Mar 05.06.2012

EL MUNDO  › LA PRESIDENTA DE BRASIL SE PREPARA PARA LA CUMBRE ECOLóGICA

Dilma con vestido verde

El paquete de medidas sobre la Amazonia a ser anunciado por la mandataria hoy puede ser leído como uno de los primeros pronunciamientos de Río + 20. Es posible que anuncie la creación de dos zonas de protección ambiental.

› Por Darío Pignotti

Desde Brasilia

Dilma enfrenta su mayor desafío en la enmarañada diplomacia verde. Como anfitriona de la Conferencia de las Naciones Unidas para el Desarrollo Sostenible, Río + 20, la presidenta brasileña ocupará este mes el rol de pop star –en el que no parece sentirse muy a gusto– ante un centenar de líderes que ya confirmaron su presencia, entre ellos los mandatarios del núcleo duro de los emergentes, mientras habrá defecciones notorias en las filas occidentales, como la de la alemana Angela Merkel y está en duda la participación de Barack Obama.

La lógica de la agenda ambientalista, donde lo que prima es parar la degradación del planeta más allá o más acá de las fronteras, lleva a que la política nacional se confunda con la internacional. Esa tendencia se comprueba en Brasil, por su doble condición de ser escenario del mayor evento ecológico del año y por ser una potencia ecológica con un territorio de 8,5 millones de km2 de los cuales casi el 50 por ciento corresponde a la región amazónica.

De allí que el paquete de medidas sobre la Amazonia a ser anunciado por Dilma hoy, cuando la ONU celebrará en Brasil el Día Mundial del Medio Ambiente, puede ser leído como una iniciativa de política interna y a la vez como uno de sus primeros pronunciamientos de Río + 20.

Luiz Inácio Lula da Silva hizo algo similar en la antesala de la Conferencia del Clima de Copenhague, en 2009, al declarar con su entonces aliado, el francés Nicolas Sarkozy, la disposición de reducir la generación de gases de efecto invernadero.

Es posible que Rousseff anuncie hoy la creación de dos zonas de protección ambiental –áreas donde el Estado subsidia la explotación de recursos naturales con criterios ecológicos–, seis reservas indígenas y el aumento del número de familias rurales beneficiadas por el programa Bolsa Verde. Difícilmente las medidas serán aplaudidas por los miles de activistas que participarán de la Cumbre de los Pueblos que sesionará en paralelo a Río + 20, debido a sus discrepancias de fondo con la política amazónica del gobierno al que censuran por la construcción de represas hidroeléctricas y la aprobación, aunque con vetos, del Código Forestal.

Hace una semana el globalizado movimiento ecológico recogió dos millones de firmas contra el Código Forestal por considerarlo “permisivo” con el agronegocio, que está matando la selva, y el sábado Greenpeace anunció la marca de 300 mil firmas en la campaña para alcanzar la “Deforestación Cero”, que es una meta casi imposible para el gobierno, que reportó el desmatamiento de 1400 km2 sólo entre agosto y marzo pasados.

A Dilma los ecologistas no la aman. Un segmento de esa colectividad con bastante arraigo en la clase media alta urbana, de donde provienen los 20 millones de votos obtenidos por la líder ambientalista Marina Silva en las presidenciales de 2010, ven a Rousseff como una desarrollista clásica, sin sensibilidad verde.

Otra parte de ese cosmos ecologista es más simpático con la presidenta. Allí están el Movimiento de Trabajadores Rurales Sin Tierra, la Pastoral de la Tierra (de la Iglesia Católica) y la Confederación Nacional de Trabajadores de la Agricultura, grupos que combaten la degradación del planeta desde un prisma social.

Río + 20 comenzará a sesionar el 12 de junio, pero el arribo de los mandatarios ocurrirá ocho días más tarde, poco después de cerrado el encuentro del Grupo de los Veinte en México y una semana antes de la reunión semestral de presidentes del Mercosur, en Mendoza.

Aunque se trata de tres eventos con agendas propias, los tres están atravesados por una misma encrucijada, la de quién cargará con el costo y cómo se sale de la crisis global. Ese dilema tiene su traducción ecológica: sobre quién recae el peso de la reconversión productiva en el campo y la ciudad para que el planeta siga siendo habitable dentro de un par de siglos. Brasil opina que ese costo debe ser absorbido por los países desarrollados causantes –a través de la revolución industrial– de la deforestación iniciada hace dos siglos. Y rechaza la tesis de la “diplomacia del ozono”, que podría resumirse así: el Primer Mundo, acuciado por la crisis, continúa produciendo a gran escala alimentado por combustibles fósiles y emitiendo gases de efecto invernadero, y mediante la compra de áreas verdes en la periferia (léase amplias extensiones de la Amazonia), la condena a ser un jardín botánico virgen hundido en la pobreza y sin industria.

Para hacer sentir su voz frente a los ricos en Río + 20 Dilma pretende sumar a sus aliados del grupo Brics (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), cuyos gobernantes prometen estar en pleno en la Conferencia, y a los socios latinoamericanos, con Argentina y los miembros del Mercosur en la línea del frente.

El diplomático chino Sha Zucang, secretario general de Río + 20, comparte la perspectiva brasileña: “Los emergentes tienen que unirse para crear economías verdes... y éstas tienen que ser consideradas en un contexto más amplio del desarrollo sostenible... Esta es una conferencia que no trata al ambiente de forma aislada, también está el lado económico y el social”.

El frente sudamericano entrará en escena en una mesa redonda con Dilma, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner y la ex mandataria chilena Michelle Bachelet. “Estamos trabajando en esa posible mesa redonda con las presidentas Cristina y Dilma, es una propuesta que recibimos positivamente. Argentina y Brasil tienen una sintonía política fina y esto también se verá en los temas de Río + 20”, comentó recientemente un diplomático argentino a este diario en la embajada de Brasilia.

Como se ve, el contrapunto Sur-Norte está servido en la cita de Río, a donde la tropa de los países ricos llegará diezmada, pues no viajarán Angela Merkel, que hace dos meses chocó con Rousseff en un debate sobre la crisis, ni el premier británico David Cameron, mientras es incierta la presencia de Obama. Estará, en cambio, el presidente François Hollande, cuya victoria en los comicios de mayo fue aplaudida con infrecuente efusividad por Rousseff, quien lo elogió por defender el crecimiento como camino para salir de la crisis económica, y es seguro que querrá contarlo como aliado en la cumbre ecológica.

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