Mié 07.11.2012

EL MUNDO  › ESCENARIO

Ganó con lo justo

› Por Santiago O’Donnell

Fue, antes que nada, una elección muy pareja. Después se podrá discutir si fue porque los dos candidatos eran muy buenos o los dos muy malos, o si fue una elección normal entre dos candidatos normales, como parece indicar la muy normal, para Estados Unidos, participación de la mitad del padrón, 130 millones de votos, similar al 2008.

El primer momento importante llegó cerca de las once de la noche, hora argentina, cuando la CNN proyectó un temprano y contundente triunfo demócrata en Michigan, cuna de la industria automotriz. Fue una señal de que el multimillonario salvataje de la industria, que Obama impulsó con espíritu keynesiano, a pesar de la oposición republicana y las críticas de Romney, había pegado fuerte en el electorado. Eso significaba que en Ohio el presidente podía sacar una ventaja importante. Porque en Ohio había muchas fábricas de autos y estaba la Chrysler. Romney había hecho un comentario desafortunado sobre la Chrysler, que la Chrysler iba a mudar los empleos de Ohio a China, que la Chrysler desmintió y que la gente de Ohio, al parecer, no compró. La impresión se reforzó minutos más tarde cuando lo dieron ganador a Obama en Wisconsin y Pennsylvania, dos estados del mediooeste que, a priori, parecía que podían estar en disputa. Virginia se inclinaba para Romney lo mismo que North Carolina, ambos peleadísimos, pero no tanto como Florida, donde una mínima, mínima ventaja para el presidente se podía vislumbrar pasando el peine fino por los últimos precintos en cerrar sus números, porque con más del 85 por ciento del sufragio contado en Florida, siete millones de votos, Romney seguía al frente por mil. Al mismo tiempo en Colorado, otro estado clave, era muy difícil predecir un ganador, con los dos candidatos prácticamente empatados en las encuestas a boca de urna.

Cerca de la medianoche era claro que Obama se llevaría los 29 votos electorales de Florida y dejaría a Romney prácticamente obligado a ganar Ohio, donde venía perdiendo, y también Colorado, donde venía empatado, además de asegurarse North Carolina y Virginia, y aun así era probable que los delegados no le alcanzaran. Cuando llegó, minutos más tarde, el anuncio de que Obama había ganado New Hampshire, la historia parecía enfilarse hacia un triunfo del presidente, aunque la tendencia no era todavía irreversible. New Hampshire sólo tiene cuatro votos electorales, pero significaba mucho, especialmente para Romney, que tiene una casa de veraneo ahí y fue gobernador de un estado vecino. Romney había apostado fuerte en recursos y días de campaña en este pequeño estado de Nueva Inglaterra, casi como un fetiche.

Así como el apoyo de Obama a la industria automotriz fue fundamental en los estados del mediooeste, en Florida fue fundamental el vuelco del voto latino hacia el candidato demócrata por las políticas antiinmigrante del gobierno estatal, en contraste con la posición más tolerante del partido del presidente. A pesar de la fuerte base republicana de los inmigrantes cubanos, los latinos, 17 por ciento del padrón de Florida, apoyaron a Obama en proporción de seis a cuatro, superando por mucho el margen de victoria del presidente en ese estado. Ante la nueva realidad demográfica, es de esperarse que presente y futuros ocupantes de la Casa Blanca tomen distancia del lobby anticastrista que solía tomar a los candidatos como rehenes electorales para asegurarse políticas agresivas hacia la isla. El voto latino también volcó a Nevada y Nuevo México en la columna demócrata, amén de los dos millones de votos que le suman a Obama en California.

Cerca de la una de la mañana ya estaba todo definido. Ohio seguía la tendencia de Florida, con los votos de las grandes ciudades que llegaban tarde rompiendo el empate inicial. Iowa se inclinaba hacia Obama y con los votos de California asegurados la ventaja se volvía indescontable. A la una y veinte de la Argentina la CNN dio ganador a Obama.

No fue una victoria épica, ni siquiera contundente. Obama ganó con lo justo. Con un par de respuestas para los laburantes en el mediooeste, con un par de movidas en favor de los inmigrantes en el sur, con una par de políticas para mujeres y gays. Ganó con una buena semana final de campaña, en la que aprovechó el huracán Sandy para mostrar la importancia, en tiempos difíciles, de un Estado ágil, reactivo y sensible al sufrimiento. La tormenta pareció frenar en seco el crecimiento del candidato republicano. Romney había dejado una buena impresión en los debates, pero no terminaba de explicar cómo sus políticas neoliberales iban a resolver la crisis creada por las políticas neoliberales de Bush.

En una elección donde la economía fue el tema casi excluyente y donde la diferencia fundamental entre los candidatos fue sobre el rol del Estado en la reactivación, el mensaje de Sandy llegó justo a tiempo.

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