Dom 24.02.2002

EL MUNDO  › PROPONEN REVIVIR EL ILEGALIZADO ESTADO DE PRUSIA

Ha vuelto Federico el Grande

Por John Hopper
Desde Berlín

Una propuesta para revivir el ilegalizado estado de Prusia ha desatado un debate caliente en Alemania, poniendo de relieve una mueva decisión de los alemanes de hoy a no dejarse influir por los fantasmas del pasado de su país. Un ministro del gobierno de Brandenburgo, el estado que rodea a Berlín, rompió a comienzos de este mes con un tabú de 55 años. Alwin Ziel propuso que si, como muchos políticos locales proponen, la capital debe unirse con el hinterland, el nuevo Land (o Estado) resultante debe ser llamado Prusia en vez de, digamos, Berlin-Brandenburgo.
Lo que sugirió Ziel es técnicamente ilegal. Prusia fue abolida por una ley impuesta después de la Segunda Guerra Mundial. El preámbulo a la ley decía que la patria de Federico el Grande, Bismarck y Guillermo II había estado a favor del militarismo y la reacción. Pero, como una creciente cantidad de historiadores alemanes contemporáneos han enfatizado, Prusia estuvo a favor de más cosas. El Estado pudo haberse impuesto en la escena mundial por sus ejércitos, pero sus gobernantes también pueden reivindicar una serie de logros progresistas: la abolición de la esclavitud, el aliento a la inmigración, la promoción de las artes y las ciencias y la introducción de la educación obligatoria.
No obstante, la propuesta de Ziel ha desatado una controversia que ha llegado hasta el diario sensacionalista de masas Bild. Aunque la vasta mayoría de los votantes en Brandenburgo y Berlín respaldan a los partidos principales, el área que rodea la capital es un reducto de la cultura juvenil neonazi, y hay preocupaciones de que revivir el concepto de Prusia pueda dar un eje convocante a la extrema derecha. Pero si bien muchos de los políticos en torno a Ziel están escandalizados por la idea, ésta tiene el respaldo de una improbable alianza de intelectuales progresistas, aristócratas y reyes. Los partidarios del plan incluyen al novelista Martin Walser y al poeta Hans Magnus Enzensberger, ambos con pasados progresistas, incluso radicalizados. La noción de que los alemanes necesitan una comprensión equilibrada de su pasado –y que no todo debe llevarlos a pedir disculpas por él– tiene una influencia creciente, y ha llegado incluso a los discursos del canciller Gerhard Schroeder. También es la premisa de la última novela de Gunter Grass, que enfoca las olvidadas penurias de los alemanes a finales de la Segunda Guerra Mundial.
Algunos han visto en la idea una oportunidad para revivir lo que se conoce como las “virtudes prusianas: frugalidad, autocontrol, puntualidad, y disposición para el trabajo duro. Son virtudes particularmente atrayentes en un momento de incertidumbre política y económica. Un columnista del Frankfurter Allgemeine Zeitung escribió que “depende del pueblo de Brandenburgo y Berlín convencer a los alemanes de que vale la pena revitalizar a Prusia, y por lo tanto a toda Alemania, sacándola de su letargia”. Bismarck no lo podría haber dicho mejor.

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