EL MUNDO › POR ERRORES EN EL MANEJO DE UN SECUESTRO QUE TERMINO CON MUERTES DE MILITARES
El gobierno había hecho hasta ayer todos los movimientos posibles para intentar salvar a sus dos ministros, llegando, en ese intento, al extremo de acusar a los promotores de la censura de “hacerle el juego al terrorismo”.
› Por Carlos Noriega
Desde Lima
Adelantándose a una segura censura en el Congreso, renunciaron los ministros del Interior y Defensa, Daniel Salazar y Luis Alberto Otárola, respectivamente. El presidente Ollanta Humala recibió la noticia de la caída de sus dos ministros en Seúl, en donde está de gira. Antes de viajar había salido en defensa de sus dos cuestionados ministros. El viaje del presidente Humala, que además de Corea del Sur también incluyó Japón, ha sido duramente criticado por su ausencia del país en medio de una grave crisis política, que se inició hace unos días –antes de que el presidente inicie su gira al Asia– con el pedido de censura en el Congreso a los dos ministros renunciantes. Antes de que Humala salga de viaje ya se sabía que la censura tenía un respaldo mayoritario en el Congreso, pero el presidente insistió en viajar. Cuando llegue a Lima este domingo, se encontrará con un gabinete ministerial fracturado y un primer ministro, el militar en retiro Oscar Valdés, criticado por el sector más progresista del gobierno, debilitado por su cerrada defensa, hasta el último minuto, de los dos ministros obligados a renunciar. Los dos renunciantes eran muy cercanos a Valdés.
Las horas de los dos ministros renunciantes estaban contadas desde que, hace una semana, se presentó en el Congreso una moción de censura contra ambos por los errores cometidos durante los recientes enfrentamientos de las fuerzas de seguridad con la guerrilla de Sendero Luminoso. La censura encontró rápidamente un apoyo mayoritario y se debía debatir y votar este sábado. Para ser aprobada, la censura a los ministros requería el apoyo de 66 votos de las 130 bancas del Congreso unicameral. A los 63 votos de las distintas agrupaciones opositoras, se sumó el respaldo a la censura de la bancada de Alianza Parlamentaria del ex presidente Alejandro Toledo, aliada del oficialismo, que tiene 20 bancas, e incluso el apoyo de algunos congresistas de la alianza oficialista Gana Perú. En esas condiciones, la censura a los dos ministros estaba asegurada.
El gobierno, que hasta ayer había hecho todos los movimientos posibles para intentar salvar a sus dos ministros, llegando, en ese intento, al extremo de acusar a los promotores de la censura de “hacerle el juego al terrorismo”, finalmente terminó aceptando la realidad y ayer se anunció la salida de los titulares del Interior y Defensa. Ambos se vieron obligados a dimitir para evitarle al gobierno una dura derrota en el Congreso. El ministro de Defensa se fue diciendo que esperaba que su renuncia “tranquilice el ambiente político enrarecido y polarizado”. Tardó bastante en darse cuenta de que su permanencia en el gabinete le complicaba la vida al gobierno.
La crisis que hizo rodar la cabeza de los titulares del Interior y Defensa comenzó hace un mes, cuando Sendero Luminoso secuestró, en la selva del Cusco, al suroeste del Lima, a 36 trabajadores del consorcio Camisea, que integran las empresas argentinas Pluspetrol y Techint y que explota el mayor yacimiento de gas del país. Todos los rehenes fueron liberados cinco días después y el gobierno atribuyó la liberación a la acción de las fuerzas combinadas del ejército y de la policía, pero quedó demostrado que los rehenes fueron liberados por la guerrilla y no rescatados por las fuerzas de seguridad. Ahí comenzó una cadena de errores y mentiras oficiales que culminó ayer con la salida de los dos ministros.
La “operación impecable” de la que habló el presidente Humala para referirse triunfante a la liberación de los 36 rehenes ha tenido un saldo fatal para el gobierno: ocho militares y policías muertos, y más de una decena de heridos, mientras que, del otro lado, el balance ha sido ningún guerrillero abatido o detenido. Mientras las fuerzas de seguridad no podían dar con la columna guerrillera, a pesar del triunfalismo gubernamental, dos equipos de prensa sí lograron llegar hasta el jefe de la columna guerrillera, Martín Quispe Palomino, camarada Gabriel, y entrevistarlo.
Lo que terminó de sellar la suerte de los dos ministros fue la dramática historia de tres policías abandonados por sus superiores en la selva cuando eran atacados por una columna senderista y el fracaso de las supuestas operaciones de rescate. Uno de los tres policías apareció vivo luego de diecisiete días de caminar por la selva, con heridas de bala en la pierna y el brazo. Llegó solo hasta un poblado. Nadie lo fue a rescatar. Los otros dos policías murieron. Uno de los cadáveres fue encontrado por campesinos y entregado a las autoridades. Al otro lo tuvo que ir a buscar su padre, que, ante la inacción de las fuerzas de seguridad, se internó solo en la selva para recuperar el cadáver de su hijo. Un comunicado del Ministerio del Interior, atribuyéndose la recuperación del cuerpo del policía rescatado por el padre, desató una indignación generalizada.
En ese momento, los ministros del Interior y Defensa eran ya insostenibles en el cargo, pero el gobierno insistió hasta el final en salvarlos. No lo logró, y en el proceso se debilitó. Abrió brechas en la bancada oficialista, donde algunos, como los congresistas vinculados a la izquierda, anunciaron que votarían a favor de la censura de los ministros.
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