El primer ministro iraquí, el chiíta Nuri al Maliki, no descartó ayer la posibilidad de una ruptura del gobierno de unidad nacional con los sunnitas y los laicos, que se mantienen en el poder desde hace un año. La advertencia de Maliki coincide con un agravamiento de las tensiones por una orden de arresto difundida el lunes por la magistratura contra el vicepresidente sunnita Tareq al Hashemi, en el marco de una investigación por terrorismo. El premier pidió a la región autónoma del Kurdistán, donde Hashemi pasó el fin de semana, que lo entreguen a la Justicia. Pero es difícil que eso pueda darse por el momento. Hashemi afirmó que las acusaciones en su contra fueron montadas con objetivos políticos. La creciente tensión entre sunnitas y chiítas hace temer un regreso de la violencia interconfesional a los peores niveles de 2006 y 2007.
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