Lun 14.04.2003

EL MUNDO  › OPINION

El gobierno antiamericano

Por Ralph Nader

Con la guerra contra Irak que las gallinas de halcones impulsaron a toda máquina, Bush y Cheney han aprendido que la mejor manera de silenciar al Partido Demócrata, distraerlo de sus responsabilidades internas y brindar favores a las clases ricas y a las empresas es envolver a nuestra nación en el miedo. Usando declaraciones falsas o distorsionadas, opuestas a lo que dicen las agencias de inteligencia de Estados Unidos, para exagerar las amenazas iraquíes, armas y conexiones terroristas (como con Al-Qaida) como motivos para la guerra, su invasión y la prolongada ocupación pueden producir mayores riesgos de terrorismo apátrida en Estados Unidos. En septiembre pasado, la CIA informó al Congreso que una invasión de Irak podría elevar este riesgo. Viendo los informes que describen a nuestro Presidente –que, en su momento, evadió ser reclutado por las FF.AA.– inmerso en el alcance y los detalles de su invasión iraquí, surge un número de inquietantes preguntas:
1 ¿Por qué Bush, a un inmenso costo, está arrojando la mitad de la totalidad del ejército de Estados Unidos al Golfo Pérsico mientras rechaza los desesperados pedidos de ciudades y estados (como el de Nueva York) de dinero atrasado para la seguridad de la patria?
2 ¿Qué les dirá Bush a los norteamericanos si no se encuentran materiales nucleares, químicos o biológicos armamentizados en Irak? La CIA le dijo a Bush que Saddam probablemente usaría estas armas químicas y biológicas si Estados Unidos invade. Pero eso no ha ocurrido, y el régimen ya cayó. Una ocasión para preguntas molestas.
3 Con las necesidades internas del pueblo norteamericano ignoradas, ¿por qué está Bush impulsando otro enorme recorte de impuestos para los ricos en el Congreso, mientras Alan Greenspan está advirtiendo de mayores déficits presupuestarios para este año y los que siguen?
4 Aunque esté rodeado por su pequeños grupo de ideólogos, ¿por qué Bush se negó a reunirse con cualquiera de los trece grupos antiguerra más importantes que representan a decenas de millones de norteamericanos? Esos grupos incluían a sindicalistas, empresas, el clero, activistas de derechos humanos, veteranos de guerra, académicos con experiencia en seguridad nacional, médicos y funcionarios municipales electos que tenían mucho de valor para informarle. Algunos tienen experiencia en batallas en el Golfo y saben sobre la exposición tóxica a nuestras tropas. Otros han regresado de Irak con conocimientos de primera mano sobre la condiciones dominantes. Otros tienen conocimientos del efecto bumerang de la beligerancia errónea y distracción de conflictos globales mucho más serios y luchas contra el sabotaje. Tony Blair, en Londres, recibió durante casi una hora a una delegación del Consejo Nacional de Iglesias presidido por el ex congresista Bob Edgar. Sin embargo, los líderes del Consejo han sido ninguneados por nuestro propio Presidente durante el año pasado. Está la causa y efecto de la historia que Bush debe saber sobre Medio Oriente. Quizás no debiera haber usado la palabra “cruzada” o invocado la voluntad de Dios y su guía divino con respecto a derrocar a Saddam. Tales referencias significan en las sociedades islámicas una guerra religiosa. Pero Bush no busca ningún consejo, información o intuición de estos norteamericanos informados. Ignoró todos los pedidos que ellos le enviaron en pos de una entrevista.
5 Inmerso en Irak, Bush le presta poca atención a Norteamérica. Está dedicando mucho más tiempo a Medio Oriente –y destructivamente–, que a la decadencia de las industrias del Medio Oeste. Y quiere recortar los beneficios a los veteranos. Su indisputable dominio de los medios masivos deja poco espacio para otros que quieren exponer sus ideas sobre estos temas. ¿Alguien lo oyó hablar últimamente de oportunidad de costos (o oportunidades perdidas) de su militarismo mesiánico? No prestó ninguna atención a un sueldo mínimo que está congelado desde hace largo tiempo, al empeoramiento de la pobreza, a la suba de los precios de medicamentos o aunas desorbitadas tarifas de gasolina y gas natural para los consumidores. ¿Alguien lo oyó hablar de los avances necesarios para una energía eficiente, para el desarrollo de la electricidad solar y para reducir la dependencia de vehículos tragagasolina? ¡Bush ha puesto a Norteamérica en la lista de espera!
6 ¿Qué es un arma de destrucción masiva? Pregúntenles a las familias iraquíes si Bush ha enviado o no armas de destrucción masiva desde el aire, desde el mar y desde tierra para aplastar a su país y destruir decenas de miles de vidas sólo para derrocar a un hombre. ¿Acaso las sanciones económicas que bloquean las medicinas, los materiales quirúrgicos y los purificadores sanitarios para agua potable no han cobrado suficientes vidas de niños iraquíes en la década del 90? Hacer sufrir deliberadamente a los civiles para el derrocamiento militar de un dictador es una violación a la ley internacional.
7 ¿Por qué el sabelotodo de Bush, que irónicamente se jacta de tomar decisiones desde sus entrañas, ahoga los disensos contra su política de guerra –y sus probables secuelas– que todavía se cuecen en los niveles del su gabinete dentro del Pentágono, la CIA y el Departamento de Estado? Importantes generales retirados, admirantes, diplomáticos y funcionarios de seguridad nacional trataron de articular la misma crítica públicamente en los últimos meses.
8 Excepto por las industrias del petróleo y las municiones, la guerra no beneficia la economía. Unos pocos empresarios ejecutivos han hablado con fuerza. La mayoría no habla en público por temor a una represalia por parte de la administración Bush que, en esta área, es vengativa con las empresas disidentes.
Desde el gran show automovilístico en Ginebra, Suiza, el mes pasado, el editor ejecutivo de Automotive News, Peter Brown de Detroit, habló como muchos ejecutivos automotrices europeos. Escribe: “Personalmente, la mayoría de los ejecutivos se oponen a la guerra como innecesaria y conducente a un aumento del terrorismo y la inestabilidad”.
Esto es en gran parte la opinión de la mayoría del establishment de política exterior de Estados Unidos, cuyos ex funcionarios gubernamentales más prominentes están siendo ignorados por el sabelotodo e instintivo presidente.
Traducción: Celita Doyhambéhère

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