Desde Santiago

La última elección municipal, donde la derecha chilena perdió varias comunas clave como Santiago, Providencia, Ñuñoa o Concepción a manos de la oposición –y de paso, elevó aún más la figura de Michelle Bachelet como carta presidencial opositora, sin que ella lo haya mencionado siquiera– modificó el panorama oficialista y desató la carrera por el principal sillón del Palacio de La Moneda. Los ministros presidenciables oficialistas, el independiente Laurence Golborne –que aún goza de los réditos por haber sido la cara visible en el rescate de los 33 mineros de Atacama– y el de Renovación Nacional (RN) Andrés Allamand –que tuvo un destacado papel comunicacional en la tragedia aérea de Juan Fernández, donde incluso falleció su cuñado– dijeron, a través de sendas entrevistas este fin de semana, que la próxima elección presidencial está “absolutamente abierta” y que es “perfectamente posible dar vuelta la derrota que obtuvo el sector en los últimos comicios municipales”. Es más, el primero de ellos sostuvo que está “dispuesto y disponible para enfrentar el desafío de competir y preparado para vencer a la candidata de la Concertación”.

El remezón fue fuerte en ambas veredas. Incluso, para el propio presidente Sebastián Piñera, que viajó hasta la Isla de Pascua para redefinir tranquilamente su gabinete y alargar la llegada del síndrome del “pato cojo”. Pero de tranquilo poco. Ayer, Piñera efectuó en la mañana su tradicional encuentro con sus ministros más políticos. En paralelo, diversas figuras de la derecha llamaban a apurar las definiciones. Uno de ellos fue el vicepresidente de RN, José Ossandón, quien afirmó que los ministros presidenciables “debieron haber salido hace mucho tiempo”, puesto que manteniéndolos el gobierno le regaló la estrategia a la ex presidenta. “Si ningún candidato lleva al futuro” a Bachelet, la ex mandataria va a ganar lejos. “Hay que traerla a la contingencia”, dijo.

Sobre la derrota del gobierno, agregó que la actual administración no tiene “afecto, no se le perdona nada, le cobran todo. A la ex presidenta Bachelet le hubieran perdonado y le han perdonado muchísimas más cosas que al gobierno”.

Su par de la UDI –el otro partido de derecha– Jovino Novoa reconoció que prefiere a Golborne para enfrentar a Bachelet por su cercanía con la gente. En este escenario, cercado por los dimes y diretes y presionado por dar un golpe de timón que componga las filas, repuntar en las encuestas y para delinear el derrotero de lo que le queda de mandato –cuya meta principal es dejar el gobierno a uno de los suyos– Piñera decidió acabar con el misterio. A las 18.30, Piñera, escoltado por todos sus ministros, dio paso a su tercer cambio de gabinete. Aceptó la renuncia de su amigo y brazo derecho, el criticado (sobre todo por los estudiantes) ex ministro del Interior Rodrigo Hinzpeter, quien pasó a la cartera de Defensa, en medio de un litigio limítrofe con Perú. La ex intendenta de Santiago Cecilia Pérez llegó a la vocería de Gobierno y Andrés Chadwick (primo de Piñera) dejó ese cargo para hacerse cargo de Interior. Tres enroques que pretenden mejorar la opinión acerca del gobierno y reencantar a la ciudadanía con el gobierno que fue presentado como de excelencia.

Con todo, el plato fuerte de la jornada fue la renuncia de Golborne y Allamand, que deberán definir ahora su derrotero político y que de seguro apuntará a traer de vuelta a la realidad chilena a Bachelet, quien no ha hecho declaraciones respecto de sus intenciones presidenciales.