EL MUNDO › EN LAS úLTIMAS SEIS SEMANAS LLEGARON A ITALIA 10.000 EXTRANJEROS
El asunto “inmigrantes” es una gran “arma de distracción de masas”, dice el político Beppe Grillo, para quien los verdaderos problemas de Italia son otros. La siempre racista Liga Norte sugiere echarlos a todos.
› Por Elena Llorente
Desde Roma
El asunto “inmigrantes” es una gran “arma de distracción de masas”, dice el líder del movimiento Cinco Estrellas (M5S), Beppe Grillo, parafraseando una expresión que se hizo famosa en el mundo, cuando Estados Unidos trataba de invadir Irak a toda costa, argumentando falsamente que tenía “armas de destrucción de masas”. Según Grillo, el argumento es usado en Italia tanto por la derecha como por la izquierda, aunque en sentido contrario, para distraer la atención de los verdaderos problemas del país.
En este momento de particular afluencia de inmigrantes, no todos los militantes grillinos, sin embargo, piensan como el líder, incluidos varios de sus parlamentarios. Pero las polémicas no se detienen y hay quien propone, como la siempre racista Liga Norte, echarlos a todos, cosa que no es tan sencilla, entre otras cosas porque muchos de ellos vienen escapando de guerras y conflictos y están pidiendo asilo político, que la Unión Europea no puede negar.
Es que la “emergencia inmigración”, aunque muchos países quieran cerrar los ojos –no permitiendo el desembarque de la pobre gente, como hizo Malta recientemente–, ha adquirido dimensiones con pocos precedentes en estos meses del verano europeo. Las crisis políticas en el norte de Africa, particularmente en Egipto, pero también en Siria, la pobreza en los países subsaharianos, han contribuido notablemente. Algo similar se había visto durante las llamadas “primaveras árabes”, cuando cientos de personas escapaban de Libia, principalmente, pero también de otros países de la región. Entonces eran hombres, sobre todo jóvenes. Ahora –y esto es algo nuevo– hay también muchas mujeres y decenas de niños.
En las últimas seis semanas han llegado a Italia unos 10.000 inmigrantes, la mayoría por mar, en condiciones tremendas, en barcazas que a duras penas atravesaron el Mediterráneo y arrastrados por traficantes de seres humanos que se hacen pagar varios miles de euros por el viaje y después los dejan abandonados a su suerte. Varios han muerto en el mar, porque las barcazas se hunden o porque no pueden resistir a la deshidratación.
Desde el 15 de agosto y hasta la fecha, para dar una idea más precisa, 160 inmigrantes llegaron a Pachino, al sur de la isla de Sicilia, entre ellos varias mujeres embarazadas y cerca de 50 niños, muchos menores de tres años. Otros tantos llegaron al día siguiente a Reggio Calabria, extremo sur de Calabria, sobre el estrecho que conecta con Sicilia. De ellos, 36 eran mujeres y 29, niños. El 17 de agosto, llegaron unos 200 a la isla de Lampedusa, donde hizo una visita el papa Francisco hace algunas semanas precisamente para hablar sobre los inmigrantes, él, hijo de inmigrantes que llegaron a la Argentina desde el norte de Italia. Unos 250 llegaron al día siguiente a otras localidades de Sicilia. Y la cuenta no termina... y las reacciones negativas tampoco.
El 15 de agosto, sin embargo, feriado total en Italia, que conmemora la fiesta religiosa de la Asunción de María, una barcaza encalló a pocos metros de una playa llena de bañistas en Sicilia. La gente espontáneamente se puso a ayudar a los inmigrados, a los niños, y colaboraron con la Guardia Costera, que se ocupó luego de ellos. Esta actitud recibió un mensaje elogioso del presidente de la república, Giorgio Napolitano, que entrelíneas quería decir: no todos los italianos son como la Liga Norte. Para el ministro del Interior, Angelino Alfano, fiel seguidor de Silvio Berlusconi, la Unión Europea debe pensar que “el esfuerzo humanitario puede provocar un problema de seguridad”.
En los últimos doce meses, según el Ministerio del Interior, llegaron poco más de 24.000 inmigrantes a Italia. Si diez mil lo hicieron en las últimas seis semanas, esta cifra significa casi la mitad del total anual –y una media semanal de más de 1600–. Todos van a parar a alguno de los 26 centros de recepción de inmigrantes dispersos por el territorio italiano, que tienen capacidad sólo para unas 6700 personas, según el Ministerio del Interior. Lo que permite imaginar los problemas de alojamiento que deben existir y que han provocado reacciones y protestas de los inmigrantes esta semana. Algunos se instalaron por varias horas en el techo de un centro para inmigrantes en Gorizia, norte de Italia, protestando contra las condiciones en las que viven. Otros, esta vez en Reggio Calabria (sur), bloquearon una ruta y las vías del tren y también el auto en el que viajaba la ministra de la Integración, Cecile Kyenge, de origen congoleño, que iba a visitar algunos centros. Los inmigrantes le pidieron que fuera a ver las condiciones miserables en las que los hacen vivir, prácticamente en “containers”, dijeron.
La Unión de las Cámaras Penales de Italia, una asociación de abogados y jueces penalistas sin fines de lucro, sacó un comunicado en el que denuncia que los “extracomunitarios son obligados a vivir prácticamente en campos de concentración en los cuales no rige ningún respeto y ni siquiera las condiciones de convivencia que existen en una cárcel; no obstante ellos no son detenidos sino solamente retenidos por algunos meses, a la espera de realizar los papeles para que sean repatriados”.
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