EL MUNDO › QUIM ARRUFAT, FLAMANTE DIPUTADO POR LA CUP, PARTIDO INDEPENDENTISTA Y DE IZQUIERDA CATALáN
La CUP (Candidatures d’unitat popular) fue la novedad de los comicios catalanes al entrar por primera vez al gobierno autonómico. Proponen la independencia para que todo cambie: que las clases populares se doten de soberanía.
› Por Flor Ragucci
Desde Barcelona
Si bien el fracaso de Artur Mas fue la nota de tapa de los comicios celebrados en Cataluña la semana pasada, la irrupción en el Parlamento de una fuerza política novel que aglutina diversos movimientos sociales no es una noticia menor. Con la CUP (Candidatures d`unitat popular) entra en el gobierno autonómico una nueva forma de concebir y gestionar la política. Desde 2010 desarrollan, en los más de 80 municipios donde tienen representación, un modelo de contrapoder popular, participativo y asambleario, que ahora se halla frente al reto de mantenerse en una dinámica parlamentaria que a menudo deja poco espacio para la toma colectiva de decisiones.
Uno de los núcleos de la lucha social en Barcelona, el entrañable barrio de Sants, nos proporciona el marco perfecto para sentarnos junto a Quim Arrufat, flamante diputado por la CUP y concejal del vecino municipio de Vilanova i la Geltrú, para conocer mejor las propuestas de su partido y algunas de las claves del nuevo mapa político de Cataluña.
–Teniendo en cuenta que son un partido reacio a las instituciones democráticas tal y como funcionan actualmente, ¿qué los llevó a presentarse a estas elecciones?
–Por un lado, queríamos reforzar que estos comicios anticipados eran unas elecciones plebiscitarias, en las que se iba a decidir cuánta gente quiere la autodeterminación de Cataluña. Por otro lado, nos impulsó la apropiación de la independencia por parte de la derecha, cuando siempre ha sido una lucha de izquierdas. Frente a la propuesta de Mas, que dice “seremos independientes pero, tranquilos, nada cambiará excepto que tendremos más dinero para nosotros solos”, creímos que concurrir a las elecciones nos iba a permitir defender una idea diferente: la independencia para cambiarlo todo. Hasta que las clases populares no se doten de soberanía no será posible confrontar a una burguesía que pacta la autodeterminación con los mercados internacionales.
El otro gran motivo fue el de una crisis que ya se ha quitado la máscara. Intuimos que el año que viene el Estado español va a entrar en el año cero de la intervención de Grecia y una voz rupturista tenía que estar presente en ese momento para cuestionar un modelo político que es insuficiente. Estas lecturas de urgencia, más la confianza que nos dio el constatar que nuestro proyecto estaba funcionando muy bien en los municipios, nos llevó a hacer la campaña.
–¿Cómo continuar con una metodología asamblearia y participativa, ahora que están dentro del Parlamento?
–Eso es lo que estamos ahora discutiendo. La formulación del contrapoder político en la calle, incipiente en nuestros municipios, no existe todavía en el resto de Europa. Los partidos de la izquierda institucional aquí son muy clásicos, así que cada paso que damos tenemos que inventarlo.
–¿Cuál será su primera propuesta en el Parlamento?
–Si estas elecciones fueron plebiscitarias y ha habido una amplia mayoría a favor del derecho a decidir, lo primero es convocar un referéndum. Pero nosotros tenemos en cuenta, por igual, tres ejes que parten de tres grandes movilizaciones que hubo en nuestra sociedad durante el último tiempo. La del 15-M para denunciar que la democracia no funciona y que se nos imponen decisiones tomadas en los mercados; tres huelgas generales contra la deuda, principal instrumento que tiene el poder financiero para controlarnos, y la multitudinaria marcha por el derecho a la autodeterminación. A ninguno de estos reclamos se le ha dado respuesta. Las dos primeras luchas no gozan de mayoría parlamentaria, pero la tercera sí. Si ni siquiera en esto se puede mover nada, entonces ¡basta!
–Desde Latinoamérica muchas veces cuesta entender esta idea del nacionalismo de izquierda...
