EL MUNDO › MERKEL PRESIONA AL RECIEN ELECTO PRESIDENTE FRANCES, FRANÇOIS HOLLANDE
La ortodoxia liberal que la canciller alemana llama “reformas estructurales” no es más que flexibilizar el mercado de trabajo y recortar el seguro de desempleo, lo que choca con la línea socialdemócrata del electo presidente.
› Por Eduardo Febbro
Desde París
El club de los ortodoxos del ajuste y la autoridad, presidido por su operadora mayor, la canciller alemana Angela Merkel, le prepara un picante comité de recepción al presidente francés, el socialista François Hollande. El presidente electo ni siquiera asumió sus funciones –lo hará el martes 15 de este mes– y la ofensiva empezó con una avalancha de adversidades y un nutrido bombardeo desde varios ángulos. La crisis griega sacude a Europa, Alemania busca ahogar a París en sus intentos de introducir una dosis de crecimiento en la estrategia de austeridad dictada por Berlín y varios sectores de la industria nacional se preparan a decidir despidos masivos, que habían congelado hasta ahora esperando el resultado de las elecciones. Se respira un aire de fin de reino, con todos los ingredientes que acompañan esos momentos de la historia, donde un modelo llegó hasta lo más perverso y dañino de su propia contradicción.
Hollande rompió el consenso de la austeridad como único destino y ello le valió una furiosa ofensiva de parte de la canciller alemana, Angela Merkel. El repetido discurso sobre la austeridad y los ajustes como llave exclusiva para salir de la crisis voló en pedazos con la elección de Hollande. El objeto del antagonismo es el pacto fiscal adoptado por 25 de los 27 países de la Unión Europea, mediante el cual se introducen sanciones a los países que excedan los déficit y no sanen sus finanzas públicas, la famosa “regla de oro”. Pero ese texto acarrea ajustes y rigor. François Hollande no lo rechaza en su totalidad, pero pugna por la renegociación del tratado con la introducción de una dosis de crecimiento. Alemania dice que no habrá reactivación en Europa con dinero público: ajustar o morir, ese es el credo.
Angela Merkel volvió ayer al ataque. Hablando ante el Parlamento, la canciller alemana dijo: “El crecimiento mediante reformas estructurales es imperioso, importante y necesario. Pero fundar el crecimiento sobre el crédito no haría sino hacernos volver al principio de la crisis. Por esta razón no lo debemos hacer y no lo haremos”. París le responde en el mismo tono: Benoît Hamon, el portavoz del Partido Socialista, dijo ayer que “François Hollande no cambiará de posición por la simple y llana razón que tiene un mandato del pueblo francés”. Merkel y Hollande se encontrarán por primera vez el próximo 15 de mayo para evocar este tema que se ha vuelto una piedra incandescente entre los dos socios más poderosos de la Unión Europea. La ortodoxia liberal que Merkel llama “reformas estructurales”, es decir, liberalización del mercado de trabajo y cortes en el seguro de desempleo, choca con la línea socialdemócrata. El líder socialista empieza así su mandato bajo un aluvión de presiones y malas noticias. El Banco de Francia adelantó que Francia tendrá en el segundo trimestre de este año crecimiento de cero por ciento. La economía quedó estancada y, encima, con una deuda majestuosa. El famoso “estado de gracia” que acompaña a los dirigentes recién electos durante los primeros meses de su mandato es para Hollande un estado de desgracias sucesivas. No sólo hay que pararse ante Alemania, sino también conducir el timón de una Europa absorbida por el remolino de la crisis griega.
Como si fuera poco, los industriales están por lanzar una andanada de planes sociales que vendrán a complicar más la situación de un país al que Nicolas Sarkozy dejó con un desempleo cercano al 10 por ciento. General Motors anunció que estudia la venta de su planta de Estrasburgo (Este de Francia), donde trabajan 1000 personas. PSA Peugeot Citroën también contempla despedir personal. Los sindicatos revelaron a principios de la semana que el grupo de distribución Carrefour estaría por dejar afuera a 3500 empleados. Al mismo tiempo, el grupo aeronáutico Air France-KLM está por activar otro plan social, es decir, despidos, en el marco de un plan de economías por un monto de dos mil millones de euros. La combinación de la situación nacional, la confrontación con Alemania y la crisis griega es explosiva. Los mercados parecen apostar por la explosión de Grecia y la salida de este país del euro. Ello acarrearía una sucesión de terremotos de alta escala. Los tiempos han cambiado mucho. Hollande mantuvo el miércoles una reunión con Herman Van Rompuy, el presidente del Consejo Europeo. Los dos hombres se habían encontrado una vez, en mayo de 2011, en Bruselas. En comparación con lo que ocurre hoy, el entorno de Van Rompuy dijo que en ese momento las cosas pertenecían “a una época inocente”.
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