Mié 23.05.2012

EL MUNDO  › HISTóRICOS COMICIOS TRAS LA CAíDA DEL RéGIMEN

Egipto va a las urnas

Los candidatos con más posibilidades de ganar son Mohammed Mursi, de los Hermanos Musulmanes; Abdel Moneim Abul Futuh, un islamista moderado, y Amre Mussa, ex canciller de Mubarak.

A partir de hoy y hasta mañana, 50 millones de egipcios elegirán un nuevo presidente entre trece postulantes al cargo, acotada la esperanza que produjo la caída del ex mandatario Hosni Mubarak en febrero de 2011, devorado por los fuegos de la llamada Primavera Arabe. De acuerdo con las normas electorales egipcias, para alcanzar la presidencia el candidato triunfante debe sumar la mitad de los votos depositados en la doble jornada electoral. En caso de que nadie lo logre, se deberá realizar una segunda vuelta los días 16 y 17 de junio.

La Junta Militar de Egipto, máxima autoridad en la transición democrática del país norafricano, exhortó ayer a los ciudadanos a que participen de forma masiva en las primeras elecciones tras la caída de Mubarak, y aseguró que deja “libertad total” a los ciudadanos para elegir nuevo presidente. En ese marco, las últimas encuestas conocidas antes de la veda electoral revelaron que los candidatos mejor posicionados están contenidos en un escalón donde figuran cinco aspirantes.

Se trata de Mohammed Mursi, el candidato oficial de los Hermanos Musulmanes; Abdel Moneim Abul Futuh, un moderado que fue expulsado de la misma organización; y Amre Mussa, ex canciller de Mubarak y posteriormente secretario de la Liga Arabe. Entre esos cinco se encuentran también Ahmed Shafik, el último jefe de gobierno del mandatario depuesto y el activista de izquierda Hamdien Sabbahi, favorito de la juventud que en las últimas semanas creció en preferencias.

Los últimos sondeos publicados el lunes indicaron que tanto Mussa como Futuh realizarían una buena elección, pero seguidos de cerca por el resto. Mussa fue ministro de Relaciones Exteriores durante una década bajo el gobierno de Mubarak. Su postura crítica respecto de Israel le granjeó el favor de gran parte de la opinión pública, tanto que Mubarak lo defenestró enviándolo a la Liga Arabe, cuya Secretaría General asumió en 2001.

Mantiene una relación de distancia con los partidos islámicos, con cuya ideología no comulga. Sus adversarios lo atacaron durante la campaña electoral refiriéndose a él como a un “resto del régimen de Mubarak”. Futuh, por su parte, fue miembro de la cúpula de los Hermanos Musulmanes. Considerado un burgués conservador y devoto, este médico de 60 años se postuló a sí mismo como candidato independiente el pasado año sin el consentimiento de su grupo, que lo expulsó por ello.

Sin embargo, los liberales creen que las desavenencias de Futuh con la cúpula de los Hermanos no fueron más que una escenificación para granjearse la simpatía de los ciudadanos egipcios alejados del ámbito religioso. Shafik, en tanto, hizo carrera en las fuerzas aéreas y alcanzó el rango de ministro de la Aviación Civil en 2002, impulsado por Mubarak.

Aunque fue destituido por el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas que tomó el mando del país tras la caída del ex mandatario, los jóvenes revolucionarios que protagonizaron el alzamiento popular consideran que es el candidato de los militares y el que quiere salvaguardar sus privilegios.

En un lugar expectable está Sabbahi, el carismático fundador del partido nacionalista-socialista Al Karama, y el único de los candidatos con un marcado perfil de izquierda. De 57 años, Sabbahi proviene de un entorno humilde, fue parlamentario y estuvo en la cárcel debido a sus actividades políticas. En su campaña, seguida por franjas importantes de jóvenes, enarboló la bandera de la justicia social.

Finalmente, Mursi, el candidato de los Hermanos Musulmanes, pertenece al ala conservadora de la agrupación y apuesta a un “renacimiento islámico”. Ingeniero, de 60 años, representó a la agrupación en el Parlamento entre 2000 y 2005.

Los análisis previos revelaron que es improbable que alguno de los candidatos consiga más del 50 por ciento de los votos en esta primera ronda electoral. Durante la campaña, los principales líderes fueron subiendo de tono cuanto más se acercaba la fecha de las elecciones, lo que desembocó en un clima enrarecido salpicado por acusaciones mutuas entre los candidatos.

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