Mar 06.11.2012

EL MUNDO  › LE DESEó UNA LARGA ESTADíA EN LA CASA BLANCA

Dilma prefiere a Obama

La opción por los demócratas encuentra una explicación en el proyecto de poder regional brasileño y en la política externa de Rousseff. Y eso pese a las discrepancias en la economía.

› Por Darío Pignotti

Desde Brasilia

Voto cantado. Dilma declaró que prefiere a Obama y, para no dejar rastro de duda sobre su posición en los comicios de hoy, lo hizo en la Casa Blanca. Fue hace seis meses cuando comentó, de forma algo entrecortada, que deseaba a su colega una larga estancia en el poder, declaración entendida por algunos reporteros como un error involuntario de la presidenta, pero fuentes cercanas al Planalto hicieron saber que ella dijo lo que quería decir. Más: Rousseff sostuvo en el Salón Oval que ya era hora de entablar una relación de “igual a igual” entre Washington y su país, la “sexta economía mundial”.

Aquella gira por Estados Unidos, en abril, coincidió con la confirmación de Mitt Romney como candidato republicano, alguien que en Brasilia, la capital política, es visto como un mamut diplomático. En San Pablo, centro económico y financiero, algunos empresarios prefieren al republicano por imaginarlo más librecambista.

La opción por los demócratas encuentra su explicación en el proyecto de poder regional brasileño y en la política externa de Dilma que, pragmática, situó su centro de gravedad en la crisis económica, que, sin embargo, ha causado encontronazos con Estados Unidos, considerado el responsable del “tsunami” que devaluó el dólar ante el real, afectando las exportaciones. Y vaya si las afectó, en 2011 el déficit comercial brasileño con Estados Unidos fue de unos 8000 millones de dólares y en los nueve primeros meses de 2012 llegó a 3000 millones.

Otro chispazo saltó hace un mes cuando el representante de Comercio Ron Kirk calificó como “proteccionista” a Brasil en una comunicación oficial enviada al Palacio Itamaraty, cuyo titular, el canciller Antonio Patriota, olvidó su proverbial diplomacia al definir como “inaceptable” lo dicho por el funcionario de Obama.

Las discrepancias son más enconadas en el frente económico, pero también las hay en el diplomático. Hagamos un repaso al vuelo. Brasileños y norteamericanos levantaron banderas opuestas frente al golpe que derribó al presidente paraguayo Fernando Lugo, la invasión a Libia, el conflicto en Siria y en las elecciones venezolanas los unos votaron a Hugo Chávez y los otros a Henrique Capriles. ¿Cómo explicar que habiendo tantos desencuentros Dilma haya insinuado su inclinación por Obama? Porque ella dio continuidad a una política externa de Estado que trabaja desde hace una década, con la llegada de Lula da Silva al gobierno, para hacer del gigante sudamericano un peso completo de la diplomacia mundial.

Para lograrlo requiere ser una potencia en América latina, con base preferencial en América del Sur, y en ese sentido es requisito necesario que esta región sea un área de paz, mayor autonomía, integración política, crecimiento económico y reducción de las desigualdades sociales. Pero primero, de paz.

Con los demócratas, opinan Rousseff y su asesor internacional Marco Aurelio García, se disipan un poco las hipótesis de tensión como lo prueba el respaldo expresado por la Casa Blanca –aunque sea sin mayor entusiasmo– al diálogo de paz entre el gobierno colombiano y las FARC. Habrá quienes apunten que las expresiones de simpatía norteamericanas hacia el diálogo de paz no pasan de gestos protocolares, pero los formuladores de la política externa brasileña las ven con buenos ojos y marcan el contraste con lo ocurrido hace cuatro años, en marzo de 2008, cuando la administración del republicano Bush apoyó política y logísticamente el ataque colombiano contra una base de las FARC en Ecuador, desatando la mayor crisis diplomática regional en años y un enfrentamiento abierto entre el entonces canciller Celso Amorim y la ex secretaria de Estado Condoleezza Rice, que se vio obligada a viajar a Brasilia días después del bombardeo para atenuar las aristas de la discordia.

En esa misma línea de razonamiento algunos funcionarios y miembros del Partido de los Trabajadores citan otra comparación: en 2002 la Casa Blanca republicana apoyó sin ambages la asonada golpista contra Hugo Chávez, mientras que en las recientes elecciones venezolanas la posición norteamericana, pese a su enemistad contra el bolivariano, mantuvo los pies dentro del plato institucional, o por lo menos los sacó menos que antes.

En los días previos a las elecciones norteamericanas, el canciller Patriota visitó Venezuela y Colombia, luego de haber pasado por Washington, una gira a la que también se la puede leer desde el lenguaje diplomático, donde los gestos están preñados de mensajes políticos.

En suma, para garantizar su proyección internacional Brasil necesita un mínimo de estabilidad en ese foco de tensión geopolítica conformada por Colombia y Venezuela, países con los que tiene unos 3500 kilómetros de fronteras. Y si vence Obama es de esperar que su política dura contra Chávez y las FARC no lo sea tanto como para optar por medidas radicalmente desestabilizadoras, que sí pueden ser la tónica de Mitt Romney, un piromaníaco en potencia.

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