Dom 04.05.2003

EL MUNDO  › COMO ES LA ESTRATEGIA DE BUSH PARA GANAR YA LAS PRESIDENCIALES DE NOVIEMBRE DE 2004

Alístese ya para la elección norteamericana

Después del triunfo de sus armas en Irak, George W. Bush se puso en campaña esta semana para su reelección en 2004. Todavía falta un año y medio, pero Bush está resuelto a aprovechar sus ventajas tempranas. Que se ven contrapesadas por el agravamiento de la economía. Aquí, un panorama con vistas a los próximos meses.

Falta un año y medio para las elecciones presidenciales, pero George W. Bush ya está preparando su reelección. Su campaña se basa en un presupuesto récord, la seguridad nacional y el recuerdo de los atentados del 11 de septiembre. Para las elecciones primarias a principios del año que viene, Bush planea gastar 200 millones de dólares, el doble de lo que gastó en el 2000. A pesar de que no necesita hacer campaña para las primarias, usará casi todo el presupuesto en propaganda televisiva para afianzar su posición. Con las encuestas a favor, el único obstáculo parece ser una economía en recesión y un desempleo que parece irreductible. Del otro lado, los nueve precandidatos demócratas que pelearán la interna del partido no parecen rivales de peso, especialmente desde que Al Gore y Hillary Clinton se bajaron de la carrera presidencial.
Las elecciones estadounidenses son el 2 de noviembre del año que viene. Tradicionalmente, las convenciones electorales se hacen a fines de julio. Pero la convención del Partido Republicano empezará el 30 de agosto y terminará el 2 de septiembre de 2004. El cambio de fecha no es casual: además de estar más cerca del aniversario del 11 de septiembre, con el retraso, Bush concentrará el gasto de la campaña en menos tiempo. Las leyes de financiamiento electoral señalan que los candidatos que reciben fondos públicos para sus campañas, del Partido Republicano y el Demócrata, tendrán 75 millones de dólares para gastar entre el final de la convención y los comicios. El candidato demócrata tendría que repartir ese dinero en tres meses, pero Bush sólo lo haría en dos, lo que le garantizaría más impacto en los medios. Además, se espera que renuncie a los fondos públicos para las primarias. Así lo hizo en el 2000, cuando juntó más de 100 millones entre contribuyentes particulares. Como ahora se subió a 2000 dólares el límite de dinero que un ciudadano pueden donar a una campaña, los dirigentes republicanos piensan que ahora podrían juntar más de 200 millones.
En plena guerra de Irak, una encuesta de CNN reveló que el 80 por ciento de los norteamericanos piensa que Bush “es un líder fuerte”. Así que la única nube en el horizonte del presidente es la alicaída economía y un feroz déficit fiscal que los estados deben afrontar con recortes en salud, prestaciones médicas y educación. Desde que Bush es presidente, el sector privado perdió 2,5 millones de empleos, el desempleo trepó al seis por ciento y más de dos millones de norteamericanos se quedaron sin seguro de salud. Esta semana, la alcaldía de Nueva York echó a 1400 empleados, lo que eleva a 4400 los despidos en este municipio en lo que va del año. Los despidos son parte de un plan de recortes propuesto por el alcalde de Nueva York, Michael Bloomberg, que busca paliar el altísimo déficit de la ciudad. Entre las personas que se quedaron sin trabajo hay asistentes escolares, guardias de prisiones, empleados de Salud Pública y del Departamento de Bomberos. Mientras, Bush sigue haciendo campaña para su paquete de reducciones impositivas que, según él, no debería ser menor a 550.000 millones de dólares para que la economía crezca. “Esta reducción es buena para el ciudadano promedio”, les dijo hace unos días a los trabajadores de una fábrica en Ohio que produce los tanques Abrams que se usaron en Irak. Su padre perdió la reelección por subir los impuestos y su hijo podría perderla por bajarlos. Pero él sigue empecinado, a pesar de que algunos economistas advirtieron que las reducciones impositivas no sólo no mejorarán sino que agravarán la economía. En los últimos dos años, Estados Unidos hizo el recorte impositivo más grande en 50 años y el mayor gasto federal desde que Jimmy Carter era presidente.
Pero no nos olvidemos de los demócratas que buscan la presidencia. Por ahora hay nueve precandidatos, un número récord que, según los analistas, se debería a un cambio de actitud en los políticos después de las elecciones de 1992. Por entonces, el desgaste de la popularidad de Bush padre le abrió el paso al entonces ignoto gobernador de Arkansas Bill Clinton. Y este año, los demócratas quieren aprovechar las dudas sobre la posición de Bush en política exterior y economía. Así que, por el momento, hay nueve precandidatos demócratas que anunciaron su intención de ser presidentes o, al menos, formaron un comité exploratorio. Este panel es el primer paso hacia una campaña presidencial, ya que le permite al candidato juntar plata para viajes y gastos y evaluar cuánto respaldo tendrá su candidatura.
