EL MUNDO › EL AYUDANTE DEL PAPA ES EL úNICO DETENIDO POR LAS FILTRACIONES DE DOCUMENTOS SECRETOS
Se comenta en los pasillos de la Santa Sede que Paolo Gabriele habría denunciado a los otros informantes. El magistrado Bonnet deberá evaluar si hay elementos suficientes como para llevar a juicio al hombre de confianza de Ratzinger.
› Por Elena Llorente
Desde Roma
El mayordomo del papa Benedicto XVI, Paolo Gabriele, detenido desde hace trece días en el Vaticano por haber presuntamente robado numerosos documentos de la habitación del pontífice, fue interrogado formalmente ayer por el juez de Instrucción de la Santa Sede, Piero Antonio Bonnet. Pero ya se habla de que mediante un acuerdo previo con la Santa Sede, el mayordomo habría denunciado a los otros “cuervos”, es decir, a quienes recibían los escritos hurtados.
El juez Bonnet deberá evaluar si hay elementos suficientes como para que el ayudante del Papa deba o no ser llevado a juicio. “Gabriele es el único acusado en esta causa”, subrayó el portavoz de la Santa Sede, el sacerdote Federico Lombardi, ayer ante los periodistas. Pero otras fuentes aseguran en cambio que, en conversaciones informales con exponentes vaticanos, Gabriele habría revelado varios nombres. “Se ha investigado sobre otras personas, pero no formalmente”, aclaró Lombardi, negando además que se hubieran hecho rogatorias judiciales dirigidas al Estado italiano para poder interrogar a los italianos supuestamente implicados.
Nada se sabe de cierto, en consecuencia, sobre los sospechosos, pero al parecer, en el departamento donde vivía Gabriele, dentro del Vaticano, que fue allanado por la Gendarmería vaticana, fueron encontrados numerosos escritos sustraídos al Papa y una lista de periodistas, a los cuales supuestamente podría haber entregado el material robado. Pero para que las acusaciones contra otras personas sean legalmente válidas, el mayordomo deberá repetirlas ante el juez instructor, después de lo cual éste evaluará si es necesario acusar o no a otros individuos. Pero el interrogatorio por parte del juez no es público así es que habría teóricamente que esperar a que aquél decida qué hacer con los sospechosos.
Las consecuencias del Vatileaks –como se lo ha llamado, en alusión al Wikileaks de Julian Assange, por el que se difundieron documentos secretos de varios países que tanto dieron que hablar a nivel internacional– no parece que concluirán a breve plazo y, por el contrario, podrían transformarse en una larga e incómoda amenaza para la aparentemente tranquila estabilidad de la Santa Sede. Luchas intestinas e intrigas siempre han existido a lo largo de la historia dentro de los muros vaticanos. Pero tal vez nunca tan públicamente como ahora. Algunos diarios católicos, como L’Avvenire, han salido al encuentro del problema: “Los que quieren dividir y confundir saben bien su partitura, siempre distinta y en definitiva siempre igual. Pero no pueden convencernos ni pueden prevalecer”, escribió el director Marco Tarquinio. “Es el momento de la unidad y de la transparencia. El Papa no se deja intimidar por los ataques feroces, dirigidos, organizados y destructivos”, comentó por su parte el virtual primer ministro vaticano, el cardenal secretario de Estado, Tarcisio Bertone.
Para el caso del mayordomo hay quien lanza hipótesis más jugosas todavía, con matices casi de ficción policial. Según algunos medios de prensa, las actividades ilegales del mayordomo habrían sido descubiertas hace por lo menos seis meses y las autoridades vaticanas lo habrían obligado, mediante un acuerdo, a continuar entregando documentos a los sospechosos a fin de que los investigadores pudieran documentar esa entrega y conocer los nombres de los interesados. Hipótesis desmentida completamente por el portavoz vaticano Federico Lombardi, que la calificó de “no atendible”. Es bastante plausible, sin embargo, que los primeros interesados en que los documentos fueran publicados no necesariamente son los periodistas, sino que podrían ser personajes del mismo Vaticano, para mejor ubicarse en el juego de poderes.
Gabriele, acusado de “robo agravado”, arriesga un máximo de ocho años de prisión, pero en una cárcel italiana –gracias a los acuerdos existentes entre Italia y la Santa Sede–, aunque es ciudadano vaticano. Por ahora está detenido en una de las cuatro celdas de seguridad de la Gendarmería vaticana, bastante cómodas por lo demás, con escritorio, ventana, baño y una cama además de un crucifijo. De ser procesado y condenado, al final de las tres instancias que tiene la Justicia vaticana, Benedicto XVI podría perdonarlo concediéndole la gracia.
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