EL MUNDO
› SUBRAYADO
Esperando al nuevo Líbano
› Por Claudio Uriarte
La actual escalada palestina, que se lanzó hace 10 días con el redoble de los ataques suicidas contra colonias y territorios israelíes y el empleo de dos nuevas armas –los misiles Qassam-2, de 6 a 8 kilómetros de alcance, y una bomba lo suficientemente poderosa para destruir un tanque Merkava-2, una de las últimas maravillas de la tecnología militar israelí- sigue un propósito claro: convertir a Cisjordania y Gaza en un equivalente del sur del Líbano, del que los israelíes deban huir. Pero eso es lo que no va a suceder.
La comparación de la actual situación con el Líbano es pertinente, pero no en relación al Líbano de 1999 –de donde el gobierno de Ehud Barak procedió a retirarse en forma de desbande–, sino al de 1982, cuando el general Ariel Sharon, entonces ministro de Defensa y hoy primer ministro, invadió desde el sur y llegó hasta Beirut para destruir lo que se había convertido en una enorme base de ataques misilísticos contra el norte de Israel. Es cierto que, diecisiete años después, Israel debió retirarse del Líbano, pero diecisiete años es un larguísimo plazo en política y en seguridad: la operación libanesa fue, desde la perspectiva de Israel, un éxito; y si a largo plazo cesó de ser efectiva tampoco se ha vuelto a la situación anterior: Cisjordania y Gaza, y no Líbano, son hoy las principales bocas de fuego contra los israelíes.
En este contexto, y en medio de una inacción salpicada de represalias israelíes simbólicas (destrucción de cuarteles palestinos vacíos, arrasamiento de casas en las “fronteras”, incursiones intermitentes en zonas palestinas autónomas) la popularidad de Sharon ha caído a menos del 50 por ciento porque la gente cree que su política es ineficaz contra el terrorismo. La dirección política de esta corriente de opinión se revela claramente cuando las mismas encuestas muestran claras mayorías a endurecer la represión contra los palestinos. Este es el curso a que está obligado Sharon, pero ese endurecimiento ya no será cuantitativo y gradual, sino cualitativo y dramático. En otras palabras: no se tratará de matar a más o a menos palestinos, a destruir más o menos instalaciones ni a usar más o menos cazas F-16, sino de una ocupación prolongada como la del Líbano, destinada a destruir las fábricas de armas y las redes de las múltiples organizaciones que conviven bajo el paraguas de Yasser Arafat, así como sus proveedores de armas desde el extranjero. De no hacerlo Sharon, la tarea recaerá en su sucesor más probable: Benjamin Netanyahu.