedra negra del desierto y los precios.
Este pequeño pueblo de 4000 habitantes vio llegar un ejército de inesperados desconocidos. Centenares de periodistas que deben pagar el doble o el triple de lo que cuestan las cosas en Ammán. Cien dólares al día por una habitación miserable con vista a la base aérea, mil dólares al mes por una casa, es decir, cuatro muros y una cocina sucia. En la planta baja del hotel Chat el-Arab, un oportunista saltó sobre la ocasión. Abrió un negocio donde se compra y se vende de todo, desde diarios hasta galletitas y lapiceras. Lo pintó a mano pero le puso un nombre emblemático: “Bagdad Café”.

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