EL MUNDO › EL MOVIMIENTO 15-M CELEBRó SU SEGUNDO ANIVERSARIO CON MANIFESTACIONES EN TODA ESPAñA
En más de veinte ciudades españolas se llevaron a cabo marchas que reivindicaron y actualizaron el grito indignado y antisistema que resuena en la sociedad desde mayo de 2011. Balance de lo que representa el 15-M.
› Por Flor Ragucci
Desde Barcelona
La indignación es igual o mayor. Los motivos son los mismos, e incluso más. Pasaron dos años del estallido que sacó a la calle a miles de ciudadanos hartos del sistema y ayer, domingo, muchos volvieron a salir para celebrar el segundo aniversario de una lucha que no se detiene. En más de veinte ciudades se llevaron a cabo marchas que reivindicaron y actualizaron el grito indignado que, desde el 15 de mayo de 2011, resuena en España. El punto de encuentro fue, como entonces, el de las plazas, donde durante todo el fin de semana muchos de los colectivos que nacieron en aquel momento, organizaron charlas y debates sobre la actualidad del país y el estado del movimiento social.
“De la indignación a la rebelión: escrache al sistema”, fue el lema que se usó en estas jornadas reivindicativas para resumir el proceso de estos dos años de trabajo. El término tomado de la denuncia argentina hacia los implicados en la dictadura ilustra el plan de acción que, sobre todo desde los sectores de educación, salud y vivienda, se está desarrollando: tolerancia cero a los recortes presupuestarios en los servicios públicos y “escrache” hacia los políticos y entidades financieras que avalan los desahucios.
La afluencia a las plazas y las marchas este año no fue tan multitudinaria como durante el primer aniversario, pero para gran parte de los asistentes eso demuestra el cambio que sufrió el movimiento desde 2011 hasta ahora. “Los mismos que no entendieron por qué hubo mucha gente en la plaza entonces, no entienden por qué hay poca ahora. Porque están batallando. ¡Hay mucho que hacer por todas partes!”, dice uno de los participantes en un debate en Plaza Cataluña, Barcelona. A partir de la explosión social de hace dos años se crearon grupos de trabajo en todos los barrios de las grandes ciudades españolas, para llevar a la práctica en una escala más cercana los objetivos marcados por las asambleas centrales. José María, miembro del colectivo del Carmel, un barrio barcelonés, cuenta que, si bien son menos personas que hace dos años, los que se quedaron mantienen intacta la fuerza. “Entre otras cosas creamos una red de trueque que funciona muy bien, y nos organizamos para la defensa de la educación y la sanidad pública, junto con los demás barrios”, explica José María en una mesa informativa que colocaron con motivo del aniversario en Plaza Cataluña.
A lo largo de estos dos años, reconocidos intelectuales reflexionaron acerca de la naturaleza del movimiento indignado y aportaron sus ideas para la construcción del cambio. Uno de ellos, Manuel Delgado, antropólogo de la Universidad de Barcelona y especialista en apropiaciones sociales del espacio público y la construcción de las identidades colectivas, también estuvo presente en las jornadas reivindicativas de este fin de semana, y habló con Página/12. “El movimiento de los indignados como tal ha desaparecido. ¿Dónde está la oficina del 15-M (nombre que se usa en referencia al 15 de mayo, fecha de la eclosión social de 2011)? –dice, con ironía, Delgado–. No existe más y si existe, mal, porque algo que representa un movimiento no puede ser permanente. Lo de los indignados fue un despertar colectivo que implicó la incorporación a la discusión y a la acción política de miles de personas de todas las edades que descubrían por primera vez un lugar donde juntarse para luchar. Después del 15-M nada será igual.”
El antropólogo afirma que, a diferencia de otros estallidos sociales de la historia de España (las manifestaciones masivas contra la guerra de Irak en 2003, por ejemplo), el 15-M tiene una característica particular y es que se trata de “una especie de dramaturgia espacial que se basa en la apropiación prolongada de determinados espacios públicos. El pueblo reclamó su titularidad de las plazas, lugares que, justamente por eso, son públicos. Y el resultado fue que, en vez de encontrarnos delante de un movimiento que utilizaba una plaza para dialogar, parecía que era la plaza la que usaba el movimiento para expresarse”.
Ante la inevitable pregunta sobre el futuro de esta forma de combate social, Delgado advierte que, en su opinión, tendría que organizarse un frente común que aglutine a individuos y grupos políticos afines a las ideas promovidas por el 15-M. “Hay que pasar de una lucha de movimientos a una lucha de posiciones y tomar el poder. ¡Ya basta de resistir, llevamos toda la vida resistiendo!” Delgado insiste en que hoy por hoy los movimientos sociales son partidos políticos, que se piensan a sí mismos y se ofrecen como tales. No ve mal, por tanto, la posibilidad de que el movimiento indignado adquiera una estructura y un nombre propios. “Tiene que haber algo o alguien que lo organice”, sostiene Delgado y, frente a las posturas que rechazan la incorporación del 15-M en la vida política y la adopción de una cara visible que lo represente, aclara: “Un líder no significa un mesías”.
El antropólogo está convencido de que el movimiento se encuentra vivo, en pleno proceso de búsqueda y acción. “La izquierda revolucionaria nunca ha sido utópica porque, si lo fuera, creería que existe un final y, en cambio, cualquier proceso de lucha es, por definición, infinito –asegura Delgado–. Nunca se tiene bastante justicia ni libertad, así que esto no se acabará nunca.”
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