EL MUNDO › OPINIóN
› Por Eric Nepomuceno
Bastante trabajo tuvo la presidenta brasileña Dilma Rousseff durante la reunión cumbre de la Unasur, realizada en Paramaribo, capital de Surinam. Además de los temas de la agenda, fue ella quien tuvo la iniciativa de promover una reunión privada –de la cual participó– entre el nuevo presidente de Paraguay, Horacio Cartes, y el de Venezuela, Nicolás Maduro. También tuvo su primer encuentro con el mandatario boliviano Evo Morales, luego del grave incidente diplomático causado por la fuga a Brasil del senador Roger Pinto Molina (foto), planeada y ejecutada por el entonces encargado de negocios de la embajada brasileña en La Paz, Eduardo Saboia.
A la salida de la reunión de Cartes con Maduro, Dilma Rousseff dijo que no revelaría el contenido de la conversación que duró media hora. Pero aseguró que ha sido una reunión “muy positiva, muy constructiva”, lo que puede querer decir todo o nada.
Ya con relación a su encuentro con Evo Morales, Dilma fue bastante menos lacónica. Aseguró al colega boliviano su “repudio completo” a la actitud del diplomático brasileño que literalmente contrabandeó a Brasil al político oposicionista, que en Bolivia responde judicialmente por una veintena de delitos y crímenes. Dijo que el caso de Pinto Molina está bajo análisis del Conare, Consejo Nacional de Refugiados, vinculado con el Ministerio de Justicia. No hay plazo para que el órgano se decida sobre la petición de refugio presentada por Pinto Molina al ingresar al territorio brasileño hace poco más de una semana.
A pesar de que persiste el malestar por la fuga del político, que tendrá su captura solicitada por el gobierno de Morales a la Interpol, el mandatario boliviano se mostró dispuesto a contemporizar. Siguió pidiendo que el gobierno brasileño “devuelva el delincuente”, aclaró a Dilma que Pinto Molina no huye de su gobierno, sino de la Justicia de su país, pero ya no mencionó más un eventual pedido de extradición. Defendió que se busque una solución “de presidente a presidente”, pese a que Dilma ya había afirmado que el caso tendrá, de la parte brasileña, una solución jurídica y no política.
La conversación duró una hora. Evo Morales prometió enviar al Consejo Nacional de Refugiados brasileño todos los procesos judiciales a los que fue sometido Roger Pinto Molina, y también los términos de las sentencias de condena que le fueron impuestas por los tribunales bolivianos.
Por las dudas, y mientras tanto, el abogado del político fugado a Brasil admitió que ya busca alternativas. Fernando Tibúrcio Peña, quien representa a Pinto Molina, empezó a negociar con embajadores de otros dos países latinoamericanos –no dijo cuáles, aunque admitió que tienen frontera con Brasil, y que tienen vuelos directos para evitar escalas– la posibilidad de que ofrezcan asilo político a su cliente.
En términos jurídicos, Pinto Molina se encuentra en Brasil como un turista más. Es decir: por ahora, no es ni un refugiado y menos un asilado político. En el caso que el Conare decida por la no concesión de refugio, al expirar el plazo dado normalmente a un turista (90 días) tendrá que abandonar el país.
El caso sigue movilizando a la opinión pública y los medios de comunicación en Brasil. Eduardo Saboia, el diplomático que planeó y ejecutó el contrabando de Pinto Molina, está suspendido de sus funciones y responde a proceso administrativo en el Ministerio de Relaciones Exteriores. El político boliviano pasó por exámenes médicos y psicológicos y su estado fue considerado normal. En entrevistas a la prensa, contó que está escribiendo un libro sobre su peripecia y, principalmente, sobre lo que llama “persecución política” por el gobierno de Evo Morales. Cuenta que su fuga fue tensa, pero que fotografió todo el viaje. Que antes de salir de la embajada se despidió, con cierta tristeza, de la cama, la mesa, la silla. Todo un sentimental. Y todo un valiente: parte del camino cruzó una zona de productores de cocaína que, según él, lo tienen por enemigo público número 1 por haber denunciado sus vínculos con miembros del gobierno de Morales. Una víctima y tanto. Y un hombre de fe: pasó el viaje, entre una y otra foto, rezando al lado de Eduardo Saboia. Uno, el boliviano, es evangélico. Saboia es un católico extremado.
La Justicia boliviana lo reclama. Su aventura le costó el puesto al entonces canciller Antonio Patriota y puso en dificultades a Eduardo Saboia, el diplomático que lo contrabandeó.
Ahora es Saboia quien reclama el puesto de héroe salvador de vidas amenazadas. Es difícil que logre salvar su empleo.
(Versión para móviles / versión de escritorio)
© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina
Versión para móviles / versión de escritorio | RSS
Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux