EL MUNDO › ESCENARIO
› Por Santiago O’Donnell
Gane quien gane la presidencia de Estados Unidos en las elecciones dentro de tres días, algunas cosas, muchas, no van a cambiar.
En términos económicos, para financiar el déficit, Obama quiere cobrarles más impuestos a los ricos mientras Romney prefiere recortar programas sociales. Pero los dos quieren bajar la deuda pública sin frenar la reactivación.
En términos de política exterior, es posible que Obama quiera irse antes de Afganistán que Romney y que se haya ido antes de Irak de lo que hubiera querido su rival republicano. Pero los dos saben que en Estados Unidos no hay clima para otro conflicto armado y ambos quieren ganar la Guerra al Terrorismo usando drones en vez de tropas.
Tal vez sea en los futuros nombramientos de la Corte Suprema donde mayor impacto tendrá la votación del martes. En el máximo tribunal de Estados Unidos se dirimen, con mayorías circunstanciales, una serie de temas cruciales para el país. Temas como la legalización del aborto, el matrimonio gay, el financiamiento de las campañas políticas, la reforma de salud y el derecho a portar armas parten a la Corte prácticamente por la mitad y cada voto es decisivo.
La composición de la Corte hoy es bastante equilibrada: hay cuatro jueces liberales, cuatro conservadores y uno independiente, el juez Kennedy, que suele decidir los casos más espinosos. Ke-nnedy es más bien tirando a conservador y fue nombrado por los republicanos. Pero en compensación el presidente de la Corte, Roberts, está del lado conservador pero no tanto y a veces acompaña a los liberales, incluso en sentencias clave como la legalidad de la reforma de salud de Obama. En esa decisión, Kennedy votó en contra junto con los conservadores, pero Roberts aportó el quinto voto decisivo uniéndose al bloque liberal para sostener las validez de la ley.
Ese equilibrio se puede romper en los próximos cuatro años. Si bien los mandatos de los jueces son vitalicios y en la Corte estadounidense promedian treinta años, es probable que uno o más se aleje en el próximo período presidencial. Es que varios miembros de la Corte ya superan los setenta años y al menos uno, la jueza liberal Bader Ginsburg, de 80, está muy cerca del retiro por problemas de salud.
Obama ya nombró a dos jueces en el período anterior, pero como eran de la misma tendencia liberal que los reemplazados, la Corte no cambió mucho. Otra sería la historia si es Romney quien debe reemplazar a Bader Ginsburg o, a la inversa, si a Obama le tocara reemplazar al ultraconservador Scalía, que ya anda por los 76 años de edad.
En la campaña no se habló mucho de la Corte. No suele suceder. No porque no importe sino porque, según dicen los expertos, no les rinde a los candidatos. No les sirve pelearse con los viejos sabios de la venerada institución. Tampoco adular a un poder independiente. Pero aquí las diferencias entre Obama y Romney son nítidas y lo que está en juego no es poco. Cuando le preguntaron a Obama qué tipo de juez prefiere para la Corte, contestó que busca magistrados con “sentido común” y “pragmatismo”, que combinen análisis constitucional con una sensibilidad para “lo que le pasa a la gente en el mundo real“. En cambio Romney ha dicho que se opone a los jueces que consideran a la Constitución como “algo vivo y evolucionando, en vez de atemporal y definitivo.”
En las últimas décadas el tema más ha dividido a la sociedad estadounidense es el del aborto. En 1973 la Corte emitió el famoso fallo Roe vs. Wade que legalizó el aborto en todo el territorio de Estados Unidos. Desde entonces la Corte ha fallado sobre el tema más de veinte veces y siempre ha sostenido la premisa central del fallo de Roe vs. Wade. Esto es, que la Constitución garantiza un derecho a la privacidad que incluye el derecho de la mujer a practicarse un aborto durante las primeras trece semanas de embarazo, y más adelante si está en riesgo la vida o la salud de la mujer. Todos los presidentes demócratas han apoyado este fallo y han nombrado jueces supremos que lo apoyan también. Los presidentes republicanos, por el contrario, siempre han tratado de nombrar jueces que reviertan el fallo. Antes y después de la presidencia demócrata de Clinton los republicanos lograron tener mayorías nombradas por ellos en la Corte Suprema y a punto estuvieron de cambiar el fallo, pero en ambas ocasiones un juez de ellos cruzó la vereda y votó con los nombramientos demócratas. Primero lo hizo Sandra Day O’Connor y años más tarde Kennedy la imitó.
Según Romney, Roe vs. Wade es “una decisión errónea, producto del activismo de un pequeño grupo de jueces federales que legisla desde la judicatura”. Obama apoya el fallo y dice que quiere en la Corte Suprema “jueces que interpreten la Constitución teniendo en cuenta los derechos individuales, y esto incluye los derechos de la mujer”. Con 76 años cumplidos, Kennedy es otro de los jueces que podría retirarse en poco tiempo. Cuando eso suceda, el todavía frágil sostén político-judicial de Roe vs. Wade volverá a ponerse a prueba.
El tema del matrimonio gay será dirimido en la Corte durante el próximo período presidencial, anticipan los expertos. En particular, la legalidad de una ley federal que le prohibe a los estados consagrar matrimonios gay. Obama criticó la ley e instruyó a sus fiscales que dejen de usarla. El año pasado una Corte de Apelaciones la declaró inconstitucional y el caso va derecho a la Corte, donde la opiniones están divididas entre liberales y conservadores, con los votos de Kennedy y Roberts como únicas incógnitas.
Otro tema que depende de un voto es la histórica reforma de salud que aprobó el Congreso estadounidense a instancias de Obama y que fue desafiada por varios gobernadores republicanos que se oponían a aplicarla en sus estados. La Corte falló 5-4 en favor de la ley en lo que ha sido considerado su fallo más importante desde que legalizó el triunfo electoral de Bush hijo en el 2000. La reforma que le extendió cobertura médica a doce millones de estadounidenses que antes no la tenían también depende de un voto.
El derecho a portar armas para la defensa personal también fue decidida por esta Corte por un solo voto, esta vez en favor del bloque conservador. Se trata de un fallo que anula una ley de Wa-shington D.C. que prohibía la tenencia y el registro de armas en la ciudad, una de las más violentas de Estados Unidos. La corte falló que la Segunda Enmienda constitucional, que garantiza el derecho a formar milicias populares para oponerse a la dictadura, también debe ser interpretada como garante del derecho a la autodefensa. Casos sobre “control de armas” como se dice allá, llegan a la Corte todo el tiempo y un ligero cambio en su composición podría alterar el equilibrio de fuerzas.
Lo mismo puede decirse de un tema tan importante como es el financiamiento de las campañas. Hace dos años la Corte falló que las grandes empresas tienen el derecho constitucional de gastar cantidades ilimitadas de dinero en elecciones federales (Citizens United vs. Federal Election Committe). En aspectos determinantes de la cuestión, los cuatro jueces liberales votaron en contra, pero la mayoría conservadora se impuso por un voto.
Faltan dos días para la elección presidencial en Estados Unidos, una elección peleada pero sin entusiasmo, tras una campaña opaca y negativa, que probablemente se decidirá por un puñado de votos en enclaves estratégicos a los que las reglas del juego han ungido como referís. El resultado de la elección inclinará el fiel de la balanza de la justicia hacia uno u otro lado, sutilmente, sin que se note mucho al principio la importancia de lo sucedido. Con el tiempo se verá hasta qué punto los magistrados que nombre el flamante presidente en el máximo tribunal marcarán el rumbo político, económico, social y cultural de Estados Unidos en los próximos años.
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