EL MUNDO › ESCENARIO
› Por Santiago O’Donnell
Empezó como un cuento infantil, como una fábula soñada, pero terminó en pesadilla. Tanto es así que el jueves pasado el canciller español salió a pedir que se termine rápido porque le hace daño a la imagen del país.
Había una vez una princesa y un campeón. Se conocieron en las olimpíadas de Atlanta en 1996. El, Iñaki Urdangarín, era alto, rubio, pintón, estrella de handball del Barcelona, en su primera participación olímpica como integrante de la selección española. Ella, Cristina Federica Victoria Antonia de la Santísima Trinidad de Borbón y Grecia, la infanta Cristina, era la segunda hija del rey de España. Rubia también, menuda, linda, sonrisa ancha y cejas fuertes, había sido la abanderada del equipo español en las olimpíadas de Seúl de 1988, donde le había tocado participar como suplente del equipo de yachting clase 470.
Se hablaron por primera vez en una fiesta durante la competencia y parece que hubo flechazo: dicen que no volvieron a separarse. Nueve meses más tarde la casa real blanqueaba el romance con un anuncio de matrimonio y el 4 de octubre de 1997 se casaban en la catedral Santa Eulalia ante 1500 invitados, incluyendo representantes de cuarenta casas reales y pasaron a llamarse duques de Palma. Tuvieron cuatro hijos. El tuvo dos olimpíadas más con la selección de balón mano, y en ambas se alzó con medallas de bronce. Ella no volvió a competir a nivel olímpico, pero siguió siendo una entusiasta deportista, sobre todo de la náutica, el squash y el esquí.
Hasta ahí la parte linda. Después pasó lo que pasó. El campeón y la princesa terminaron imputados por estafas, fraude, evasión y malversación de fondos. La investigación en curso determinó que una fundación presidida por el duque, supuestamente sin fines de lucro, captaba fondos públicos y los derivaba a una oscura empresa privada cuya propiedad compartían el duque y la duquesa. El duque fue imputado en diciembre del 2011 y la cosa no pasó a mayores porque era algo esperable, dadas las pruebas que se venían acumulando en la causa judicial. Dos semanas antes, el rey había apartado al duque de Palma de todas sus funciones oficiales por su conducta “no ejemplar”. Cuando imputaron al duque, el rey declaró que no quería privilegios para la familia real y que confiaba en lo que resolviera la Justicia. Un mes más tarde borraron el perfil del duque de la página web de la familia real.
Después de soltarle la mano al duque, la Casa Real salió a defender a la hija del rey el jueves, apenas conocida su imputación. En un comunicado, expresó su “sorpresa” por la medida judicial y pidió que se respete la presunción de inocencia de la duquesa. El comunicado armó un revuelo político. El Partido Socialista Obrero Español, principal fuerza de oposición, hizo saber a través de una portavoz que no consideraba feliz el comentario real y pidió que no se presione a la Justicia. A su vez, el presidente Mariano Rajoy buscó bajarle los decibeles al asunto tras la alarmista declaración de su canciller, que había alertado sobre un presunto daño a la imagen de España por la imputación a la duquesa. “No es cuestión de manifestar el estado de ánimo de nadie” corrigió a su canciller. “Respetamos a la Justicia y la presunción de inocencia.” El viernes, el príncipe Felipe, heredero directo del rey, mandó un mensaje de apoyo a los jueces en una jura de nuevos magistrados, como para matizar el comunicado de “sorpresa” que el Palacio de la Zarzuela había emitido el día anterior. “Los miembros de la carrera judicial sois merecedores de mi mayor confianza”, dijo Felipe.
Para entonces el juez de la causa había aceptado aplazar la indagatoria de la duquesa, habida cuenta de que el fiscal había apelado la imputación, al no estar de acuerdo con los argumentos y la valoración de la prueba que había hecho el juez.
El caso no es sencillo. Además de involucrar a los duques de Palma, involucra también a un ex socio del duque y a la esposa del ex socio. El ex socio sintió que le iban a echar el fardo y prendó el ventilador. Perdido por perdido, con su esposa imputada desde el primer día, igual que él, el ex socio procedió a enviar al juzgado, en siete entregas espaciadas cada cuatro o cinco meses, miles de correos electrónicos que involucraban al duque, a la duquesa, a funcionarios de la Casa Real y hasta al mismo rey en distintas gestiones y conversaciones que demostrarían un conocimiento de la operatoria que manejaban el duque y su ex socio.
El caso también involucra a importantes políticos del gobernante Partido Popular en Islas Baleares y Valencia, responsables de haber entregado fondos públicos a la fundación del duque, llamada Fundación Nóos. Esos políticos han declarado que entregaron el dinero sin preguntar demasiado simplemente porque detrás de la fundación estaba el yerno del rey. Pero hay más. El tesorero de la fundación, que también figura como imputado en la causa, es un funcionario a sueldo de la casa del rey que actúa como secretario de las dos hijas del monarca español. Además, la propia duquesa de Palma ocupaba una vocalía en el directorio de la fundación. La duquesa argumenta que su puesto era simplemente decorativo, pero algunos correos sugieren que entre su marido y su secretario la mantenían informada de al menos parte de lo que pasaba en la fundación.
Que el rey hizo gestiones en favor de la fundación creada en el 2003 está fuera de disputa. También, que el rey fue quien obligó al duque, a la duquesa y al secretario a abandonar la fundación en el 2006, después de que la oposición preguntara en el Congreso de Baleares por los fondos enviados a la institución que presidía el duque.
A los pocos meses de irse de la Fundación Nóos el duque abrió otra fundación y, según los mails, al principio volvió a contar con el apoyo del rey, que aportó contactos para cerrar negocios. Esa fundación duró menos de un año y otra vez fue el rey quien habría presionado por su cierre. Desde entonces la duquesa continúa con su trabajo diario en la fundación La Caixa de Barcelona, el mismo que viene haciendo desde 1993, mientras el duque se queda en su casa, prepara su defensa y cría a sus hijos. En cada presentación judicial del duque, docenas de españoles, aquejados por la peor crisis económica de los últimos tiempos, descargan su bronca. Dicen que el dinero público robado por la banda del duque podría haberse usado para evitar recortes presupuestarios o para recuperar empleos perdidos.
Aunque ahora el ex socio amaga con mostrar correos revelando supuestas infidelidades del duque de Palma, aunque ahora el rey le puso un abogado a su hija para despegarla judicialmente de su marido, la princesa abanderada sigue firme junto al campeón de balón mano. Los voceros de la realeza aseguran que no hay crisis matrimonial y que a ella ni se le ocurre separarse. El viernes, tras ser imputada la tarde anterior, partió a trabajar en un auto sin vidrios polarizados y entró a la fundación caminando por la puerta principal (foto), en vez de escabullirse por el portón del garaje. La pesadilla continúa. Para ella, sí, porque la miran y sospechan y porque pescaron a su marido. Pero más aún la pesadilla continúa para todos los españoles hartos de corrupción, que ahora se ven estafados por su propia monarquía, cada vez un poquito más, al ritmo de las nuevas revelaciones.
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