Mar 06.03.2012

EL MUNDO  › LA CONSTRUCCIóN DE UNA LíNEA FERROVIARIA COMPLICA AL PREMIER ITALIANO

A Monti no lo bajan del tren

Desde hace días, los habitantes de Val di Susa protestan por no haber sido consultados sobre un proyecto que comunicará Turín (Italia) con Lyon (Francia). Critican los efectos ambientales y el faraónico costo.

› Por Elena Llorente

Desde Roma

La construcción de una línea ferroviaria está poniendo en serias dificultades al gobierno de Mario Monti. La construcción del Tren de Alta Velocidad (TAV) que va de Turín (norte de Italia) a Lyon (centro-sur de Francia), acordada en 2001, y contra la cual mucho se viene discutiendo desde hace años, llegó la semana pasada a un punto de inusitada violencia entre manifestantes y policía, con gases lacrimógenos, carros hidrantes, arrestos y heridos. La ocupación de autopistas y caminos internos en toda la zona del Val di Susa (el valle de los Alpes que el tren atravesará) por parte de los llamados “No TAV”, que se vienen repitiendo desde que comenzaron los trabajos a mediados del año pasado, tuvo uno de sus puntos más álgidos el miércoles. Uno de los militantes “No TAV”, para llamar la atención de la prensa internacional, se subió a una gran torre de alta tensión y recibió una descarga eléctrica, cayendo al suelo desde unos 30 metros de altura e inconsciente. Luca Abbà estuvo en coma varios días, pero ha ido mejorando, aunque sigue internado y con varios huesos rotos. A las protestas de Val di Susa, reprimidas con gases e hidrantes, se agregaron a lo largo de la semana manifestaciones y bloqueos de calles en varias ciudades del país, incluidas Roma y Milán.

Val di Susa está habitada por unos 120 mil habitantes que nunca fueron consultados mediante un referéndum sobre la construcción de esta vía, atacada por muchos porque cambiará el paisaje de pacíficas montañas y planicies llenas de verde y de nieve. Aunque buena parte de los alcaldes de los pueblos del valle –incluido el de la industrial ciudad de Turín, Piero Fassino, del progresista Partido Democrático–, de los habitantes, de los empresarios y comerciantes, están de acuerdo con la construcción porque dicen que será una fuente de trabajo en estos momentos de crisis y favorecerá el turismo.

Pero los argumentos no son suficientes para convencer a quienes se oponen. Entre éstos, grupos de pacifistas y de ambientalistas como el WWF y la Liga Ambiente, que argumentan que las excavaciones para los túneles del tren podrían dispersar en el ambiente polvo de amianto y uranio escondido en las montañas y contaminar las fuentes de agua. También dicen no al TAV algunos pacíficos militantes de partidos de izquierda como Izquierda y Libertad, sindicatos progresistas, y otros menos pacíficos de origen anarquista, conocidos en Italia como No Block, que usan infiltrarse en las manifestaciones, levantando banderas contra las instituciones y el Estado, sin importar quién esté en el gobierno. Generalmente actúan con la cara cubierta por un pasamontañas y van armados de objetos contundentes. Son los más agresivos y no tienen miedo de enfrentarse con la policía. El gobierno teme que el accionar de estos grupos pueda ser la mecha que encienda otro tipo de manifestaciones masivas, dadas las condiciones de inseguridad económica y angustia que reinan en el país, o que puedan degenerar en grupos de guerrilla urbana como la de los llamados “años de plomo”, en la década del ’70, con las Brigadas Rojas.

El centro neurálgico de la represión, la semana pasada, fue la salida de Chianocco, la autopista que va de Turín a Francia, donde un millar de manifestantes, el 29 de febrero, tuvo en jaque durante 53 horas al tráfico internacional, sobre todo de camiones. El objetivo de los manifestantes era además obstaculizar las excavaciones en esa zona de uno de los túneles previstos. El resultado de los enfrentamientos entre policía y manifestantes fue de 29 heridos y varios “No TAV” arrestados.

Mientras estas noticias aparecían en todos los diarios, muchos se seguían preguntando por qué los “No TAV” insisten en oponerse cuando aparentemente este nuevo tren traerá progreso y trabajo y menos contaminación ambiental porque, al transportar mercaderías, suprimirá los viajes de un millón de camiones por año. No todos saben que aparte de los temas ambientales el asunto que preocupa a los críticos son los costos de esta obra faraónica: cerca de 22 mil millones de euros, una parte financiada por la Unión Europea. Es difícil creer para un italiano que, al cabo de 10 años de trabajos, ése sea el verdadero costo final de la obra. Se temen, por lo demás, infiltraciones mafiosas en los contratos a empresas secundarias, un rubro –el de las obras públicas– en el que las mafias italianas tienen una larga experiencia. ¿Tiene sentido hacer esta inversión hoy, dados los recortes económicos en curso? El gobierno de Monti, que ha impuesto buena parte de esos ajustes, dice que sí y, después de una reunión de urgencia al concluir la semana de protestas, confirmó que la obra será terminada. Es más: el gobierno parece haberse dado cuenta de que es mejor negociar, ofrecer algunos beneficios y no tirar demasiado la cuerda. Y a los habitantes del Val di Susa les han ofrecido tres beneficios inmediatos: desgravación fiscal para los municipios, acuerdos para que el personal de la obra sea alojado en los hoteles de la región y cursos de formación para que los locales puedan ser empleados en la construcción. Hay gente, de todas maneras, que no se lo cree. En las manifestaciones del sábado, mientras tanto, se escucharon consignas y se vieron carteles contra el gobierno, como uno que decía “Hoy paga Monti”.

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