Mar 29.05.2012

EL MUNDO  › UN EX JUEZ DEL SUPREMO DE BRASIL, BAJO SOSPECHA, ACUSó A LULA DA SILVA DE CHANTAJE

Preguntas necesarias sobre una denuncia

Gilmar Mendes dijo que el ex mandatario le pidió que presionara a sus pares para que se dilate el juicio sobre el “mensalao”, caso de corrupción de su gobierno. A cambio –siempre según él– Lula le ofreció blindaje en otro escándalo.

› Por Eric Nepomuceno

A veces, frente a una denuncia grave, conviene examinarla con frialdad mientras se analiza quién la hace. Pues es exactamente una de esas denuncias que merecen doble atención la que surgió en Brasil el último fin de semana. Gilmer Mendes, juez de la Corte Suprema, ex presidente del Supremo Tribunal Federal, lanzó la grave acusación de que un ex presidente de la República, Luiz Inácio Lula da Silva, trató de chantajearlo en presencia de otra figura ilustre, Nelson Jobim, quien fue ministro de Justicia de Fernando Henrique Cardoso, ministro de Defensa de Lula y luego de Dilma (por algunos meses), y que también presidió el Supremo Tribunal Federal brasileño. O sea: todos ex algo, pero de suma importancia.

Según la denuncia, hace poco más de un mes –el jueves 26 de abril– Lula estaba en Brasilia y fue a visitar Nelson Jobim en su oficina. Poco antes, Jobim llamó a Mendes, diciendo que el ex presidente también quería saludarlo. Siempre según Mendes, a cierta altura de la conversación, en la cocina de la oficina de Jobim, Lula mencionó el “mensalao”, el escándalo de corrupción que sacudió a su gobierno en 2005 y casi le costó la reelección al año siguiente. De acuerdo con el juicio que tramita en la Corte Suprema, algunos parlamentarios recibían mensualmente dinero de un esquema armado por el ex todopoderoso ministro de la Casa Civil José Dirceu, para votar a favor de los intereses del gobierno en el Congreso. Gracias a la olímpica morosidad del sistema judicial brasileño, el caso se vino arrastrando hasta ahora. Las previsiones son de que la sentencia final, e inapelable, del Supremo Tribunal Federal sea dictaminada en septiembre, vísperas de las elecciones municipales de este año.

En presencia de Jobim, Lula pidió a Mendes que presionara a sus pares para que el juicio se arrastre un poco más. A cambio de su adhesión a la idea, Lula ofreció blindaje a Mendes en otro escándalo que está bajo estruendosa investigación en el Congreso. La Comisión Parlamentaria de Investigación (CPI) trata del caso de Carlos Ramos, empresario de juegos ilegales, y lo vincula con un senador, Demóstenes Torres, y con una gigante de la construcción, la Delta, que tiene contratos de obras públicas por al menos cuatro mil millones de dólares.

Hasta hace poco, Demóstenes Torres fue el paladín del moralismo en el Senado, defensor a ultranza de la decencia y las buenas costumbres. Entonces, fueron descubiertos sus íntimos vínculos con Carlos Ramos, el mafioso que maniobraba los intereses de la constructora junto a órganos públicos. Todavía no se sabe a ciencia cierta cuántos millones fueron desviados de los presupuestos federales. Está comprobado que Torres funcionaba como mensajero del contraventor.

Gilmar Mendes, a su vez, es íntimo amigo de Torres. Existe la sospecha de que al menos en una ocasión viajaron a Alemania en un avión alquilado por Carlos Ramos.

Y es aquí donde hay que preguntarse: ¿quién hace la denuncia?

Gilmar Mendes, además de parlanchín e insolente, es una figura polémica. Tiene en su ficha actitudes raras en un magistrado. Es dueño, por ejemplo, de cursos de derecho ofrecidos de manera insistentes a grandes empresas de abogados. En los cursos, que son bastante caros, hay palestras y conferencias de otros ministros de cortes superiores de Justicia. Los alumnos suelen ser abogados de oficinas de derecho que actúan junto al Supremo Tribunal Federal.

A su vez, Demóstenes Torres, office-boy de lujo de un contraventor contumaz, era uno de los proveedores de información al periodismo cometido por el semanario Veja, ejemplo perverso de la peor prensa sensacionalista. Hace algunos años, la misma Veja lanzó la denuncia de que conversaciones privadas entre Torres y Mendes habían sido pinchadas por la policía. Mendes puso el grito en el cielo, denunciando la existencia de un ‘estado policíaco’ bajo Lula. La grabación de ese escucha ilegal jamás apareció, ya que jamás hubo tal pinchazo. Lo que querían Torres y Mendes era que se alejara al director general de la Policía Federal, Paulo Lacerda, cuya actuación molestaba a más de una mafia.

Quedan algunas preguntas. Primera: si el intento de chantaje ocurrió hace un mes, ¿por qué solamente ahora, cuando las investigaciones de la comisión parlamentaria sobre el contraventor Carlos Ramos se acercan peligrosamente a Demóstenes Torres, su buen amigo Gilmar Mendes decide lanzar la denuncia? Segunda: siendo portador de información tan tremenda, ¿por qué Mendes no convocó a una conferencia de prensa y prefirió pasar la información a un órgano de prensa que está bajo sospecha de haber sido vocero exaltado del mismo contraventor que está siendo juzgado, y que era íntimo de un senador corrupto, que a su vez es íntimo de ese polémico miembro del Supremo Tribunal Federal?

El anfitrión y testigo del encuentro, Nelson Jobim, sobre quien jamás pesará sospecha alguna de ser un hombre de izquierdas o cercano al PT, rechaza con vehemencia radical lo que dice Mendes. Asegura que estuvieron los tres reunidos todo el tiempo en su despacho, jamás en la cocina. Y que no hubo ni asomo del tema.

El impacto de la denuncia de Gilmar Mendes en Brasil ha sido fuerte. El desmentido de Nelson Jobim, no tanto. Alguna vez se conocerá la verdad. De momento, y tratándose de este denunciante, más conviene desconfiar y tratar de descubrir qué hay por detrás de todo eso.

(Versión para móviles / versión de escritorio)

© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina
Versión para móviles / versión de escritorio | RSS rss
Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux