EL MUNDO
› MANIFESTACIONES, DISTURBIOS Y PAROS CONTRA UNA REFORMA NEOLIBERAL
La nueva lucha de clases en Francia
Una huelga de transportes, una marcha de 100.000 personas y debates parlamentarios enmarcan una polémica reforma de pensiones.
› Por Eduardo Febbro
Mayoría parlamentaria contra mayoría social, la jornada de ayer estuvo marcada por una nueva confrontación entre el gobierno liberal de Jean Pierre Raffarin y los sindicatos que se oponen al proyecto de reforma del sistema de jubilaciones. Manifestaciones callejeras, huelgas, represión, violencia y debates agrios en la Asamblea Nacional fueron el marco de un nuevo episodio de la oposición entre dos lógicas irreconciliables. Mientras la Asamblea Nacional iniciaba las discusiones del proyecto de ley, Francia vivía un nuevo martes negro a raíz de la huelga que afectó al conjunto de los transportes públicos y del coro de manifestaciones que la acompañó. Más de 100.000 personas desfilaron por las calles de la capital francesa contra una reforma que, en el curso del debate parlamentario, el gobierno presentó paradójicamente como el fruto “del diálogo social”.
La multitud de manifestantes que se congregó en la Plaza de la Concordia, frente a la Asamblea Nacional, no pensaba lo mismo como tampoco la aún mayoritaria corriente de la opinión pública que, pese a las perturbaciones que soporta, sigue apoyando a los huelguistas. Dirigiéndose a ellos, el jefe de gobierno declaró: “A aquellos que tienen miedo, les digo que esta reforma es una reforma de seguridad nacional (...) Es una reforma justa y equitativa”. Respondiendo en eco al discurso del primer ministro, los manifestantes que se encontraban en la Plaza de la Concordia gritaban todas las frases imaginables contra el jefe de gobierno. La presión popular fue tan extrema que la policía tuvo que lanzar mucho gas lacrimógeno para evitar que la gente marchara sobre la Asamblea. La represión y la vendetta popular desencadenaron luego en una violenta batalla campal entre manifestantes y fuerzas del orden que recién terminó muy tarde en la noche. Silenciosos hasta ahora, los comunistas entraron ayer en escena. Cuando Raffarin terminó su discurso, los diputados de la derecha lo ovacionaron de pie. Respondiendo a ese gesto, los diputados comunistas se pararon y entonaron al unísono la Internacional. Luego, en pleno desorden, mientras el presidente de la Asamblea, Jean-Louis Debré, suspendía la sesión diciendo que la Asamblea no era un curso de canto, la derecha se puso a cantar la Marsellesa.
Los comunistas adelantaron que están dispuestos “a pelear hasta el final” a fin de bloquear el debate parlamentario “hasta que no se reanuden nuevas negociaciones con los sindicatos”. El presidente del grupo comunista en la Asamblea Nacional, Alain Bocquet, ya presentó 7000 enmiendas contra el texto de la reforma.
Por tercera vez en los últimos 10 años, la derecha busca cambiar el régimen de cotizaciones de las jubilaciones del sector público asimilándolo al del sector privado. El proyecto de reforma prevé la prolongación de las cotizaciones, las cuales pasarían de los 37 años y medio actuales a 42 años. La derecha arguye que, entre los años 2006 y 2010, con la jubilación de la generación perteneciente al baby-boom, Francia conocerá “una tijera demográfica sin precedentes”. El ministro de Asuntos Sociales, François Fillon, recalcó ayer en la Asamblea que la “clave de la reforma consiste en pedirle a todos que trabajen un poco más a fin de garantizar un alto nivel de jubilación sin aumentar por ello la presión fiscal”. Frente a esa lógica “inexorable”, la izquierda y los sindicatos defienden una diversificación de las fuentes de financiación de las cajas jubilatorias en vez de que sean los trabajadores quienes paguen la cuenta total. Los sindicatos CGT, FO, FSU, UNSA, es decir, todos los que reclaman un nuevo ciclo de negociaciones, volvieron a probar que, apesar de la longevidad de la lucha contra el proyecto de reforma, aún conservaban intacto su poder de convocatoria.
Por lo pronto, el gobierno, que apuesta por el paulatino agotamiento del movimiento social, desactivó el otro conflicto social que mantenía con la educación nacional a propósito de una reforma interna. Sin embargo, concentrada en la reforma de las pensiones, la educación nacional continúa siendo uno de los sectores con más protagonismo durante las marchas. El tema es hasta objeto de pedagógicos debates entre los chicos de las escuelas primarias, que no entienden por qué los maestros faltan tanto a las clases, y éstos que les explican lo que les reserva el futuro. Las huelgas de ayer afectaron principalmente los transportes públicos al tiempo que, más allá de la divergencia sobre las cifras de participación, las manifestaciones cubrieron las grandes ciudades del país. Lejos de agotarse, el movimiento social francés se radicaliza con acciones cada vez más puntuales y más violentas.