EL MUNDO › DESDE EL PASADO MARTES, Y HASTA ANOCHE, FUERON REGISTRADOS 83 ASESINATOS EN BAHíA, BRASIL
El caos reinante en Bahía no es un fenómeno aislado. Hace poco, en las provincias de Maranhao y Ceará, los uniformados también dejaron a la población desprotegida. El gobernador Jacques Wagner dice que podría negociar, pero no bajo presión.
› Por Eric Nepomuceno
Desde Río de Janeiro
Desde el pasado martes, y hasta las ocho y media de la noche de ayer, fueron registrados 83 asesinatos en Bahía. Solamente ayer, entre las seis de la mañana y las ocho de la noche, fueron 13 muertes violentas en Salvador, la capital. Casi un asesinato cada hora. El gobierno federal despachó para Bahía 3500 integrantes de la llamada Fuerza de Seguridad Nacional, una mescolanza de policías militares de otras provincias con tropas del Ejército, la Marina y la Fuerza Aérea. Y despachó también una tropa de la Policía Federal, con la misión específica de detener a los doce cabecillas de la huelga, declarada ilegal por la Justicia.
En pleno verano, y a poco de empezar el alucinado carnaval que suele reunir a centenares de miles de personas, Salvador es un caos total. Imágenes de tropas del Ejército haciendo la seguridad de partidos de fútbol, o de circunspectos policías de provincias lejanas patrullando playas salpicadas de deslumbrantes muchachas doradas se contraponían a otras, las de la periferia de la ciudad, donde los saqueos y los enfrentamientos entre bandas armadas imponían una atmósfera de pánico. “Lo peor de todo son los rumores –se quejaba al principio de la noche un exhausto teniente de la Policía Militar, que no se había sumado a la huelga–. Nadie sabe lo que ocurre o lo que es puro palabrerío.” Entre una confirmación y una duda, el comercio de Salvador cierra a las cuatro de la tarde, las noches del verano se quedaron vacías de gente, y la cosa se puso realmente fea. Como suele ocurrir, los barrios de clase media ponen el pavor y las quejas, los periféricos y de miseria ponen los muertos.
¿Qué quieren los policías en huelga? Que se les doble el sueldo, que pasaría de 1500 reales a unos tres mil (es decir, de unos 3750 a 7500 pesos mensuales). El gobernador Jacques Wagner, del PT, dice que está dispuesto a negociar, pero no bajo presión. No dice si tendrá condiciones de doblar el sueldo mensual de una fuerza de seguridad de treinta mil integrantes. Se limita a repetir que compró nuevos vehículos, que modernizó el armamento, que mejoró las condiciones de trabajo.
Lo de Bahía no es un fenómeno aislado. Hace poco, en otras dos provincias –Maranhao y Ceará– las policías militares también se rebelaron y dejaron la población a la intemperie, aunque sin el grado de violencia registrado en Bahía. En la tarde del sábado, y en medio del caos, el comando de la huelga admitió bajar algunas de sus exigencias. Acuartelados en la Asamblea Legislativa, cercados por la Policía Federal, dijeron que suspenderían la huelga si mediara una amnistía para los rebeldes y la concesión de una paga extraordinaria “por actividad de riesgo”. Se supone que en cualquier parte del mundo, ingresar a la policía significa entrar en una actividad de riesgo. Pero como si se hubiesen presentado en una panadería, quieren una paga extra. La situación se mantenía pendiente hasta la noche de un domingo de sol, de playa y con soldados en las áreas turísticas, y de violencia y pánico en los barrios de la periferia.
La seguridad pública en Brasil depende esencialmente de dos corporaciones policiales: la Civil, que es investigativa, y la Militar, que es (o debería ser) preventiva y represiva. Difícil decir en cuál de las dos hay más corrupción y desmanes. No es nada raro que, en sus muchas horas libres, unos y otros presten servicios a pandillas de criminales. El número de policías involucrados en crímenes violentos impresiona cada vez más y por más que se anuncien castigos pesados a los culpables, parece haber una especie de inmunidad consolidada.
El gobernador Jacques Wagner gobierna una provincia en que la violencia no hizo más que crecer. La prepotente ineficacia de la Policía Militar es comparable a la violencia desmedida con que actúa contra los pobres y la descarada corrupción con que actúa frente a todos. Ahora mismo, hay pruebas e indicios de que muchos de los actos de vandalismo –disparos contra agencias de bancos, saqueos e incendios en comercios– fueron practicados por policías militares en huelga. Es como si nadie y nada fuese capaz de pararles la mano.
Hace once años, la población de Bahía enfrentó una huelga general de la Policía Militar. En aquella ocasión no hubo, es verdad, la violencia desmesurada de ahora. Pero hubo, eso sí, un combativo diputado del PT, el Partido de los Trabajadores, que apoyó a los huelguistas y pidió la intervención de un veterano líder sindical llamado Luiz Inácio Lula da Silva. Aquel diputado se llamaba Jacques Wagner. Que ahora prefirió pedir, en la emergencia, la intervención de tropas federales.
El tiempo pasa, el tiempo vuela, algunas cosas cambian, otras no. La Policía Militar, por ejemplo, no cambió nada. Se da al desplante de hacer una huelga ilegal, diseminar la violencia y el caos, y cuando todo termine volverá a ser la de siempre: ineficaz, corrupta, violenta e impune. ¿Y el gobernador qué hará?
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