EL MUNDO › ENTREVISTA A SIMON TILFORD, DEL CENTRO PARA LA REFORMA EUROPEA CON SEDE EN LONDRES
El desempleo record en España, Portugal, Grecia y Francia y la contundente derrota en febrero del candidato de la austeridad Mario Monti en Italia son las más claras señales del agotamiento político y social de los recortes europeos.
› Por Marcelo Justo
Desde Londres
La austeridad en Europa no da para más. En su primer discurso como primer ministro ante el Parlamento italiano, Enrico Letta fue contundente: “Italia está muriéndose con la aplicación de la austeridad. Necesitamos políticas de crecimiento”. No es una voz aislada. En la última semana, nada más y nada menos que el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Barroso, dijo que se necesitaba “una política correcta que tenga al mismo tiempo aceptación social y política”. La contundente derrota en febrero del candidato de la austeridad Mario Monti fue la más clara señal del agotamiento político y social de la austeridad. Con un desempleo que ha superado el 27 por ciento en España y Grecia, es record en Portugal y Francia y suma 19 millones en los 17 países de la Eurozona, este agotamiento se hace día a día más visible. Con este clima de fondo, el Banco Central Europeo bajó la tasa de interés a un mínimo histórico para estimular el crecimiento. Página/12 dialogó con Simon Tilford, del Centro para la Reforma Europea con sede en Londres, sobre el futuro de la Eurozona.
–¿Le sorprende que desde el ortodoxo José Manuel Barroso hasta Enrico Letta o los documentos del Partido Socialista Francés filtrados a Le Monde, todos hablen del fracaso de la austeridad?
–La idea de que la austeridad iba a allanar el camino al crecimiento mediante el retorno de la confianza de los mercados no ha funcionado. Hoy, muchas economías se encuentran en una recesión o aun una depresión. Los datos son incuestionables. El problema es que admitir el fracaso de la austeridad es muy difícil para los políticos, porque tendrían que admitir que hay dificultades institucionales en Europa que hay que cambiar.
–¿Cuáles son estos problemas institucionales?
–Se necesita una autoridad bancaria que actúe realmente como un prestamista de última instancia para toda la Eurozona. La única razón por la que bajaron los costos de financiamiento de los países periféricos es porque el presidente del Banco Central de Europa (BCE), Mario Draghi, dijo en agosto pasado que haría todo lo necesario para sostener al euro. Es decir, no sucedió –como dicen algunos políticos– porque se siguiera una política de austeridad, un absurdo si se piensa que el costo de la deuda ha bajado también para Francia, que se resiste a aplicar la austeridad. Lo que pasó es que los inversores piensan que el BCE va a actuar como prestamista de última instancia si hay un problema. Pero esto debe institucionalizarse y se necesita una federalización del sistema bancario de la Eurozona para romper el vínculo actual entre la deuda de los bancos y la de los Estados. Y, por supuesto, es fundamental que haya políticas de crecimiento que reemplacen a las actuales de austeridad.
–Está claro que el plan A o austeridad falló. ¿Cómo sería este plan B? ¿Estamos hablando de un plan keynesiano clásico?
–Europa necesita crecer. No se trata simplemente de gastar más dinero o que España o Italia se endeuden más para estimular el crecimiento. Lo que se necesita es que la Eurozona, en su conjunto, tenga una política de expansión. Es decir, que países con fuerte superávit comercial como Alemania relajen su política fiscal y gasten más, potenciando su consumo interno, y que haya un relajamiento radical de la austeridad en la periferia.
–Por el momento, de lo que se habla es de una reducción de las tasas de interés este jueves. ¿Eso serviría como un estímulo para el consumo?
–No creo que tenga un gran impacto. El tema es por qué el llamado mecanismo de transmisión del dinero está quebrado. La razón por la que el crédito es caro en España o Italia para el consumo individual o empresario es porque los bancos son muy débiles. Para solucionar eso necesitan quebrar el vínculo entre los bancos y el Estado. Los inversores son reticentes a prestarles a los gobiernos por el temor que tienen a la debilidad del sector bancario y a la necesidad de que el Estado tenga que rescatarlo. Y a su vez hay desconfianza en el sector bancario porque tiene mucha deuda del gobierno en sus balances. Esto se logra con un BCE que actúe como prestamista de última instancia y algún mecanismo de federalización del sistema bancario.
–¿Es posible tener un plan de inversión a nivel de la Comisión Europea para estimular el crecimiento en España, Italia, Grecia y Portugal?
–Las sumas que se necesitarían son gigantescas. Una inversión así podría mejorar un poco las cosas. Pero si uno piensa en España, no necesita más infraestructura. Italia o –fuera de la Eurozona– el Reino Unido sí necesitarían inversión en infraestructura que, en ambos casos, necesita urgente modernización. Lo que un país como España necesita es resolver su crisis bancaria, relajar la política de austeridad y que haya una demanda más fuerte de otros países europeos para salir de su crisis.
–El gran obstáculo para la adopción de un plan B es Alemania, pero por el momento, hasta las elecciones de septiembre, no hay ninguna posibilidad de cambio. Incluso si en las elecciones gana la oposición, que está ahora criticando más la austeridad, un cambio de política tomará tiempo en efectivizarse. ¿Tiene la Eurozona tanto margen político, económico y social para esperar un cambio?
–Me ha sorprendido mucho el grado de tolerancia que ha habido con la austeridad. La gente ha aguantado mucho más de lo que la mayoría de los observadores pensaban. Pero no se puede apostar a esto indefinidamente. Si uno mira a la creciente impopularidad de la Unión Europea y la frustración de la gente, creo que es una estrategia insostenible. Me sorprende que Francia, Italia y España no hayan coordinado más una posición común. Es posible que no hayan querido poner a Alemania contra la pared. Pero no descarto que lo hagan. Alemania misma va a tener que aceptar que esta estrategia no está funcionando. El problema es que, más allá de quién gane la elección en septiembre, el electorado alemán pondrá límites a un cambio de estrategia. En Alemania no hay mucha aceptación de la necesidad de federalización real de la Eurozona para que funcione. Sólo si la crisis llega a un punto límite y se fuerza un debate abierto en Alemania, podrá haber un cambio de estrategia.
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