Dom 13.05.2012

EL MUNDO  › ESCENARIO

Nuevos aires

› Por Santiago O’Donnell

Se llama Alexis Tsipras (foto), le dicen “cool Alexis” y buena parte del futuro de Grecia está en sus manos.

Tranquilo, canchero, 37 años, ingeniero civil, cara redonda, pelo corto y negro, amplia sonrisa, en pareja y esperando su segundo hijo, le gusta vestirse de traje oscuro y camisa blanca abierta dos botones, vive en un departamento de un barrio de inmigrantes, se inició en la juventud comunista. Cuando el partido se alejó de una coalición de izquierdas en 1991, él se quedó en la coalición y saltó a la fama en las elecciones para alcalde de Atenas en el 2006, donde salió tercero. Esta semana dio el batacazo al entrar segundo en las elecciones parlamentarias griegas con el 16 por ciento de los votos (y 51 parlamentarios), cuadruplicando el caudal que su partido había sacado en el 2009.

Desde entonces no para de crecer. De no mediar sorpresas habrá nuevas elecciones el mes que viene y, según las encuestas, Tsipras marcha primero en la intención de votos por varios puntos, con el 24 por ciento del total.

El fenómeno Tsipras tiene sus razones. Desde mayo del 2010 Grecia viene haciendo recortes salvajes para comprar rescates financieros de la Unión Europea que le permiten pagar sus cuentas. Los recortes traen recesión y un desempleo que ya supera el veinte por ciento de la población, amén de una pérdida del poder adquisitivo de los trabajadores del 50 por ciento desde que empezó la crisis.

Ahora la Unión Europea le exige a Grecia que recorte once mil millones de euros en el 2013 y 2014, casi el cinco por ciento del producto bruto de ese país.

Tsipras dice basta de ajuste, basta de receta fracasada. “Nuestra línea roja es que el mandato popular no puede ser ignorado. El pueblo griego ha dado un claro mandato de cancelar estas duras medidas de austeridad que en los últimos dos años y medio nos han llevado a la catástrofe. Si esta condición básica que estamos exigiendo en esta negociación no se acepta, está claro que por lo menos no podemos ser parte de un gobierno”, explica en un cable de Associated Press.

Como era de esperarse, el auge de Tsipras puso nerviosos a los popes de la Unión Europea. “Queremos ayudar a Grecia y vamos a ayudar a Grecia. Pero Grecia tiene que querer que lo ayuden. Si se desvían del camino de reformas acordado, entonces el pago de nuevos segmentos de ayuda no será posible”, dijo esta semana el ministro de Exteriores alemán, Guido Westerwelle, en una audiencia del Parlamento sajón.

Tsipras entiende el chantaje pero hace su juego. Grecia no puede funcionar sin el rescate. Las cuentas no cierran. Eso nadie lo discute. Pero la Unión Europea también necesita a Grecia, también es vulnerable y hay mucho más en juego que la suerte de un solo país, retruca el ingeniero.

“Abandonar el euro sería un acontecimiento excepcionalmente negativo, no sólo para Grecia sino para toda Europa. Estamos diciendo que la receta debe cambiar. Hasta hace poco, nos decían que la receta estaba bien pero el cocinero era malo. El cocinero no era malo. En todos los lados donde la receta se aplicó, el resultado fue un fracaso. El método de austeridad está causando problemas en España, Italia, Portugal e Irlanda”, dijo Tsipras.

No hace falta ser muy revolucionario para entender el juego que plantea Tsipras. El blog Capitalismo Dogmático (www.dragcap.com) lo plantea así: “Así que están todos con una moneda única. Así que no hay flotación de tasas de intercambio para equilibrar el comercio. Tampoco hay soberanía de moneda así que cada uno de los países es susceptible a una crisis de solvencia. Entonces lo que pasó es que los países con déficit comercial tuvieron que salir a pedirles prestado a los países con superávit comercial para seguir financiando su gasto. ¿Y quién daba la mayoría de los préstamos? Por supuesto, el sector bancario alemán. Así que los dos están unidos. Si por ejemplo Italia entrase en default, mataría a los bancos alemanes. Además, como Alemania es el país de mayor superávit comercial primario en la región disfruta de los beneficios del sistema de moneda única. Si Italia volviera a la lira en este clima, el euro se apreciaría contra la lira y Alemania sería menos competitiva con Italia. Así que Alemania tiene mucho para perder. Yo diría que en esta partida la periferia tiene la mejor mano”.

Tsipras sabe bien dónde está parado. Un socialista acaba de ganar en Francia. Gran Bretaña entró en recesión. España cuelga de una cornisa, Italia presa del mal humor, Irlanda y Portugal esperando el próximo cachetazo de los mercados. “Muy pronto (la canciller de Alemania, Angela) Merkel tendrá que enfrentar la realidad. Estará en la difícil posición de tener que enfrentar la desintegración de la Zona Euro si ella insiste con estas políticas de austeridad.”

Tsipras dice que no desea que la Unión Europea vuele en pedazos por culpa de las decisiones que pueda tomar Grecia. “Voy a ir tan lejos como pueda para mantener a Grecia en la Eurozona”, declara. Pero enseguida agrega: “El acuerdo para el rescate griego es nulo y vacío y debe ser abandonado”.

Ahora hay que esperar. Primero esperar a ver si Tsipras gana las elecciones y consigue formar gobierno. Después, si Tsipras mantiene su palabra de no negociar el mandato popular, habrá que ver si la Unión Europea afloja con el ajuste y cambia la receta, o si negocia seguir con las medidas de austeridad a cambio de una zanahoria que pueden ser los Eurobonos, o si Grecia abandona definitivamente el euro. Igual podrá seguir siendo parte de la Unión Europea pero manejando su propia moneda como Gran Bretaña y los países escandinavos. Si Grecia se sale de la convertibilidad y repunta como la Argentina cuando se salió de la suya, entonces España e Italia querrán hacer lo mismo. Entonces los bancos alemanes y franceses no podrán soportarlo. El euro dejará de existir, aunque no por ello caerá la Unión Europea, organismo supranacional que se sustenta en acuerdos aduaneros, migratorios, comerciales, legales, diplomáticos, agrícolas, ictícolas, militares, sanitarios, medioambientales, académicos y culturales que en su conjunto exceden por mucho la cuestión de la moneda única.

La buena noticia es que el futuro de Grecia ya no depende solamente de lo que disponga la burocracia del Banco Central Europeo. En un continente diezmado y tambaleante, surge otro discurso. Y cambian los protagonistas. Ahora apareció Tsipras, el ingeniero civil griego de 37 años que promete defender del ajuste al salario y la dignidad de su pueblo.

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