EL MUNDO › DE NUEVA ORLEáNS A FUKUSHIMA, LAS VíCTIMAS MEDIOAMBIENTALES
Un informe de la Organización Internacional de las Migraciones arroja este dato: hoy los accidentes naturales provocan éxodos masivos y son la primera causa de las migraciones humanas.
› Por Eduardo Febbro
Desde Ginebra
Los desplazamientos de poblaciones ligados a los desastres climáticos y medioambientales han superado a los provocados por los conflictos armados. Lo que parecía una ficción para películas de gran espectáculo se ha vuelto una realidad durante la primera década del siglo XXI. Un informe publicado en Ginebra por la Organización Internacional de las Migraciones, OIM, junto con el Instituto de De-sarrollo Sustentable y de Relaciones Internacionales, Iddri, da cuenta de este fenómeno nuevo que afecta a todos los continentes. El informe, State of Environmental Migration 2010, presenta un cuadro de cifras significativo: en 2008, 4,6 millones de personas tuvieron que desplazarse dentro de sus países a raíz de un conflicto armado mientras que otras 20 millones tuvieron que hacerlo debido a una catástrofe natural. Las cifras no han hecho más que ir en aumento: en 2009 hubo 15 millones de desplazados “medioambientales” y en 2010 la cifra subió a 38 millones. Hoy, el desplazamiento climático o medioambiental es la primera causa de las migraciones humanas. Se pueden contrastar estas cifras con el número de refugiados políticos que hay en el mundo: 16 millones de personas, 12 millones sin los palestinos.
Las hecatombes medioambientales destacadas en este exhaustivo trabajo no atañen sólo a las que podrían denominarse naturales y violentas sino, también, los procesos más lentos que terminan por modificar la relación del ser humano con el lugar en el que vive. Un ejemplo de desplazamiento climático involuntario es lo que ocurrió en Nepal con la desaparición de los glaciares del Himalaya. Los glaciares se fueron derritiendo, el agua desbordó los llamados ríos glaciares y ello acarreó poderosas inundaciones que obligaron a las poblaciones al desplazamiento. Tsunamis, terremotos, inundaciones en Tailandia, China o Filipinas, sequías en Sudán, el accidente de Fukushima, tempestades en Europa, todos estos accidentes naturales violentos provocaron masivos desplazamientos. Y el futuro no se anuncia mejor. François Gemenne, investigador en el seno del Iddri y coordinador del informe, prevé que “en 2011 las cifras sean similares a las de 2010”. La degradación paulatina del medio ambiente provocada por el hombre tiene también una influencia determinante en este flujo migratorio. Un ejemplo de ello es lo que ocurre en Brasil. El informe de la Organización Internacional de Migraciones cita el ejemplo de lo que ocurre en el Noreste de Brasil. En el Amazonas, la desforestación trajo consigo la ocupación de las tierras pero luego, una vez que los suelos arrasados llegaron al límite de su capacidad, las poblaciones que se instalaron allí no obtienen más recursos y deben migrar.
Los desplazamientos medioambientales tienen un carácter más dramático que las migraciones económicas. En primer lugar, en muchos casos, los países que se ven confrontados a esos problemas no son directamente responsables de los cambios climáticos que inducen al desplazamiento poblacional. En segundo, contrariamente a lo que ocurre con los migrantes económicos que parten en busca de una mejor vida, los ya casi refugiados medioambientales no entienden lo que les ocurre y esperan siempre poder regresar a sus tierras, lo que es prácticamente imposible. En ambos contextos, uno de los mayores de-safíos consiste en lograr que los países directamente responsables de los cambios climáticos y, por consiguiente, de la migración medioambiental, alimenten un fondo para ayudar a los países que son víctimas de las variaciones climáticas. El dispositivo ya fue evocado durante la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el clima celebrada en Cancún (México) en 2010. El artículo 14-F se refiere a las migraciones y desplazamientos conectados con los cambios climáticos y aborda un paquete de medidas que deberían financiarse con un Fondo Verde. Sin embargo, existe el artículo pero el fondo está vacío. Los países ricos se comprometieron a aportar 100 mil millones de dólares por año a dicho fondo, pero recién a partir de 2020. A un ritmo de casi 40 millones de migrantes medioambientales por año, dentro de ocho años habrá 320 millones de desplazados sin asistencia internacional alguna. La arquitectura jurídica internacional existente no ampara a esos refugiados. La convención de Ginebra sobre los refugiados adoptada en 1952 no contempla el esquema de la migración medioambiental, en especial porque esos desplazados se mueven casi exclusivamente dentro de las fronteras de sus países. En junio de 2011, el alto comisionado de las Naciones Unidas para los refugiados, Antonio Guterres, había intervenido a fin de que se adoptaran “nuevas medidas para enfrentar los desplazamientos de poblaciones generados por los cambios climáticos y las catástrofes naturales”.
Todos los expertos se preparan para un futuro climático accidentado. François Gemenne adelanta que “es preciso reflexionar ahora sobre un contexto de fuerte calentamiento, lo que va a implicar una nueva distribución de las poblaciones en la superficie del globo. Hay zonas que dejarán de ser habitables y sus habitantes deberán migrar”. Dos informes paralelos vienen a sustentar la tesis de que el mañana será peor. Uno, se trata de un estudio estadístico elaborado por el Centro de Investigaciones de la Epidemiología del Desastre (CRED) de la Universidad católica de Louvain (Bélgica) y que muestra cómo, desde 1970, los desastres han ido en constante aumento. El segundo trabajo es el informe especial publicado en noviembre pasado por el GIEC, el Grupo de Expertos Intergubernamental sobre la Evolución del Clima. El GIEC prevé que los accidentes meteorológicos extremos irán en constante aumento en los próximos años.
El informe State of Environmental Migration analizó situaciones climáticas extremas incluso en los países ricos, en este caso Francia. El trabajo se concentró muy especialmente en las crisis climáticas que estallaron en 2010 en Pakistán (inundaciones), en Rusia (incendios forestales), en Haití y Chile (terremotos) y en Francia (tempestades). El caso francés ilustra que ni siquiera los países ricos están al abrigo de los desplazamientos de poblaciones obligados por el clima. La tempestad Xinthia azotó la costa atlántica francesa entre el 26 de febrero y el 1º de marzo de 2010. Su paso dejó un saldo de 59 muertos y miles de desplazados permanentes. Dada la exposición de varias zonas a posibles tempestades futuras, el gobierno francés las decretó inhabitables. Con ello, miles de personas que vivían en las zonas se vieron obligadas a dejar sus casas y sus tierras para siempre. En este contexto preciso y luego de analizar los errores cometidos por los poderes públicos franceses en la gestión de esta crisis, la OIM destaca la importancia de la preparación de las políticas públicas para administrar las catástrofes climáticas mayores. Es lícito citar el desastre, a la vez climático y político, a que dio lugar el huracán Katrina, que golpeó Nueva Orleáns en 2005. 1.200.000 fueron desplazadas y una tercera parte de los habitantes nunca regresó a sus hogares.
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