Desde Roma

El caso de Marcello Dell’Utri, amigo y socio de las empresas de Silvio Berlusconi, cuya sentencia de la Corte de Apelaciones de condena por complicidad con la mafia fue anulada por la Corte Suprema esta semana, ha puesto en crisis a juristas y acusadores, planteando serias dudas sobre la real marcha de la Justicia en este país. Por el contrario, la sentencia elevó los gritos de triunfo de Il Cavaliere y sus amigos, quienes durante años han sido acusados de fabricarse leyes “a medida” para proteger los propios intereses, aunque ellos se dicen “perseguidos” por los magistrados.

Dell’Utri, fundador con Berlusconi del primer partido con el que el magnate televisivo se lanzó a la política, Forza Italia (hoy llamado Pueblo de la Libertad, PDL), no ha sido absuelto como pueden creer algunos. En realidad, la Corte Suprema acaba de anular la sentencia de segundo grado emitida en 2010, que lo condenaba a siete años de cárcel, ordenando que la apelación fuera realizada de nuevo. Y como subraya el ex juez anticorrupción de Manos Limpias, Antonio Di Pietro, la condena a nueve años de cárcel que en 2004 le impuso el Tribunal de Palermo en primera instancia “sigue vigente”. La Justicia italiana contempla tres instancias en los procesos judiciales y, en este caso, en particular, queda por ver cuánto tiempo les resta a los jueces para rehacer la apelación o si todo se empantanará en la prescripción, es decir en el olvido, como pasó con varios juicios contra Berlusconi, el más reciente hace pocos días, el caso Mills, en el que estaba acusado de corrupción.

De hecho, la historia de Dell’Utri, empresario y hoy senador de la República por el PDL, nacido en Sicilia, ha estado sembrada de hechos poco claros. En Italia existe un delito que se conoce como “concurso externo en asociación mafiosa”, que no es otra cosa que complicidad indirecta con la mafia. Según los jueces del Tribunal de Palermo que lo condenaron en primera y segunda instancia, Dell’Utri tenía buenas relaciones con organizaciones mafiosas e hizo de intermediario entre esas organizaciones y Berlusconi, particularmente cuando éste decidió lanzarse a la política en la década del ’90. No sólo eso. Al parecer Dell’Utri hizo asumir en la caballeriza de la mansión de Berlusconi cerca de Milán, en Arcore, a un capo mafioso, Vittorio Mangano, además de haber servido de intermediario de las inversiones de dinero sucio de algunas familias mafiosas en Milán, centro financiero de Italia.

El secretario del PDL y delfín de Berlusconi, Angelino Alfano, criticó duramente al “partido de los magistrados”, como los berlusconianos llaman a los jueces que tienen a cargo los procesos contra Il Cavaliere y sus amigos. “He leído comentarios violentos sobre la sentencia de Dell’Utri de parte del partido de la magistratura. Cuando las sentencias eran a su gusto, en cambio, decían que no se debían comentar”, indicó en una asamblea de jóvenes PDL. Alfano se refería, entre otras, a las declaraciones del procurador de Palermo, Antonio Ingroia, que comentó con sorpresa la decisión de la Corte Suprema. “Estoy sorprendido por este resultado, porque conozco personalmente las pruebas que hay en el proceso. Pero no me asombra conociendo la “cultura de la prueba” que tiene el presidente de la quinta sección de la Corte Suprema, Aldo Grassi. Mi concepto de “prueba” viene de las enseñanzas de Giovanni Falcone y Paolo Borsellino (N. de R.: dos fiscales asesinados por la mafia en 1992). La de Grassi no”, dijo Ingroia en declaraciones a la prensa italiana. Otros dos jueces expertos en mafia consultados por Página/12 prefirieron no hacer comentarios. Ingroia hacía referencia tácitamente tal vez a ciertos jueces conocidos en Italia como “garantistas”, es decir, que aparentemente quieren hacer respetar las leyes y reglamentos al dedillo, pero que en realidad dejan la “puerta” legal entreabierta para que los mafiosos puedan librarse de la cárcel a través, por ejemplo, del más pequeño error de forma de una sentencia.