Mié 16.04.2003

EL MUNDO  › LOS BAGDADIES RECLAMAN SUS DERECHOS ANTE EE.UU.

Cuando grita la gente sin voz

Por Francisco Peregil
Desde Bagdad

En la misma plaza de El Paraíso donde llegaron los estadounidenses y derribaron la estatua de Saddam Hussein, cada mañana se congrega la gente sin voz a gritarles a los marines todo lo que quieren. Una pancarta dice que los periodistas no son los únicos con derecho a ser protegidos. Otra pancarta pide que se busque a los presos políticos que nadie sabe dónde están. Otro cartel señala que las fuerzas de la coalición son responsables de la seguridad de los presos políticos que nadie sabe dónde están. Varios automóviles dan vueltas a la plaza con carteles pidiendo que los norteamericanos se impliquen en la búsqueda de los presos. De un vehículo baja un líder religioso. “Esta pobre gente ha recurrido a mí para que yo les pida a los americanos que busquen a los presos, pero como los americanos no hacen nada, sólo me queda denunciarlo ante la prensa”, señala el líder del grupo.
Llega un gran tractor a la plaza, con mucha gente montada encima, como si se tratara de una carroza de Carnaval. El tractor lleva música y los hombres que bailan encima de él se están burlando del Baaz, el que hasta hace unos días era el partido único de Irak. “Los del Baaz son unos proxenetas”, corean los del tractor. En menos de una semana la gente ha perdido el miedo a hablar. También ayer, una decena de kurdos pegaban carteles con el rostro del líder kurdo Masawd Al-Brezani sobre la misma columna en la que se hallaba la estatua de Hussein. Un tiroteo de rifles sonaba al fondo, pero nadie excepto los soldados estadounidenses y los periodistas parecía prestarle mucha atención.
Una mujer de unos 60 años pasea con un cartón en el que alguien le ha escrito un teléfono australiano. Necesita llamar a Australia urgentemente. Bagdad sigue sin teléfono. Miles de personas quieren decirles a sus familiares que se encuentran bien, que no ha pasado nada. Si un periodista acude a un hospital o a una casa a entrevistar a alguien es probable que regrese con cuatro o cinco números para llamar a Londres, a Damasco o a Ammán y decir que toda la familia está bien. Y en otro país, al otro lado del teléfono, a menudo hay alguien que contesta con ansiedad, con la voz entrecortada por el llanto al saber que los suyos se encuentran bien.
En gran parte de la ciudad aún se vive sin luz eléctrica y con dificultades para encontrar gasolina. Hay casas particulares que han puesto carteles en sus puertas anunciando la venta de combustible.
La basura se amontona en la calle más que nunca. Muchas zonas desprenden un tufo a edificio quemado tras los saqueos. Mientras mucha gente se encuentra sin empleo, el que sabe inglés puede ganar hasta cien dólares diarios por trabajar como intérprete entre los cientos de periodistas que llegaron a Bagdad tras la entrada de los estadounidenses. Cada día se aglomera más gente en la plaza de El Paraíso, frente a los hoteles Sheraton y Palestine. Cada día, las tropas estadounidenses ponen más metros y más alambres entre los dos hoteles y los iraquíes. No terminan de verse los flamantes coches blancos de la policía patrullando la ciudad. Y el libertinaje de algunos aplasta la libertad de la mayoría.

* De El País de Madrid. Especial para Página/12.

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