EL MUNDO › ENTREVISTA CON EL COMANDANTE Y UN SOLDADO DE LA GUARDIA SUIZA PONTIFICIA
El comandante de 110 hombres del ejército más antiguo y pequeño del mundo dijo que los guardias están listos para proteger al Papa, a quien le gusta estar con la gente.
› Por Mercedes López San Miguel
El estilo espontáneo del papa Francisco resulta imprevisible para sus guardaespaldas. Esto lo pudieron constatar los ojos de millones el día que el pontífice llegó a Río de Janeiro, cuando los custodios hacían lo imposible para no exponerlo mientras Francisco saludaba por la ventanilla baja del automóvil e inclusive besó al bebé de una joven que logró abrirse paso entre los hombres de traje. El comandante de la Guardia Suiza Pontificia, Daniel Anrig, estuvo de visita en Buenos Aires junto al soldado Sebastian Roulin para la apertura de la muestra fotográfica Angeles de la Guarda, que se realizó ayer en el Palacio San Martín. Página/12 dialogó con ambos en la residencia del embajador suizo Johannes Matyassy, en una casona de Barrio Parque. Roulin, vestido con el uniforme multicolor, debió contestar de pie, como lo estipulan las reglas militares.
Sólo un puñado de guardias suizos viajaron a Brasil –señaló el comandante Anrig, 41 años– porque de la seguridad en otro país se ocupan las autoridades locales. Fue precisamente el alcalde de Río, Eduardo Paes, quien admitió que hubo una falla en el esquema de protección armado para recibir a Francisco. El auto que transportaba al papa argentino tomó una ruta equivocada en el trayecto del aeropuerto a la Catedral Metropolitana y quedó atrapado en el embotellamiento. Terminó rodeado por miles de peregrinos que luchaban con los custodios para tocar a Francisco. “La responsabilidad es nuestra. No vamos a echarla sobre otros”, reconoció el alcalde carioca. Y el comandante no pudo coincidir más. Es en el Vaticano, donde la responsabilidad está en manos de Anrig desde hace cinco años. Consciente de ello, el comandante de 110 hombres del ejército más antiguo y pequeño del mundo dijo que los guardias están bien preparados para proteger al nuevo Papa, a quien le gusta el contacto con la gente. “El estilo de Francisco es el de querer saludar y tocar directamente a los feligreses. Tenemos que darle seguridad no sólo de cerca, también alrededor. Los medios de comunicación prestan atención sobre cuán cerca están las personas de él, pero nosotros tenemos que ver la imagen completa.”
El soldado de 23 años Roulin afirmó que sintieron el cambio de Ratzinger a Bergoglio. “Francisco es más abierto a la gente, y para nosotros es un poco más impredecible.” Un guardia como él jura con su vida defender al Papa, que es su jefe máximo. Roulin está por cumplir dos años como mercenario. Dijo que se enlistó por tradición, como suizo, como católico y también porque quería aprender italiano. “El uniforme inspira respeto, y las personas están advertidas para respetar las reglas”, dijo con orgullo. La Guardia Suiza fue fundada en 1506 por el papa Julio II, un pontífice guerrero que solía conducir sus tropas de asalto. Fue 21 años después cuando tuvieron su primera acción importante de defensa, el 6 de mayo de 1527, fecha en que las fuerzas españolas y alemanas atacaron al papa Clemente VII. Las condiciones para entrar a la Guardia papal son estrictas: ser suizo, católico, soltero y tener entre 19 y 30 años. Roulin agregó otros dos elementos: ser discreto y fiel. La discreción la mantuvo tanto como su postura de pie, negándose a referirse a la supuesta relación sentimental entre un prelado (Battista Rico) y un guardia suizo. Su jefe Anrig aclaró que nadie de su compañía estuvo relacionado con esa información que proporcionó el semanario L’Espresso.
El servicio mínimo de los guardias suizos es de dos años renovables y deben residir obligatoriamente intramuros: vigilan día y noche (en turnos) todos los accesos al Estado de la Ciudad del Vaticano y del Palacio Apostólico, residencia del Papa. La paga que reciben es austera: entre 1000 y 1500 euros, aunque son gratis la comida y el alojamiento. Los jóvenes se enrolan por razonas diversas. La mayoría sienten que es por una motivación religiosa o militar. Los tiempos cambian para una institución de más de quinientos años. “La globalización y la comunicación a todo momento hacen que la gente visite más San Pedro. Eso es nuevo para nosotros y debemos estar despiertos”, dijo el comandante, quien afirmó en pocas palabras la clave de la filosofía de los también llamados Centinelas del Papa: “Estar ahí y servir”.
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