EL MUNDO › OPINIóN
› Por Ernesto López *
Pasados ya los efectos aliviadores del multimillonario aporte efectuado en noviembre pasado por el Banco Central Europeo al sistema bancario de la Eurozona, ésta ha regresado a la anormalidad que la recorre. El reciente rescate de Grecia ha tenido efectos apenas moderados y no se descuenta que haya que repetirlo. Portugal e Irlanda continúan en zona de riesgo. Italia sigue pisando terreno poco firme. Y España se encuentra al borde del marasmo. En esta periferia europea ligada al euro, algunos países se encuentran ya en recesión –acompañados por el Reino Unido– y otros, próximos a ella. Y habría que ver, dentro de unos meses, cómo impacta esta situación sobre el corazón de la Eurozona: Alemania y Francia.
Con toda certeza, el destacado analista Nouriel Roubini ha señalado hace poco que el problema básico es que la Eurozona tiene una estrategia de austeridad, pero no una de crecimiento. Y en efecto es así. La articulación entre contracción de la producción, descenso de la inversión, caída del empleo, déficit fiscal creciente y tasas de interés también al alza, pertinacia en el draconiano ejercicio de recortes presupuestarios y apelaciones a la austeridad compone un pétreo círculo vicioso que impide el desarrollo. La rigidez cambiaria en torno del euro coloca también lo suyo: el estancamiento económico-productivo (o directamente su baja) ni siquiera puede ser aliviado por medio del comercio internacional. Y en el sistema financiero de varios países –notoriamente España, Portugal y Grecia– ha reaparecido la peligrosa tendencia a la suba de las tasas de interés. España en particular se encuentra muy afectada. Ha entrado en recesión, tiene un altísimo 24 por ciento de desempleo (el 50 por ciento de los jóvenes se encuentra sin trabajo), el estallido de su burbuja inmobiliaria ha afectado su situación financiera sobre la que presionan asimismo otros factores. Una calificadora de riesgo (S&P) acaba de rebajar la solvencia de la su deuda soberana de “A” a “BBB+”, colocándola varios peldaños por debajo de la máxima “AAA”, que perdió en enero de 2009. Su creciente endeudamiento público y su inevitable servicio, así como un elevado déficit fiscal –que debe ser sometido a un durísimo ajuste por compromisos con la Eurozona– de por sí complicados para cualquier economía, pueden ser deletéreos en condiciones recesivas y de elevado desempleo. Al punto de que algunos analistas han comenzado a considerar factible la puesta en marcha de un rescate español (el temido bailout en la jerga de Wall Street), tal como ha sucedido ya con Irlanda y con Grecia.
Todas estas tribulaciones económicas tienen repercusiones desestabilizadoras y consecuencias políticas. Se ha incrementado la protesta social, que ha mostrado ya sus caras, y se han producido reacciones políticas tanto en el plano electoral cuanto en el rudo ruedo callejero. El marasmo se ha llevado anticipadamente los gobiernos de Grecia, Italia y Holanda, y ha afectado decisivamente las posibilidades de continuidad de la socialdemocracia en España, que fue recientemente derrotada, en elecciones regulares, por el centroderecha de linaje franquista. El próximo 6 de mayo, Grecia deberá revalidar en las urnas la opción de brutal ajuste adoptada por el gobierno provisional que encabeza Lucas Papademos. Y en la mismísima Francia, que prohijó junto con Alemania la receta económica que campea en la Unión Europea y en particular en la Eurozona, el candidato mejor perfilado para ganar en segunda vuelta –también el día 6– ha colocado como una de sus banderas centrales de campaña la idea de que su principal enemigo no compite en las elecciones: el capitalismo financiero. Si cumple su palabra podría propinarle un duro golpe a la entente Merkel-Sarkozy. Fuera del área euro, los índices de popularidad del primer ministro Cameron, en el Reino Unido, han bajado considerablemente.
Los malos desempeños y las malas nuevas se acumulan en una Europa empecinada en aferrarse a un modelo neoliberal muy poco competente y extremadamente gravoso, contrario al crecimiento. Y con ello, han comenzado a encenderse las luces rojas y a sonar las sirenas de alarma, desde hace algún tiempo: anuncian una inevitable emergencia. No es atrevido pensar que tal vez el futuro de la antedicha receta franco-germana se juegue en el tembladeral español y, en alguna medida también, en la segunda vuelta francesa.
* Sociólogo. Embajador en Guatemala.
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