Desde Quito

A las cuatro de la tarde (dos horas menos que en la Argentina) ya había un buen número de simpatizantes del presidente Rafael Correa en la calle Michelena, con un parecido a la porteña calle Avellaneda, en el barrio popular Atahualpa de Quito. Carteles verde flúo exhibían la sonrisa del mandatario candidato con escritos como “Dale Correa”, se oían bocinazos y se veía caminar hacia el escenario a familias, jubilados y chicos jóvenes, algunos con remeras del color de Alianza País, el partido oficialista. Allí, horas después cerraba su campaña Correa, claro favorito para ganar la elección del domingo, que obtendría entre el 48 y el 60 por ciento, según han proyectado las encuestadoras. El banquero Guillermo Lasso es el segundo en intención de voto, bastante lejos del mandatario (entre el 9 y el 20 por ciento), con el movimiento Creando Oportunidades (CREO), seguido por el ex presidente Lucio Gutiérrez, del Partido Sociedad Patriótica, quienes también cerraron sus campañas, pero lejos de Atahualpa.

En una de las esquinas que daban al escenario, un señor de nombre Pedro Durán mostraba por lo alto su cartel de la mano de su esposa. Marino mercante, dijo que apoya a Correa porque ve mejoras en Ecuador. “Estamos controlando el petróleo, construyendo carreteras, dando atención médica gratuita.” Su mujer Ruby Guevara, ama de casa de 49 años, asentía con la cabeza y enseguida preguntó de qué medio era esta cronista, porque –dijo– “los grandes medios aquí distorsionan, hacen una campaña psicológica”. Se le preguntó a qué se refería y respondió: “Medios como El Universo dijeron que Correa es un dictador que te va a sacar la propiedad. Pero él ayuda a los pobres y no les quita nada a los ricos. Si gana, lo hace honestamente, tenemos observadores de la OEA, del Mercosur, de Unasur. Lasso y Gutiérrez no quisieron reunirse con los observadores internacionales”. La señora se informa con el diario estatal –y correísta– El Telégrafo.

La popularidad de Correa se explica en buena parte por la inversión en los programas sociales que hizo desde que llegó al Palacio Carondelet en 2007. El Bono de Desarrollo Humano y Discapacitados fue uno de los más mencionados entre los simpatizantes del gobierno. Gloria Durazno, una empleada doméstica de 47 años, dijo que ella recibió el bono de 50 dólares por ser madre soltera, pero ya no porque está en pareja. La mujer gana el salario básico de 318 dólares y dijo que le cuesta llegar a fin de mes. “Antes, las empleadas domésticas trabajábamos los fines de semana; ahora lo hacemos de lunes a viernes por ley”, explicó como uno de los motivos que la hicieron estar presente en el acto de campaña.

Con un poco de vacilación, una señora mayor se fue acercando a la convocatoria. Todavía no se decidía si iba a votar por la reelección porque sus dos hijos están sin trabajo. “Se necesitan empresas y fábricas. Los jóvenes que se gradúan tienen que emigrar porque no encuentran dónde trabajar”, dijo Rosa Infante, artesana de 70 años. Su esposo, que venía caminando unos pasos atrás, dijo que votaba a Correa. “Que se termine el ferrocarril para todo el país”, pidió José Villa.

A diciembre último, el desempleo se ubicó en 5 por ciento y la pobreza en 16 por ciento, según cifras oficiales del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos. Según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), desde 2008 los índices de pobreza, brecha social y desempleo muestran una constante reducción.

La analista Katiuska King participó del proyecto gobernante como ministra coordinadora de la política económica y ahora se dedica a la academia en Flacso. King señaló a Página/12 el capital simbólico del candidato. “El gobierno de Correa desde el inicio priorizó el gasto y la inversión social, lo que permitió que las personas de menores recursos puedan acceder más fácilmente a la educación y la salud públicas. Mejoró el poder adquisitivo del sector formal a través de incrementos paulatinos del salario mínimo por sobre la inflación, y este segmento tuvo una mayor cobertura de la seguridad social.”

Correa impulsó el crecimiento económico con un fuerte gasto público financiado con divisas resultantes de renegociaciones de la deuda externa y los contratos petroleros. A diferencia de Evo Morales, con quien comparte la idea de impulsar el socialismo del siglo XXI, su gobierno no nacionalizó el crudo o el gas, pero modificó los acuerdos con las compañías del sector, dijo Katiuska King. “El 58 por ciento de las exportaciones totales son petroleras, el mismo porcentaje que en 2007, pero ahora el Estado recibe un porcentaje mayor por la renegociación de contratos.”

Sin embargo, la experta señaló uno de los aspectos por mejorar. “El sector de refinación ha tenido grandes contratiempos, y luego de 40 años de explotación petrolera no somos autosuficientes en satisfacer la demanda interna de combustibles que se mantienen subsidiados y representan un carga importante en el presupuesto del gobierno central.”

El mismo presidente candidato admitió que una deuda pendiente de su gobierno es el cambio productivo, otro de los desafíos que señaló King. “El esquema ha sido bastante concentrador, incluso a través de programas impulsados por el Estado.” Ayer, a lo largo de la calle Michelena, muchos ecuatorianos apostaban a que Correa logre cumplir con sus promesas de “hacer cosas nuevas y mejores”, como le dijo al diario El Telégrafo.

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