EL MUNDO › LA COALICION DE CENTROIZQUIERDA LIDERADA POR EL PARTIDO DEMOCRATICO ES FAVORITA
Berlusconi se presenta con una alianza de derecha junto a la Liga del Norte y el ex primer ministro Mario Monti encabeza una alianza de centro. El cómico Beppe Grillo se perfila como la sorpresa y Bersani encabeza las encuestas.
Si los indecisos estaban poniendo nerviosos a los políticos italianos al no querer elegir de una buena vez algún partido, impidiendo así que éstos hicieran sus cálculos sobre los posibles diputados y senadores que tendrá cada uno, se les acabó el juego a partir de hoy, primer día de unas elecciones parlamentarias que concluyen mañana y podrían cambiar realmente al país.
¿Cambiarlo para bien o para mal? La respuesta esperanzada dice que para bien. Pero todo depende de quién consiga la mayoría parlamentaria, lo que en realidad no está tan claro. En un país como Italia, con una tramposa ley electoral nacida en uno de los gobiernos de Silvio Berlusconi, y que en este último año de gobierno “técnico” no se logró cambiar, quien gana las elecciones en tres regiones fundamentales, Lombardía, Campania y Sicilia, puede conseguir la mayoría en el Senado y hacerle la vida imposible a quien gane en cambio en la Cámara de Diputados.
Además, el voto de los italianos que viven en el exterior, aunque no son muchos (3,4 millones de votos potenciales contra poco más de 47 millones en Italia), podrían tener su influencia en este caso. En las cuatro regiones electorales (1. Europa, Federación Rusa y Turquía; 2. América Meridional; 3. América Septentrional y Central; y 4. Africa, Asia, Oceanía y Antártida) se elegirán seis senadores y doce diputados. Pero los italianos en el exterior ya votaron y sus votos están a la espera de ser contados en la Oficina Electoral de la Corte de Apelaciones.
Son cuatro las formaciones políticas principales que compiten en estas elecciones. Tres de ellas son coaliciones, una de centroizquierda con el Partido Democrático (PD) liderado por Pierluigi Bersani, e Izquierda, Ecología y Libertad (SEL), conducido por Nichi Vendola, principalmente. Otra es la coalición de centroderecha de Silvio Berlusconi y su Pueblo de la Libertad (PDL). Su principal aliado sigue siendo la racista y discriminatoria Liga Norte. La tercera coalición es de centro, liderada por el actual primer ministro Mario Monti, y sus aliados de la Unión de Centro Democrático (UDC) de Pierferdinando Casini y de Futuro y Libertad para Italia (FLI), de Gianfranco Fini.
La cuarta es una formación de más o menos reciente nacimiento y la verdadera novedad de estas elecciones y que, de alguna manera, representa la radiografía dolorosa de lo que sienten muchos en este país: el Movimiento Cinco Estrellas del cómico Beppe Grillo, un estrafalario y gritón actor-conductor, que no puede ser candidato por sus antecedentes judiciales –mató a una persona en un accidente de auto–, pero que cree sintetizar la rabia y el desencanto de buena parte de la población, sobre todo joven.
Hay otra lista, mucho más pequeña, de la que poco se habla, y que todavía no se sabe si logrará el 4 por ciento de votos requerido para poder entrar al Parlamento. Se trata de Revolución Civil del ex juez antimafia Antonio Ingroia, y que algunos han malamente llamado el “partido de los jueces”, porque a él pertenece también el ex juez de Manos Limpias Antonio Di Pietro, y otro ex juez, Luigi de Magistris, actual alcalde de Nápoles.
La gran batalla de hecho se libra entre los cuatro primeros que, sin embargo, no han participado de ningún debate televisivo pese a haber sido invitados. Grillo, antitelevisivo por antonomasia, enseguida dijo que no. Pero también lo dijo Berlusconi, asustado tal vez de que el debate pudiera hacer desmoronar su mentirosa torre de promesas.
Los últimos días de la campaña electoral, que concluyó el viernes en todo el país con actos multitudinarios, fueron una verdadera “caza de los indecisos”. Y por eso, cada uno arriesgó lo más que pudo con propuestas y promesas que quién sabe si podrán respetar. Empezando por Berlusconi, que no asistió al cierre de su campaña electoral en Nápoles por razones de salud, pero mandó un videomensaje, prometiendo la anulación de impuestos y perdón para los evasores, como viene haciendo desde hace días. Días atrás había mandado una carta a sus potenciales electores prometiéndoles la devolución de lo que habían pagado por el IMU, un impuesto inmobiliario creado por el gobierno de Monti. Lo cierto es que por esa carta mentirosa, pero convincente, filas de viejitos jubilados se amontonaron en los centros de información de los sindicatos porque creían poder inscribirse en las listas de devolución. El ex juez Ingroia prometió una acción judicial contra Berlusconi por eso. La Justicia está ya investigando.
Bersani, por su parte, sacó a relucir un tema muy sentido por las familias, la anulación del “ticket sanitario”, como se llama a lo que el paciente debe pagar en los hospitales públicos para las consultas con especialistas. “Eso puede costar al Estado unos 834 millones de euros, lo que se puede compensar en gran parte con la anulación de las consultorías externas que el Estado paga 790 millones de euros y que se ha demostrado que no sirven para nada”, dijo Bersani.
Pero en todo caso lo que preocupa a mucha gente en estos momentos es el modo increíble en que aumentó sus preferencias, según las últimas encuestas publicadas hace una semana, el partido de Grillo. Los “grillinos” usan sólo Internet para difundir sus ideas y no participan de programas televisivos. Su único motor viviente es Grillo, que se mueve en una camioneta haciendo actos masivos en las plazas de todo el país en lo que ha sido llamado el “tsunami tour”. Grillo cerró su campaña electoral en Roma el viernes, en la plaza de San Juan, y concentró más de 80.000 personas.
Se dice que Grillo podría clasificarse como segundo partido, después del PD y desplazando al PDL berlusconiano, si buena parte de los indecisos votan por su movimiento como parece. Si los jóvenes, enojados, desencantados, desocupados (la desocupación juvenil llega al 35 por ciento) lo prefieren, es porque están hartos de la llamada “casta” política, generalmente sesentones y encastrados en el poder desde hace años.
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