Vie 18.04.2003

EL MUNDO  › ATRAPARON A BARSAN AL TAKRITI, DEL CIRCULO INTIMO DE SADDAM

Jefe, tenemos a un nuevo pez gordo

Barsán al Takriti, segundo hermanastro de Saddam y odiado ex jefe de seguridad del régimen, se convirtió ayer en el segundo funcionario del círculo íntimo del régimen que cae en manos de EE.UU. Y se sospecha que quedan muchos en Bagdad.

Por Angeles Espinosa *
Desde Bagdad

“Esta mañana fuerzas especiales apoyadas por marines han capturado a Barsán al Takriti”, anunció ayer el general Vincent Brooks, portavoz del mando central de las tropas estadounidenses en Qatar. La detención de un segundo hermanastro de Saddam Hussein prueba que la guerra contra su régimen no ha concluido con la entrada de los soldados norteamericanos en Bagdad y que el círculo de allegados del ex presidente iraquí –55 personas según el listado de la CIA– puede no haber salido de la capital, tal como apuntan diversas fuentes consultadas por este diario.
Barsán era el número 52 de los más buscados por EE.UU. en Irak, pero se halla entre los más odiados por haber dirigido los servicios secretos. La detención del medio hermano de Saddam se produjo en Bagdad, gracias a “información suministrada por iraquíes”, según precisó el general Brooks. En la operación “no se produjeron víctimas”, añadió sin dar más detalles. Aunque se desconoce a dónde ha sido trasladado, parece evidente que los servicios de información de EE.UU. lo interrogarán para tratar de averiguar el paradero del dictador iraquí y del resto de la cúpula de su régimen. Nadie ha aclarado aún cómo en la noche del 8 al 9 de abril todo el aparato baazista desapareció sin dejar huella. Ministros, generales, dirigentes del partido y hasta funcionarios de rango medio se encuentran ilocalizables desde entonces. La CIA ha señalado 55 responsables a los que EE.UU. quiere pedir cuentas, pero la “lista de honor” publicada por el diario Babel en noviembre pasado a partir de una publicación opositora clandestina enumeraba a más de medio millar. Esta situación deja a los iraquíes sin la posibilidad de exigir responsabilidades por los crímenes cometidos por el régimen y ha desatado todo tipo de especulaciones. En las capas populares se percibe un cierto desamparo y mucha gente se siente traicionada por un presidente que no ha luchado hasta el final como prometió. “Ha hecho un pacto con Estados Unidos”, aseguran unos. “Prepara un golpe desde la clandestinidad”, se animan los más fieles. En medios intelectuales y profesionales, se tiene la convicción de que, si no ha muerto en alguno de los bombardeos, Saddam permanece escondido en Bagdad junto a sus colaboradores más cercanos.
“Tikrit (su región natal) ha sido rastreada de arriba abajo por los norteamericanos y no han encontrado nada”, asegura una fuente diplomática árabe. “En Basora o en Mosul carece de infraestructura. La ciudad en la que ha podido crear una red de apoyo en sus 24 años de gobierno es Bagdad”, concluye, haciéndose eco de una versión muy extendida entre la elite de la capital. La detención de Barsán y de otro hermanastro del ex presidente iraquí, Saddam, Watbán Ibrahim al Hasal Al Tadriti –capturado en el norte de Irak el domingo pasado– suponen mucho más que un golpe al círculo familiar de Saddam. Los tres hermanastros del presidente –Barsán, Watbán y Sabwai– constituyeron desde el inicio de su acceso al poder uno de los tres pilares de su gobierno totalitario. Saddam Hussein estableció en Irak un sistema único en el que la familia extensa, el clan, se imbricó en la estructura del Estado de tal manera que cualquier enfrentamiento familiar tenía una dimensión institucional, y viceversa. El poder de los hijos de Ibrahim al Hasan, el padrastro de Saddam, había declinado desde principios de los años ‘90, cuando la política matrimonial del dictador trajo como resultado el ascenso imparable de otra rama de la familia, los Al Mayid, sus parientes paternos. Sin embargo, la traición de sus yernos en 1996 y la creciente influencia de sus hijos, Udai y say, terminó por producir un nuevo sistema presidencial en el que se fomentaban las rivalidades de clanes, los antagonismos sociales y las diferencias étnicas y religiosas. El viejo “dividir para reinar” mantuvo un precarioequilibrio de facciones, pero sembró la semilla que permitió su rápido derrumbe ante el enemigo externo.
Mientras tanto, los soldados estadounidenses están ya presentes en todos los barrios de Bagdad. Su presencia, en traje de combate, atrae a los más jóvenes y provoca miradas de preocupación y recelo entre los adultos, algunos de los cuales tienen muy presentes los años de la ocupación británica. Unas decenas de personas acuden a diario al hotel Palestina, donde las tropas ocupantes han establecido su oficina de Asuntos Civiles, a pedirles que se vayan. Los soldados que lo vigilan tienen las armas listas y el dedo en el gatillo. No hay noche que no se oigan unos cuantos disparos.
Antes de que los primeros vehículos de la policía de tráfico salieran ayer a patrullar, numerosos vecinos ya habían organizado por su cuenta turnos para gestionar las enormes riadas de coches que desde hace dos días se han lanzado a las calles de la ciudad. Hay agentes voluntarios en el exclusivo barrio Mansur y el popular Baie. Y no se les da mal. Tres o cuatro jóvenes se dividen la tarea en los cruces, aún desprovistos de semáforos por la falta de electricidad.
“Llevamos un mes presos en nuestras casas, así que ahora que se empieza a recuperar la normalidad salimos aunque no tengamos nada que hacer”, justifica Salah. Resulta increíble que en medio de la inseguridad que aún reina en la ciudad haya tal avalancha de coches que se producen atascos en algunas calles. Ocurre junto a la Feria Internacional de Bagdad, donde la gente seguía robando bolsas de azúcar y té por tercer día consecutivo. Ocurre junto al mercado de Baie donde los vecinos acuden a comprar frutas y verduras.
“Tenga en cuenta que llevamos dos semanas sin teléfono y la gente quiere ver qué tal están sus familiares y amigos”, explica Ahmed, uno de los guardias voluntarios que tratan de dirigir el tráfico en Baie. Los primeros coches de policía, ocupados en mostrar su vuelta a las calles para las televisiones extranjeras, aún no han llegado tan lejos.
* De El País de Madrid. Especial para Página/12

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