EL MUNDO › CRISIS MINISTERIAL EN EL PERú POR LOS ERRORES EN LA REPRESIóN AL SENDERISMO
El presidente peruano removió a sus ministros del Interior y de Defensa para evitar la censura del Congreso, pero no incorporó nuevas caras y dio a entender que seguirá la política represiva contra los movimientos sociales.
› Por Carlos Noriega
Desde Lima
Un cambio para que todo siga igual es la frase con la que se pueden resumir los cambios ministeriales realizados por el presidente Ollanta Humala, obligado por la crisis política que hizo rodar las cabezas de sus ministros del Interior y de Defensa. Para cubrir los cargos de los dos ministros que dimitieron el jueves para evitar la censura del Congreso por los errores en las operaciones militares y policiales contra la guerrilla de Sendero Luminoso, el presidente Humala no incorporó a nuevas figuras al gabinete, sino que optó por mover algunas fichas dentro de su equipo ministerial. Hubo rotación, antes que cambio. Y en esa decisión de no cambiar, a pesar de la obligada sustitución de dos ministros por la presión del Congreso, Humala decidió mantener en el puesto a su cuestionado primer ministro, el general en retiro Oscar Valdés, seriamente debilitado por la reciente crisis ministerial y por su incapacidad para manejar las protestas sociales, que en los últimos meses han dejado nueve muertos.
Los nuevos nombramientos en Interior y Defensa han sido cuestionados por diversos sectores. La rotación entre los miembros del equipo ministerial puso en el Ministerio de Defensa al hasta ayer ministro de la Producción, José Urquizo, quien, a su vez, fue reemplazado en Producción por su viceministra de Pequeña y Microempresa, Gladys Triveño. En Interior fue nombrado el general del ejército en retiro Wilver Calle, quien era el viceministro de Defensa. No habían terminado de recibir los saludos protocolares después de su jura en el Palacio de Gobierno, el lunes en la noche, cuando Urquizo y Calle ya comenzaban a recibir las primeras críticas.
El general Wilver Calle fue viceministro del renunciante titular de Defensa, Luis Alberto Otárola, obligado a dejar el cargo por los desaciertos en las operaciones conjuntas del ejército y la policía frente a Sendero Luminoso, y como tal fue parte central del equipo que cometió los errores que precipitaron la crisis ministerial. Sin embargo, ahora asume como ministro del Interior, cargo desde el cual tendrá un rol clave en este tema. También se ha criticado a Humala por entregarle la cartera del Interior a un militar.
José Urquizo, el nuevo ministro de Defensa, había enfrentado en las últimas semanas duras críticas por su gestión como titular de Producción, cargo que había asumido en diciembre pasado. Su viceministra de Pesquería, Patricia Majluf, renunció hace unos días acusándolo públicamente de haber cedido ante las presiones de las grandes empresas pesqueras y no proteger los recursos marinos. Una reciente huelga de pescadores artesanales dejó dos muertos.
“Este es un cambio que expresa la menor voluntad de cambio posible. Es un enroque dentro de la casa que no anuncia ningún cambio de política en el tema que generó la crisis (los errores en la estrategia frente a la guerrilla de Sendero Luminoso). No hay una reconocimiento de los errores cometidos y de la magnitud de la crisis”, le señaló a Página/12 Carlos Monge, historiador e investigador principal del Centro de Estudios y Promoción del Desarrollo (Desco).
A los cuestionamientos a los nuevos ministros del Interior y de Defensa se suman las críticas a la decisión del presidente Humala de mantener al desgastado general Oscar Valdés como jefe del gabinete ministerial. El general Valdés fue nombrado en diciembre primer ministro –antes había sido ministro del Interior–, en medio de la crisis por las protestas campesinas contra un proyecto minero de la transnacional Yanacocha por su alto costo ambiental, y asumió el cargo con un discurso de mano dura frente a las protestas sociales, cerró el diálogo con las organizaciones sociales y se la ha jugado en defensa del rechazado proyecto minero de Yanacocha. En los últimos meses, la represión a las protestas sociales ha dejado nueve muertos.
Un sector de la alianza gubernamental, integrado por los grupos y personalidades de izquierda, ha exigido públicamente la salida de Valdés, pero la derecha más dura, encabezada por el fujimorismo, y los gremios empresariales respaldan la continuidad del cuestionado general, que hace poco se declaró admirador del “pragmatismo” del ex dictador Alberto Fujimori, a quien ven como figura importante en la derechización del gobierno y como garante para una respuesta represiva a las protestas sociales. Humala, que cada vez aparece más alejado de sus aliados de izquierda, ha decidido jugársela por la continuidad de su primer ministro, y también por la continuidad de una política económica que poco o nada tiene que ver con las promesas de cambio de la campaña electoral. En esas circunstancias, una división de la alianza oficialista, con la salida del sector progresista, parece ser cuestión de tiempo. La continuidad de Valdés al frente del gabinete puede acelerar esa ruptura.
“La permanencia de la izquierda en el gobierno es insostenible porque discrepan con todas las políticas que está siguiendo el gobierno, que ha traicionado las propuestas de cambio que apoyó la izquierda. Me parece que esa ruptura es inevitable. La pregunta es en qué momento se va a dar”, opina Carlos Monge.
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