Dom 22.01.2012

EL MUNDO  › ESCENARIO

Yu

› Por Santiago O’Donnell

Un reconocido disidente chino acusó esta semana a fuerzas de seguridad estatales de ese país de desnudarlo y golpearlo hasta desmayarlo y después amenazarlo con subir fotos suyas desnudo a Internet, informa el diario británico The Guardian.

Yu Jie (foto), biógrafo del Premio Nobel de la Paz Liu Xiaobo, realizó la denuncia tras abandonar China con su familia para radicarse en Estados Unidos, señala el periódico. En un extenso comunicado, Yu, de 38 años, señaló que la censura oficial lo había convertido en una “persona inexistente en el espacio público”, ya que no podía publicar en su país. Pero los problemas crecieron cuando se anunció el Nobel de Liu en octubre del 2010, dijo Yu. “Detenciones domiciliarias ilegales, torturas, vigilancia, rastreos y la obligación de hacer ciertos ‘viajes’ pasaron a ser parte de mi rutina diaria”, denunció.

El día de la entrega del Nobel el mes pasado, policías no uniformados lo secuestraron, lo encapucharon y le pegaron en la cara y la cabeza, denunció. “Me quitaron la ropa y me empujaron al piso y empezaron a patearme maniáticamente. Mientras tanto me sacaban fotos.” Yu describió cómo siguieron golpeándolo y amenazándolo y diciéndole que se estaban vengando del Premio Nobel de Liu, que “humillaba al gobierno y al partido,” hasta que Yu se desmayó del dolor. Entonces lo llevaron a un hospital. Al día siguiente mandaron a decirle que todo había sido un malentendido, contó el disidente.

Es difícil hablar de derechos humanos en un país que entre 1981 y 2004 sacó a más de 600 millones de personas de la pobreza, según estadísticas del Banco Mundial.

Es más difícil hablar cuando ese país, a partir de su elevado desarrollo económico, se ha convertido en un socio comercial clave de buena parte de los países del mundo, incluyendo casi todos los más importantes.

A ningún régimen le gusta que le marquen desde afuera lo que tiene que hacer, menos a uno que ha sabido enfrentar con éxito tremendos desafíos como el control de la natalidad y el combate del hambre a gran escala, y que navega con aparente soltura una crisis económica que ha puesto en jaque al sistema capitalista.

Pero China es signataria de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948, que establece un piso mínimo de libertades fundamentales y derechos humanos, además de derechos sociales y económicos. El informe de Amnesty International para el año que acaba de cerrar sugiere que lo que denunció esta semana Yu no es un caso aislado.

“El gobierno chino respondió a una floreciente sociedad civil encarcelando y persiguiendo a personas por expresar pacíficamente su opinión, tener creencias religiosas desaprobadas por el Estado, propugnar la reforma democrática y los derechos humanos y defender los derechos de otras personas. El cortafuegos de Internet siguió bloqueando varios sitios webs de redes sociales populares. Las autoridades continuaron reprimiendo a la población tibetana, urgur y mongola, así como a otras minorías étnicas. En el ámbito internacional, China se mostró más segura y agresiva al castigar a los países que criticaron públicamente su actuación respecto de los derechos humanos”, dice el informe.

Con respecto a la libertad de expresión, señala: “Una nueva disposición, artículo 28, la ley de Secretos de Estado modificada, en vigor desde el 10 de octubre, que exigía que las empresas de Internet y telecomunicaciones cooperasen en las investigaciones sobre filtraciones de ‘secretos de Estado’ so pena de ser enjuiciados. Las autoridades mantuvieron un control de las noticias en Internet, concediendo licencias sólo a grandes sitios webs respaldados por el gobierno. Muchas redes sociales y webs de contenidos compartidos siguieron bloqueados, como Facebook, Twitter, YouTube y Flickr”.

Con respecto a los derechos religiosos, el informe dice: “Las autoridades reanudaron la campaña para ‘transformar’ a los practicantes de Falun Gong, que exigían que las prisiones y centros de detención obligaran a los reclusos de Falun Gong a renunciar a sus creencias. Por lo general, las personas consideradas ‘testarudas’, es decir, que se negaban a firmar una declaración en este sentido, eran torturadas hasta que cooperaban, y muchas morían en detención o poco después de ser puestas en libertad. Los miembros de Falun Gong seguían siendo objeto de operaciones de seguridad antes de los acontecimientos nacionales importantes”.

Con respecto a las torturas y la pena de muerte, el informe señala: “La tortura y otros malos tratos seguían siendo endémicos en los centros de reclusión. Amnistía Internacional recibió informes sobre muertes bajo custodia, algunas de ellas por torturas, en diversas instituciones del Estado, incluidas prisiones y centros de detención de la policía. En julio se introdujeron nuevas normativas destinadas a reforzar la prohibición del uso de pruebas orales ilegales en las causas penales, como confesiones obtenidas bajo coacción. Sin embargo, la Ley de Enjuiciamiento Criminal china no se había reformado aún para prohibir expresamente el uso de confesiones obtenidas bajo tortura y malos tratos como pruebas ante los tribunales [...] Las estadísticas sobre condenas a muerte y ejecuciones seguían siendo información clasificada. Sin embargo, los datos disponibles públicamente indicaron que China continuaba utilizando ampliamente la pena capital, pues se llevaron a cabo miles de ejecuciones tras juicios injustos. Varios casos de personas inocentes condenadas a muerte o ejecutadas se convirtieron en temas candentes de debate público, lo que presionó a las autoridades para que abordasen la cuestión”.

Es entendible que para manejar una población de mil cuatrocientos millones de habitantes hace falta un poco más de, digamos, disciplina, de la que una mente aburguesada esté dispuesta a aceptar, y es indudable que el pueblo chino, con su sabiduría ancestral, reconoce y legitima el rol del Partido Comunista chino como ordenador de la realidad que le toca vivir.

Entonces, con la cordialidad que piden las buenas relaciones y respetando siempre la soberanía de los pueblos y sus representantes, se agradece la posibilidad de conocer el testimonio del señor Yu. Son detalles que ayudan a la buena convivencia, más allá de lo que hagan o dejen de hacer los demás países.

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