EL MUNDO › HABLA JASON BERRY, AUTOR DEL LIBRO LAS FINANZAS SECRETAS DE LA IGLESIA
El vaticanista califica a la estructura financiera de la Iglesia Católica de “caótica” y “opaca”. Dijo que las dificultades económicas del Vaticano remiten a la Guerra Fría y el dinero que le puso la CIA para frenar al PC italiano.
› Por Marcelo Justo
La nave que deja el papa Benedicto XVI tiene serios problemas financieros. La investigación por lavado de dinero del Banco del Vaticano, las indemnizaciones por los escándalos sexuales y el número decreciente de donaciones son algunas de las dificultades que heredará el próximo pontífice. Nadie sabe a ciencia cierta cuánto gasta la Iglesia Católica, pero según publicó la revista inglesa The Economist el año pasado la cifra rondaría los 170 mil millones de dólares. El periodista católico estadounidense Jason Berry, autor de Las finanzas secretas de la Iglesia, califica a la estructura financiera de la Iglesia Católica de “caótica” y “opaca”. En diálogo con Página/12 Berry habló de las dificultades económicas del Vaticano que, a su juicio, remiten a la Guerra Fría y la masiva inyección de dinero con que la CIA financió al Vaticano para neutralizar la amenaza del Partido Comunista Italiano.
–¿Cómo es la estructura financiera de la Iglesia Católica a nivel mundial?
–La Iglesia Católica es muy jerárquica, monárquica diría, con el Papa a la cabeza y diócesis regenteadas por arzobispos y obispos en todo el globo. Pero por su mismo tamaño es internamente caótica, inmanejable. Cada obispo trabaja en su diócesis como si estuviera a cargo de un principado.
–¿Qué sabemos en concreto de la riqueza del Vaticano mismo?
–Hay una absoluta opacidad en las cuentas. Cuando el Vaticano declara sus ingresos y egresos anuales no incluye al Instituto para las Obras de Religión, el IOR, más popularmente conocido como Banco del Vaticano, cuyos fondos se estiman en unos dos mil millones de dólares. El IOR se ha manejado en un clima de absoluta opacidad que lo ha convertido en un vehículo perfecto para el tránsito de todo tipo de fondos. Pero ahora con la investigación del Banco Central de Italia sobre lavado de dinero esto está cambiando.
–Según ciertas informaciones, el Vaticano tiene intereses en una compañía de spaghetti, el sector financiero, aerolíneas, propiedades, una compañía cinematográfica. Hasta se dice que controla entre un 7 y un 10 por ciento de la economía italiana. Pero dada la opacidad de sus cuentas, ¿hasta dónde es posible confirmar esta información?
–Hay información que está a la vista de instituciones que nos permite saber dónde está el dinero del Vaticano. En Italia el Vaticano ha invertido mucho en el Banco de Roma, que fue fundamental en la reconstrucción de Italia después del Risorgimento en el siglo XIX. También tiene intereses en el transporte público. A esto hay que sumar propiedades en la misma Italia, en Europa y Estados Unidos. Hasta fue uno de los propietarios del edificio Watergate del famoso escándalo que le costó la presidencia a Richard Nixon. El gran tema hoy en día es averiguar hasta dónde ha suministrado servicios a clientes que lo usan como un banco off shore.
–¿Qué impacto económico han tenido los escándalos sexuales en las finanzas de la Iglesia?
–En Estados Unidos muy fuerte. Las diócesis y órdenes religiosas han pagado más de dos mil millones de dólares. En muchas ciudades han tenido que cerrar iglesias. Los Angeles, Chicago y Boston, tres de las más importantes archidiócesis, tienen un agujero promedio de unos 90 millones de dólares en sus Fondos de Pensiones.
–En su libro Vows of Silence usted habla del fundador de los legionarios de Cristo, el mexicano Marcial Maciel, quien llegó a manejar un imperio de unos 650 millones de dólares y contó con la protección del papa Juan Pablo II a pesar de las denuncias de abusos sexuales. Maciel tuvo fuertes vínculos con el gobierno de Pinochet en Chile y con los gobiernos de América Central. ¿Hay alguna figura equivalente en la Iglesia de hoy?
–Maciel fue el más exitoso recolector de fondos que tuvo la Iglesia. Comenzó a fines de los ’40 buscando apoyo de millonarios católicos en México, Venezuela y España durante la persecución de los curas en México y poco después de la Guerra Civil española. Con este dinero Maciel formó su propia base de poder en Roma y se convirtió en el abanderado del sector más conservador y militante de la Iglesia. Así como se vinculó mucho a Franco, hizo lo mismo con Pinochet en Chile. En Estados Unidos el mismo director de la CIA durante la época de Reagan, William Casey, hizo una donación de cientos de miles de dólares a los legionarios. Y es que Maciel se comportaba como un político que iba por el mundo recolectando fondos para avanzar la causa del catolicismo conservador y la agenda política conservadora. Pero la verdad era que toda su ideología encubría a un delincuente sexual con poderosos contactos. A pesar de que fue acusado de abusar seminaristas, el Vaticano no lo investigó hasta 2004, a instancias del cardenal Ratzinger, cuando Juan Pablo II se estaba muriendo. Gracias a esto sabemos que tuvo hijos de dos mujeres en México y que mantuvo ambos hogares con dinero de la legión de Cristo. El escándalo es que el Vaticano tardó tanto en investigarlo y dejó que se convirtiera en un Frankenstein. No hay hoy una figura equivalente a Maciel.
–Hay una larga historia de escándalos en las finanzas del Vaticano. En los ’80 estuvo el del Banco Ambrosiano y su presidente, Roberto Calvi, que apareció colgado debajo del puente de Blackfriars en Londres. Calvi tenía fuertes vínculos con el entonces presidente del Banco del Vaticano, el arzobispo estadounidense Paul Marcinkus. ¿Hay una continuidad entre estos escándalos y los actuales problemas del Banco?
–Creo que en realidad hay que retrotraerse a la Segunda Guerra Mundial, cuando la CIA comenzó a transferir grandes sumas al Banco del Vaticano. En 1948 fue la primera elección en la que el Partido Comunista, convertido en el más importante de Europa, buscaba el poder. En ese momento hubo una gran campaña en Estados Unidos, patrocinada por el gobierno, de la que participó Frank Sinatra para financiar a la democracia cristiana. Este fue el comienzo de la historia del dinero que circuló de los servicios de inteligencia estadounidenses al Vaticano. Una generación más tarde, con Roberto Calvi y Marcinkus, el banco se había convertido en una muy lucrativa vía para el pasaje de dinero. A fines de los ’80 el banco tuvo que pagar una multa de 250 millones de dólares. Ya allí funcionaba como un off shore para sus clientes privilegiados. Pero todavía queda mucho por documentar.
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