Está John Kerry, senador por Massachussetts y feroz crítico de la política exterior de Bush. Cuando en febrero anunció que se iba a operar de la próstata, varios demócratas lo criticaron por hablar con tanta soltura del tema y el diario Boston Globe lo acusó de mentiroso porque en una entrevista había negado estar enfermo. El “Próstatagate” estalló cuando Kerry aparecía como el principal candidato de su partido. Y sus oponentes aprovecharon este desliz para sacarlo del podio. El menos beneficiado por el progreso de Kerry es el senador Joe Lieberman, candidato a vicepresidente de Al Gore en el 2000 y otro de los precandidatos demócratas para el 2004. El año pasado, Lieberman casi se baja de la precandidatura porque no quería competir con Gore, que finalmente decidió no presentarse. En cambio, Kerry contrató a los cerebros de la operación Gore-Lieberman y los puso a trabajar para su campaña. Mientras, la prensa lo sigue cargando porque se jactó de haber filmado la guerra en Vietnam cuando era combatiente y se operó la mandíbula “por razones médicas, no estéticas”, insiste Kerry.
“Todavía pienso que el hijo de un obrero puede vencer al hijo de un presidente”, dice John Edwards, senador demócrata y otro de los precandidatos. Lo llaman el clon de Bill Clinton, por su acento sureño y su populismo de clase media. Dos candidatos negros se presentarán a las primarias: Carol Moseley Braun, ex senadora y actual asistente del Fiscal General, y Al Sharpton, activista por los derechos civiles y el único precandidato sin título universitario. Moseley Braun es la única mujer que se presentará en las internas luego de que Hillary Clinton se bajara de la carrera para incursionar en la literatura. La senadora por Nueva York acaba de recibir un anticipo de ocho millones de dólares por su autobiografía, Historia viviente, que se lanzará el 9 de junio. De todos modos, Hillary sigue siendo la candidata demócrata con mayor intención de voto dentro de su partido. El resto de los precandidatos demócratas son el senador Bob Graham, el representante por Ohio Dennis Kucinich, el médico y gobernador de Vermont Howard Dean y el representante por Montana Dick Gephardt.
En plan de campaña, Gephardt propuso hace unos días un ambicioso plan de seguro médico para todos los norteamericanos. “El plan de Clinton falló porque era demasiado grande y asustaba a la gente”, dijo Gephardt al recordar la gran pelea de 1994. Y anunció que si llega a la presidencia eliminará las reducciones impositivas de Bush. “Con eso les va a pagar a los ricos que contribuyeron a su campaña”, dijo.
Los senadores candidateados “deberían saber que la historia está contra ellos”, dice Sam Tanenhaus, de la revista The New Republic. ¿Por qué? Desde 1900, sólo dos senadores llegaron a la presidencia: Warren G. Harding y John F. Kennedy. De todas formas, los actuales precandidatos demócratas parecen confiados en que les irá bien. “Es que el Senado ya no es lo que era”, dice Tanenhaus. La historia norteamericana está plagada de ejemplos de grandes legisladores que hicieron malas campañas para la presidencia. Por eso, gobernadores un tanto oscuros como Clinton o Carter lograron sentarse en la Oficina Oval. Y si el pasado sirve de guía, las posibilidades del gobernador Howard Dean de llegar a la presidencia son altas. Tanto George W. Bush como Clinton fueron gobernadores antes de llegar a la Casa Blanca.
Pero la ecuación de “senador fuerte equivale a candidato débil” ya no corre porque la misma idea de gran senador ha desaparecido de la política estadounidense. Gigantes de la legislación como Lyndon B. Johnson jugaron un rol clave en controversias como el macarthysmo, los Derechos Humanos o Watergate. Pero durante la gestión de Bush, la actuación del Senado ha sido irrelevante: anidado en la red de políticos y lobbistas de Washington, su única función ahora consiste en peleas por presupuestos y leyes impositivas.
Después de la guerra de Afganistán, la reconquista por Bush en noviembre pasado del Senado y la ampliación de su ventaja en la Cámara de Representantes, además de terminar de lavar el aura de ilegitimidad del presidente, ha reforzado esto. Y el triunfo en Irak puede reforzarlo aún más.

Producción y texto:
Milagros Belgrano

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