EL MUNDO
› LA PRIMERA MANIFESTACION SIN SADDAM PIDIO EL RETIRO DE LOS INVASORES
Estalló la libertad iraquí, y es contra Bush
Unos 10.000 chiítas se congregaron ayer en las calles de Bagdad y reclamaron la salida de las fuerzas estadounidenses. Algunos de los clérigos que animaron la concentración pidieron prohibir la música y la danza, los comportamientos “infieles” y el retiro del velo del rostro de las mujeres y reclamaron la adopción de la ley islámica.
› Por Eduardo Febbro
Página/12
en Irak
Desde Bagdad
Los militares norteamericanos estacionados en Bagdad vieron desfilar ayer un imponente cortejo de manifestantes hostiles a su presencia. Cerca de 10.000 personas se reunieron en la capital iraquí luego de la plegaria de los viernes en lo que aparece como un gesto político fuerte por parte de los chiítas iraquíes, mayoritarios en el país pero aplastados por la bota de Saddam Hussein en beneficio de los sunnitas. En el conjunto del país, los sermones pronunciados por los imanes en las mezquitas tenían acentos de declaración de guerra. “Fuera Estados Unidos, viva nuestra revolución islámica”, “Queremos un gobierno iraquí y no una administración de invasores”, gritaba la gente por la calle y en un tono cuya violencia contrasta con los días precedentes. Sin embargo, pese a que fueron los chiítas quienes protagonizaron lo más denso de las protestas, la gente clamaba por una unidad entre chiítas, sunnitas y kurdos.
Luego de haber pasado más de 30 años en el purgatorio del silencio, los chiítas se movilizan cada vez más a fin de pesar en el aún incierto tablero político iraquí. Los carteles que se vieron ayer en las calles de Bagdad son una versión ampliada y perfeccionada de las pancartas pintadas a mano que, cada día, desde las 10 de la mañana hasta las cinco de la tarde, la gente levanta en la plaza que se encuentra a la entrada de los hoteles Sheraton y Palestina, un perímetro fuertemente protegido por las tropas norteamericanas y al mismo tiempo uno de los puntos más calientes de Bagdad. Que sea en Bagdad, en las ciudades santas de Kerbala o Nasiriya, los imanes pusieron al rojo vivo a la asistencia con discursos de alto contenido bélico. El imán Ahmed Al-Koubeisy, que llamó a los fieles a resistir, criticó la “ocupación norteamericana” y advirtió a los soldados enviados por la administración Bush que lo más conveniente es que “salgan del país lo más rápidamente posible antes de que los iraquíes los expulsen”.
El punto más candente de las concentraciones en Bagdad se situó en el populoso barrio chiíta Saddam City, hoy llamado Al-Sadr en honor al líder religioso asesinado por Saddam Hussein en 1999. El jeque Mohammed Fartusi, delegado de los religiosos chiítas de la ciudad de Najaf, advirtió que los chiítas no “aceptarán nunca una suerte de democracia formal que les otorgaría a los iraquíes el derecho de decir lo que quieren, pero ningún derecho a decidir sobre su destino”. Poco a poco, tanto en la calle como en las mezquitas, empieza a subir un auténtico reclamo religioso. Así, para el cheikh Mohammed Fartusi, si en Irak se instaura una mera democracia formal, ello “sería peor que la democracia de Saddam Hussein”. La manifestación de ayer, la ira de la gente en contra de la presencia norteamericana y las exigencias escuchadas esbozan un panorama de arduas complicaciones. En el telón de fondo de la crisis iraquí se perfila una radicalización religiosa que hace temer una “talibanización” de la sociedad. “Estados Unidos ha colaborado con un régimen asesino como el de Saddam. Después nos sacrificaron para derrocarlo. Estados Unidos debe pagar porque es el enemigo de Dios”, decía a Página/12 un manifestante enardecido. Ese discurso llevado a la práctica se corresponde con los cuatro “preceptos” expuestos por el jeque Mohammed Fartusi. Según anunció el viernes, deben ser prohibidas “la música y la danza”, “todos los comportamientos similares al de los infieles occidentales”, que las “mujeres se saquen el velo” y que se “adopten las leyes tribales en vez de las leyes islámicas”.
La defensa de un futuro Estado islámico contra el actual, laico, y el odio contra la administración Bush fueron las proclamas más escuchadas enBagdad. “Estados Unidos está fundando una nueva forma del imperialismo”, afirmaba un manifestante mientras que otro decía: “Ellos vinieron por nuestro petróleo, hay que desalojarlos de Irak”. Hasta los taxistas de Bagdad que trabajan con la prensa rompieron su relativa discreción para sumarse al coro de bocinas y gritos adversos a George W. Bush. Ahmed, el chofer de Página/12, nunca había manifestado hasta ayer el más mínimo encono cada vez que el auto se cruzaba con los tanques norteamericanos. El viernes perdió la timidez y a lo largo del trayecto entre el centro y el norte de la ciudad, cuando un tanque estadounidense pasaba por ahí, abría la ventana y decía: “Barra, barra, amirikie”, fuera, fuera, norteamericanos.
La concentración de ayer estuvo dominada por la sensación colectiva de la gente de, por primera vez en un cuarto de siglo, estar participando libremente en una manifestación y no de manera impuesta por el anterior régimen. “Es mi primera manifestación donde puedo gritar más o menos lo que quiero”, explicaba a Página/12 un chiíta de 35 años. El hombre, emocionado, confesó que quería evitarles a sus hijos la pesadilla que él mismo había vivido: “Crecí con el sistema de Saddam y no quiero que mis hijos crezcan ahora con Estados Unidos como presidente de Irak. Si acá tenemos problemas, los resolveremos nosotros, con un gobierno genuino donde estén representadas todas las corrientes iraquíes”. La cuestión de que sea la administración militar de un país extranjero la que asume el control del país alimenta cada día las protestas. Si bien una parte de la población cree que un destino sin Saddam es mejor, les resulta intolerable que sea Washington y no un gobierno nacional el que se ocupe de Irak. El recién vuelto del exilio Ahmed Chalabi, líder del opositor CNI, Congreso Nacional Iraquí, pidió que fuera un gobierno iraquí quien asumiera las funciones de los militares norteamericanos, “en un plazo de semanas y no de meses”. Chalabi, teledirigido y financiado por Washington, explicó que una vez que el gobierno interino se instalara, los norteamericanos se limitarían a desarmar el país. Dicho gobierno –aseguró– podría permanecer dos años en el poder en el curso de los cuales se elaboraría un proyecto de constitución que sería discutido por una Asamblea Constituyente y adoptado mediante un referendo antes de que se organicen elecciones generales.
Paralelamente a la marcha, Bagdad empieza a recobrar parcialmente la normalidad. En algunos barrios los comercios abrieron sus puertas, incluidas las casas de cambio. Con todo, la situación humanitaria es incierta. Los norteamericanos prometieron que entre el viernes y sábado la mitad de la ciudad tendría nuevamente luz y que el suministro de agua potable se restablecería próximamente. Ayer, la ciudad seguía a oscuras. Las declaraciones alentadoras de los portavoces norteamericanos no se corresponden siempre con la realidad. Los combates en Bagdad continúan, son incesantes y dejan muchos heridos inocentes. Hasta hace unos días, los tiroteos se escuchaban al caer la tarde mientras que ahora se extienden a lo largo del día. Los fedayines de Saddam, incrustados en el corazón de la ciudad, no han depuesto las armas.
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