Mié 11.06.2003

EL MUNDO

El hombre que no sería rey llegó al estado norteamericano Nº 51

Tras 45 años de exilio regresó a Bagdad el príncipe Al Sharif ben al Hussein. Busca restaurar la monarquía en ese país y convoca a un referéndum en vista de un Irak “constitucional”.

Por Luis Prados *
Desde Bagdad

Dos nuevos signos de normalización se hicieron patentes ayer en Bagdad. Aparecieron en las calles los primeros guardias urbanos desde el fin del régimen de Saddam Hussein y aterrizó en uno de los aeropuertos de la ciudad el pretendiente al trono iraquí, el príncipe Al Sharif ben Ali ben al Hussein, de 47 años, tras pasar casi toda su vida en el exilio.
Perteneciente a la rama iraquí de la familia hachemita que reina en Jordania, Al Sharif abandonó Irak cuando contaba dos años de edad tras el golpe de Estado que derrocó a la monarquía el 14 de julio de 1958. Varios centenares de personas, entre los que se destacaban viejos militares, clérigos de la jerarquía sunnita y algunos jefes de las tribus del sur, acudieron ayer a rendirle pleitesía en el cementerio real de Al Malequíe de la capital iraquí. El pretendiente recibió de modo estoico los elogios de la multitud al tiempo que se secaba el sudor y las lágrimas, pero no vivió un baño de multitudes. Sus palabras más aplaudidas fueron cuando dijo: “Irak para los iraquíes”.
El golpe de Estado de 1958 es considerado por la mayoría de los iraquíes como el verdadero punto de partida de la independencia del país y no la fecha oficial de 1932, cuando acabó el mandato de la Sociedad de las Naciones pero el país siguió bajo tutela británica y con una monarquía instalada por el poder colonial. Algo de esto flotaba ayer en el ambiente pese a los esfuerzos de sus partidarios por darle un carácter histórico a la jornada. Se mataron a sus pies 10 corderos apenas se bajó de un Mercedes negro –y no medio centenar como se hacía cuando Saddam Hussein visitaba un pueblo cualquiera–, pero esta antigua tradición árabe contrastaba demasiado con un hombre pálido, aturdido por el ruido y un calor sofocante, que vivió casi toda su vida en Líbano y Londres, dedicado a las inversiones y a la banca.
La pretensión al trono de Al Sharif viene por vía indirecta y es consecuencia de la triste suerte histórica de la monarquía iraquí. Es hijo de la princesa Badia, hermana del príncipe regente Abdel-Ilah durante la minoría de edad del rey Faisal II de Irak. Este heredó el trono a los tres años al morir su padre, el rey Ghazi, en un accidente de coche y no fue entronizado hasta 1953. Pero poco iba a durar la alegría porque el golpe de 1958 acabó para siempre, al menos de momento, con la monarquía e instauró la república. Aquel lejano 14 de julio supuso también la muerte a manos de los golpistas del rey Faisal II y de numerosos miembros de su familia, que fueron acribillados en los jardines de palacio cuando trataban de huir. Los historiadores no se ponen de acuerdo si el magnicidio fue premeditado o resultado del fragor revolucionario del momento.
Tras rezar unos minutos ante la tumba de sus familiares y sonar unos compases del himno real, Al Sharif leyó un discurso en el que defendió un Irak “constitucional, democrático, multipartidista y respetuoso de las minorías” y pidió la convocatoria de un referéndum para que los iraquíes decidan la forma del futuro Estado entre monarquía y república. El pretendiente al trono, que a principios de los años 90 fundó el Movimiento por la Monarquía Constitucional, cuya sede actualmente se encuentra en un antiguo edificio de la Mujabarat, la policía política de Saddam, insistió en que en esta “etapa crítica” del país era necesario “trabajar por normalizar la vida y olvidar la venganza” y hacer realidad que “todos los iraquíes sean iguales ante la ley”. Agregó que es urgente que se restablezcan los servicios mínimos y la gente vuelva a tener un empleo. “No hay libertad si el pueblo no tiene un nivel de vida digno.”
Mientras tanto, Paul Bremer, la máxima autoridad civil de las fuerzas de ocupación de EE.UU. en Irak, afirmó que su “principal desafío en laactualidad es reactivar la economía iraquí”, dado que “el nivel de desempleo en el país antes de la guerra era del 50 por ciento” y “ahora puede ser mayor”.

* De El País de Madrid. Especial para Página/12.

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