–A nosotros lo que nos sorprende es que los pueblos latinoamericanos que, justamente, han surgido del proceso de independencia del Estado español no entiendan que nosotros querramos marcharnos de él también... El independentismo en nuestro país siempre ha sido de izquierdas, proviene de una larga tradición comunista y anarquista que lucha por la libertad de los pueblos.
–¿A qué apunta el independentismo de derecha?
–A ser más libre para repartir mejor los recursos entre la propia burguesía. La voluntad de la burguesía es acaparar más y, en tiempos de crisis, salvarse. Sin hacer reformas estructurales, salvarse de la intervención próxima del Estado español. Además se sustenta en una cultura conservadora y promueve unos valores que inhiben a la sociedad para limitarla sólo a obedecer.
–¿Qué diferencias hay entre la CUP y los otros partidos independentistas de izquierda, Esquerra Republicana e Iniciativa per Catalunya?
–La primera diferencia es con respecto a la práctica política. Son partidos clásicos, con una militancia que es escasa o que no lucha. Es difícil entenderse con ellos porque lo resuelven todo de forma bilateral, en reuniones, y en cambio nosotros vamos a la calle.
Desde el punto de vista programático, les reprochamos que durante los 7 años que gobernaron impulsaran, por ejemplo, la privatización de las universidades porque “así lo dictaminaban las directivas europeas”. No queremos que nuestras izquierdas sirvan sólo para explicarnos por qué no podemos hacer nada. ¡La democracia no existe para que nos hagan siempre la pedagogía del “no hay alternativa”! No se atreven a cuestionar el modelo político y social porque saben que si lo hacen van a ser atacados y no tienen gente en la calle que los defienda. ERC e ICV postulan que haciendo un par de retoques todo va a funcionar. Esto hace que la gente no se asuste, que todo se mantenga en una aparente normalidad, pero no es real. Ahora hay sólo dos opciones: o recortas o transformas el modelo social y político.
–¿Qué alternativa proponen a los recortes?
–No tenemos una fórmula mágica. Hay países que nos dan pistas de por dónde seguir, Islandia, Argentina o Ecuador, por ejemplo, que están aplicando medidas sensatas para legislar a los mercados. El pueblo tiene que tener la capacidad de decidir por encima de la Bolsa. ¿Esto cómo se concreta? Empezando a recortar los derechos de los bancos.
–¿Ven viable en Cataluña suspender el pago de la deuda hasta que se reactive la economía, como hizo Argentina después de la crisis del 2001?
–Aquí queda mal decirlo (porque va en contra de la opinión pública) pero ésos son nuestros referentes, sabemos que ése es el camino. Ahora mismo, sin pedir ningún otro préstamo, terminamos de pagar en 2038 (pero van a caer más porque nos imponen créditos para no intervenirnos).
Hay que imponer ya una moratoria de la deuda para rebajar la presión financiera. También es fundamental separar la deuda legítima de la ilegítima. La legítima es la que se adquiere para construir un hospital y la ilegítima es la que la misma situación financiera te impone para pagar los créditos que pides. Esta última es fruto de una legislación que da prioridad a los mercados. ¡La Constitución española prohíbe dejar de pagar la deuda!
–¿Qué posibilidad de pactos baraja la CUP con los demás partidos?
–Nosotros no jugamos a eso, así que ni nos lo cuestionamos. Ahora bien, qué van a hacer los demás partidos, no lo sé, no me gustaría estar en su sitio. Convergència lo tiene muy complicado, había apostado por tener la mayoría absoluta, pero vincular la independencia con su propia victoria le ha pasado factura.
–¿Tampoco se plantean una posible alianza de izquierdas?
–Ese es el sujeto que tiene que gestar el cambio. Pero para hacerlo hay que tensar la cuerda de la izquierda hasta que encuentre sus propias contradicciones. Nosotros queremos mostrarles que están actuando como defensores del orden político y económico vigente. A eso hemos venido: a agobiar hasta el hartazgo a la derecha y a estresar a la izquierda institucional.
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